Redacción: Óscar Chumpitaz – La República
10:33|18 de diciembre de 2018.- Operación harpía iv (parte i). Desde 13 mil pies de altura, la Fuerza Aérea del Perú comprueba un drama que no se detiene: la destrucción de miles de hectáreas de bosques. Las imágenes que captó con sus modernos equipos revelan que la contaminación ya afecta ríos y zonas que son reservas naturales. La República acompañó esta misión que duró cinco días.
A 13 mil pies de altura (4 mil metros) la selva luce herida de muerte. Los aviones de la Fuerza Aérea vuelan en círculos y confirman lo que todos saben, pero nadie enfrenta: la minería ilegal continúa arrasando los bosques y matando los ríos en la región de Madre de Dios, en la frontera con Bolivia y Brasil.
La herida de color marrón se disemina a lo largo de unas 18 mil hectáreas, y gran parte de ellas están próximas a áreas naturales protegidas.
Esta suerte de metástasis ha crecido en los últimos años por acción de cientos de dragas y retroexcavadoras que en cuestión de meses convierten grandes porciones de selva en pantanos inertes cargados de mercurio y cianuro.
Operación Harpía IV
Comprobar esto solo era posible desde el aire, y la FAP lo hizo como parte de las operación Harpía IV de vigilancia y control del espacio aéreo en la región Madre de Dios, los días 3, 4, 5, 6 y 7 de diciembre.
El Comando de Control Aéreo de la FAP registró miles de fotografías y videos que permitirán identificar y enfrentar actividades ilícitas y generar mecanismos de respuesta frente a desastres naturales.
El avión C-26B, dotado de un sensor ADS80, captó imágenes mediante un barrido, y con una cámara Flir Starfire HD, registró videos de alta resolución, los cuales serán empleados por distintas instituciones de Estado para las acciones que correspondan.
La República participó en estas operaciones que sirvieron para comprobar que los principales focos de deforestación siguen estando en La Pampa, el mayor centro de minería ilegal del Perú, y la cuenca alta del río Malinowski, distante a 20 kilómetros.
Las áreas devastadas se ubican –por ironías del destino– en concesiones destinadas a la reforestación y en un territorio perteneciente a la comunidad nativa Kotsimba.
Ambos enclaves están fuera del corredor minero legal y dentro de las zonas de amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata y del Parque Nacional Bahuaja Sonene, espacios adyacentes a las áreas protegidas que sirven de transición entre las reservas y su entorno, y en las que también están prohibidas la minería y la tala ilegal.
Desde el aire comprobamos cómo, con maquinaria pesada, los mineros han ido desapareciendo la cubierta vegetal en las áreas donde podría haber oro.
Día y noche trabajan removiendo y filtrando la tierra para hallar algunos gramos del preciado mineral. Luego viene el turno de las retroexcavadoras que sacan miles de toneladas de tierra y forman surcos que pueden medir entre 15 y 20 metros de ancho y no menos de 10 metros de profundidad.
Después de un primer lavado con agua que es traída desde el río, el material es elevado con bombas centrífugas de gran presión, para luego ser subido a camiones, cuyas imágenes fueron captadas por los equipos de la FAP.
«Por eso hay grandes tubos y mangueras en las minas a tajo abierto, como La Pampa», dice un piloto.
Mercurio y cianuro
Un ingeniero asesor de la Federación Nativa del río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad) explica que en las dragas hay trampas para el oro, que en estado natural siempre está unido a otros minerales como la magnetita. En estas máquinas el material pasa a través de varios filtros impregnados de mercurio, que sirve para separar el oro de las impurezas.
“También se utiliza cianuro, pero con menor frecuencia”, afirma.
El experto explica que el oro es separado del resto del material que se lleva impulsado por agua a presión hacia pequeñas lagunas artificiales que son usadas para depositar el desecho. Una vez sedimentado el material, esa agua con mercurio es reutilizada en varios procedimientos.
