«SU FIGURA DEBE LLEVARNOS A MANTENERNOS FIRMES EN LA LUCHA POR UN MUNDO MEJOR PARA TODOS»
La REPAM pide a San Romero de América que «nos dé la capacidad de responder valientemente y de no perder lo esencial»
Por Luis Miguel Modino
22:52|17 de octubre de 2018.- La profecía se convierte en necesidad cuando nos adentramos en momentos históricos dominados por las tinieblas, cuando los ataques a los pequeños, a la obra del Creador, se convierten en práctica común. La Biblia nos relata situaciones que nos muestran que las actitudes humanas se perpetúan en el tiempo. En estos días en que la Iglesia ha reconocido la santidad deMonseñor Oscar Romero, martirizado por defender a los preferidos de Dios, su figura debe llevarnos a mantenernos firmes en la lucha por un mundo mejor para todos, donde el cuidado de cada ser humano y de la Casa Común se conviertan en actitud prioritaria, especialmente para quien se dice cristiano.
Como reconoce Mauricio López, Secretario Ejecutivo de la Red Eclesial Panamazónica – REPAM, “vivimos tiempos especialmente convulsionados y de fragmentación en los que se hace necesario una respuesta profunda desde el espíritu”. Desde una necesaria actitud profética, Mauricio López afirma que “nuestra realidad concreta necesita una Iglesia que responda valiente a las causas estructurales de la injusticia en medio de perspectivas populistas y extremos también nacionalistas. Al mismo tiempo, en tiempos donde la Iglesia ve con vergüenza sus propias fragilidades, equivocaciones y errores, es necesario hacer, todavía más, una purificación interior para reconocer el llamado existencial de una Iglesia al servicio de la vida y del pueblo, mucho más que al servicio de sí misma”.
En las palabras del Secretario Ejecutivo de la REPAM se refleja la vida de Monseñor Oscar Romero, en quien “encontramos una pedagogía que nos permite responder a esto, una pedagogía que se sostiene en dos elementos esenciales, la conversión profunda y la profecía. La primera es fruto de la indignación y del dolor de un pueblo que está siendo masacrado, asesinado. La segunda nace de la esperanza y la alegría de amar la vida, de amar al pueblo, desde donde la Iglesia se siente conmovida, convocada a entregarse toda, independientemente de las consecuencias, para poder responder a ese amor profundo por mujeres y hombres que hacen la diferencia”.
Lo que sucedía en El Salvador en el tiempo del martirio de Oscar Romero, “lo podemos ver también en nuestra Amazonía, donde los líderes, mujeres y hombres, están siendo desplazados, desconocidos sus derechos y están viviendo situaciones cada vez más vulnerables, incluso para la hermana Madre Tierra”, denuncia Mauricio López. Él afirma que “conversión y profecía son los signos más profundos que nos deja San Romero de América, que el Papa Francisco lo reivindica con un elemento más, que es la sangre de martirio, que no es una sangre fracasada y una sangre de muerte, sino que es una sangre que baña, que siembra y que nutre y fecunda la vida”.
La Panamazonía está manchada de sangre, la de aquellos que se han comprometido en la defensa de la Vida, de los derechos humanos. En esa perspectiva y en una tentativa de avanzar en un proceso de promoción, defensa y exigibilidad de derechos humanos, se está celebrando en Jaén, Perú, de 10 de octubre a 9 de noviembre, la II Escuela de Derechos Humanos en la Panamazonía, organizada por la REPAM y entidades afines, donde 25 jóvenes indígenas y de comunidades amazónicas, junto con agentes de pastoral de once territorios y seis países, buscan “establecer vínculos, ante una realidad que nos desafía a juntarnos, a unir fuerzas, porque estamos fragmentados, dispersos, pero con los mismos problemas que son los impactos causados por las grandes empresas”, como reconoce Zelia Maria Batista, religiosa del Consejo Indigenista Misionero – CIMI, que acompaña diez pueblos indígenas en la región de Maraba, Amazonía brasileña.
Según el Secretario Ejecutivo de la REPAM, “nuestra Escuela de Derecho Humanos se ha sentido profundamente en comunión con San Romero de América y con el Papa Francisco. Estamos viendo la alegría de estar juntos, de reconocer el vino de lo cotidiano, de sentirnos hermanos, de caminar juntos, de decir que cuando estamos unidos hay posibilidades, que cuando contamos nuestras historias afirmamos los rostros y podemos mirar más allá, en una perspectiva Panamazónica y de red”.