Las minas pueden trabajar las 24 horas del día, en dos turnos. En la minería ilegal la reutilización de mercurio no resulta algo barato, pero se consigue tan fácil que los mineros informales optan por asumir ese costo y dejar las lagunas tóxicas abandonadas.
En las imágenes captadas por la FAP se ven las pozas artificiales construidas durante el proceso que hemos descrito y que, una vez agotada la explotación, son abandonadas.
La coloración verde o azul de las aguas se explica por la presencia de los metales pesados como el mercurio y el cianuro. También van a parar a esas pozas la gasolina y el diesel desechado de los motores.
Cuando las lluvias son intensas, en las minas abandonadas se ven correr pequeños ríos de lodo que terminan en las fuentes hídricas de la zona, bien por filtración en el suelo o directamente hacia las quebradas y ríos debido a los desbordes. Así se multiplica la devastación ambiental.
A nivel de suelo, dice el ingeniero forestal, después de un corto tiempo se ven grandes extensiones de tierra amarilla, que corresponde a la capa que está por debajo de la vegetación y del humus y que, por lo tanto, o ya no genera vida o lo hace con muy pocos nutrientes.
Las montañas blancas, que se asemejan a un paisaje lunar, son las tierras que contienen mayor cantidad de mercurio. «Estos montículos están literalmente muertos», agrega.
La ruta del oro
En La Pampa hay decenas de campamentos mineros donde además de minería ilegal existe trata de personas, tráfico de drogas, prostitución y explotación de menores, entre otros delitos.
La unidad monetaria es la pepita de oro. El gramo de este mineral está cotizado en 120 soles en esa zona.
Una de las rutas para ingresar a La Pampa se encuentra entre los kilómetros 104 y 108 de la Carretera Interoceánica.
En ese sector operan las minas Pablo Fernández, Hilaria, Rosita, Orión, Pancayllo, Paraíso e Infierno. El ingreso es por cualquiera de los cuatro ‘peajes’ controlados por hombres armados y provistos de teléfonos satelitales.
Existen otras dos tranqueras en los ingresos a los denominados Megas 13, 15, 16 y 17, en la Interoceánica, los cuales conectan Puerto Maldonado con Mazuko. Dos peajes más están instalados en la entrada a los Mega 11 y 12.
Como en Kotsimba, en La Pampa se cobra cupos a las maquinarias pesadas. También cada carro que ingresa paga 200 soles y por motocicleta o mototaxi 150, soles, señalan dos dirigentes nativos que no revelan sus nombres.
Ahí, unas 2 mil mujeres son explotadas laboralmente.
Al ver las imágenes captadas por los aviones de la FAP, un oficial de la Policía y personal de la Fiscalía Especializada del Medio Ambiente (FEMA) aseguran que los mineros han ingresado a zona prohibida para extraer oro. «Están dentro de la reserva», señala sorprendido uno de los agentes.
La Asociación de Conservación Amazónica (ACA) y el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía (MAAP, por sus siglas en inglés) detectó la entrada de los mineros ilegales a Tambopata en setiembre del 2015, gracias a las manchas marrones que se abrían en la espesa selva.
Tambopata presenta uno de los mayores índices de biodiversidad del mundo. Alberga más de 632 especies de aves, 1.200 de mariposas, 103 de anfibios, 180 de peces, 169 de mamíferos, 103 de reptiles y 1.255 especies de plantas.
El Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado(Sernanp) resguarda los atractivos naturales de la Reserva Nacional Tambopata y la zona de amortiguamiento del Parque Nacional del Manu.
Técnicos de estas entidades precisaron que las zonas y espacios donde se desarrolla la minería ilegal se encuentran fuera de los circuitos turísticos protegidos, los mismos que no han sido afectados debido a las estrategias de conservación que desarrolla el Sernanp.