Esta actitud es de particular importancia en la región amazónica, pues las grandes empresas están dividiendo a la población local, provocando una invasión cada vez mayor en las comunidades y territorios. Por eso, como señala Zelia Maria Batista, “es importante que las pastorales trabajen en el campo de los derechos humanos. Es urgente que nuestra Iglesia esté cada vez más implicada en lo social, en la promoción y dignidad humana. La Iglesia, como dice el Papa Francisco, debe ser una Iglesia en salida, que está atenta a las necesidades, oyendo el clamor de ese pueblo”.
La religiosa brasileña reflexiona en voz alta sobre una de las realidades que encierran más sufrimiento en la región amazónica, que es el pueblo “que está tan injusticiado, oprimido en las grandes periferias de nuestras ciudades”. Ella denuncia la ausencia de la Iglesia en esos lugares e insiste en que “necesitamos fomentar, intensificar la presencia de las pastorales sociales que defienden los derechos de nuestros pueblos en las ciudades, porque la mayor parte de la población de la Amazonía es urbana. Tenemos muchos pueblos indígenas en la ciudad, tenemos una gran periferia de pueblos que la Iglesia no está presente y tenemos esa misión, cada vez mayor, de estar al lado de ese pueblo para defenderlos en sus derechos básicos, la vida, la educación, la casa, todo lo que ellos tienen como derechos”.
Desde ese marco, “la REPAM quiere seguir el llamado de San Romero de América, quiere sentirse profundamente invitada a reconocer el vino que llamó a Jesús en su primer milagro para poder precautelar la vida, la alegría, promover la plenitud en aquellas bodas de Caná, y al mismo tiempo, el vino que es la sangre del propio Jesús, que se entrega a sí mismo asumiendo las consecuencias de su vida, de su denuncia profética”, reconoce Mauricio López, para quien, por otro lado, “es el vino de sangre derramada, que es un vino de las amenazas tan profundas que todos estos casos que están en nuestra escuela están viviendo y van a vivir aún con más fuerza, que nos hacen sentir corresponsables para poder trazar caminos en la perspectiva de la defensa integral de los derechos humanos, para poder defender la vida para que haya vida plena para otros y otras”.
Esta escuela, es para el índígena ecuatoriano del pueblo Kichwa, Germán Vargas, un momento para “aprender a nivel de diferentes países lo que pasa sobre derechos de la naturaleza, de las nacionalidades, de los territorios, del agua. Aprender y compartir con mis nacionalidades que están en la provincia de Sucumbíos”, una región amenazada por las empresas petroleras. El indígena denuncia que las organizaciones indígenas “no son capaces de informar, capacitar a los líderes, no han tenido esa preocupación para dar información en las comunidades, en las bases de las nacionalidades”.
Por eso, Germán Vargas insiste en que “la Iglesia debe dar el impulso, dar orientaciones, capacitaciones. Con esto nosotros podríamos formar, capacitar, orientar en las bases, que necesitan esas capacitaciones, no los lideres, no los dirigentes, sino las bases de las comunidades, defendiendo las mingas, haciendo aportes. Esa gente necesita esta capacitación, esta orientación. Algunos líderes se quedan arriba, afuera, no nos comunican nada. Esa mala práctica han venido trabajando”.
Esa es una situación que se repite en la región del Alto Putumayo, Colombia, donde vive José Joaquín Jajoy, otro de los participantes de la Escuela, quien reconoce que “para mí es muy importante aprender, formarme, saber qué son los derechos, porque es necesario defender esos derechos y qué queremos nosotros conseguir al defender estos derechos”. Él denuncia “la presencia de multinacionales, con fines de explotación en los territorios”. Desde ahí destaca la importancia de los jóvenes ese proceso de defensa de los derechos humanos, que reciban la herencia “de nuestros abuelos, de nuestros mayores”. En ese sentido, José Joaquín recuerda “la historia de mis abuelos, que hablaban de una comunidad única, que habitábamos un territorio. Una generación más tarde la historia cambió y fue por la presencia de nuevas personas de otra comunidad que llegaron al territorio con otras costumbres, otras formas de vida, con la que interactuamos”.
Tanto estos ejemplos, como los once casos que están presentes, ”le van dando sentido a la pedagogía de San Romero de América de conversión y profecía”, reconoce Mauricio López. Por eso, el Secretario de la REPAM pide a San Romero de América que «nos dé la capacidad de responder valientemente y de no perder lo esencial en nuestra búsqueda, y que estos pasos que comienzan el camino sean también semilla sembrada para que muchos más tengan vida y vida en abundancia”. Junto con eso, pide igualmente “que la REPAM purifique su intención para poder también reconocer fragilidades, reconocer también todos nuestros equívocos y ser también apuesta de vida mucho más allá de nosotros mismos”. San Romero de América, ruega por nosotros.