Miles de hectáreas
La deforestación causada por la minería ilegal se triplicó en los últimos años, al pasar de 5.000 a 18.000 hectáreas entre 2001 y 2016.
Las autoridades peruanas estiman que las organizaciones criminales ganan unos 2.600 millones de dólares al año, a partir de la producción y venta del oro extraído ilegalmente en la Amazonía.
Y es que la región de Madre de Dios enfrenta desafíos graves que han sido poco escuchados pese a las alertas tempranas de organizaciones ambientales, personas e instituciones que luchan por la conservación de los recursos naturales.
La República preguntó a las autoridades y funcionarios regionales que tienen a su cargo los entes de control y vigilancia de la selva, por cuanto en sus despachos reposan denuncias e investigaciones. En todos los casos, la respuesta fue la misma: promesas de respuestas que nunca llegaron.
En cuanto a la tala de árboles para la comercialización de madera, Julio Cusurichi, presidente de la Federación Nativa del río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad) que agrupa a 34 comunidades de esa región y a dos del Cusco, dice que va en contra de la conservación de los recursos naturales.
Pese al oscuro panorama, hay organizaciones y personas que están trabajando por la preservación de la fauna, la flora y el medio ambiente.
«Nos preocupa que tarde o temprano la actividad ilegal llegue a la Reserva Nacional de Tambopata», dice Julio Cusurichi, galardonado con el premio medio ambiental Goldman para Centro y Sudamérica en el año 2007.
El presidente de la Fenamad ha sido víctima de amenazas y calumnias de parte de algunos madereros ilegales y empresas mineras que se oponen a su labor.
No obstante, se mantiene firme ante estos retos.
Sostiene que la selva siempre ha sido codiciada por «monstruos industriales» como las mineras y mafias peligrosas como las que se enriquecen con la tala ilegal.
Cusurichi sabe mejor que nadie lo nocivas que son las secuelas que dejan a su paso.
Ha visto cómo sus hermanos nativos han sido despojados de sus tierras milenarias, cómo murieron contaminados los ríos sagrados, cómo han sido devastados los árboles, fuentes de vida.
Pero hay un sector de nativos que quizá sean los más afectados: los no contactados, aquellos que decidieron vivir lejos de la civilización. Estos grupos indígenas (yoras, mashcopiro y amahuacas) mueren lejos y en silencio.
Cifras
186.242 hectáreas de bosque han sido deforestadas en Madre de Dios entre el 2001 al 2017, según el portal de Geobosques.
23.669 hectáreas de bosque se depredaron el 2017, la cifra más alta en 16 años, según Geobosques.
S/ 120 cuesta el gramo de oro en La Pampa, según la PNP.
37.3 horas de vuelo se emplearon en la Operación Harpía IV, según fuentes de la FAP.
Gral. FAP José Davis: “Hay que articular esfuerzos para hacer más eficiente la vigilancia en la Amazonía”
El teniente general FAP José Miguel Davis Molina, jefe del Comando de Control Aeroespacial (Comca) y responsable de la operación Harpía IV, señala que el trabajo que se realiza en Madre de Dios es un esfuerzo conjunto con ministerios, la Fiscalía de Medio Ambiente, la Marina de Guerra y los gobiernos regionales.
Señala que lo más importante de las Operaciones Harpía I, II, III y IV, ha sido integrar la información para ser más eficiente la vigilancia.
«La información que remitimos a ministerios y otras organizaciones permite modificar políticas públicas y tomar nuevas medidas», indicó el oficial.
Por su parte, el coronel FAP Jhonny Robles, coordinador de los operativos, dice que «se está trabajando con instituciones del Estado porque juntos queremos enfrentar el efecto destructivo de las actividades ilegales».
Después de la Operación Harpía III, la Fiscalía en materia ambiental de Madre de Dios, a cargo de Karina Garay, realizó 12 intervenciones contra la minería y tala ilegal, en áreas monitoreadas por la Fuerza Aérea del Perú.
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Fuente: La República