El Ojo que Llora: Para no olvidar jamás la violencia contra los pueblos indígenas de la Amazonía

Bernardita Vega y Luzmila Chiricente, durante la jornada conmemorativa por los XVI años de la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Foto: MOCICC

Por: CAAAP

15:40 | 26 de enero de 2022.- El Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación al Memorial El Ojo que Llora, a fin de garantizar su protección y, con él, los valores históricos, artísticos e intelectuales del país según la Ley General del Patrimonio Cultural de la Nación. Esta obra constituye un homenaje a todas las víctimas del Conflicto Armado Interno sucedido en el Perú entre los años 1980 y 2000, y fue inaugurada el 28 de agosto de 2005, en el marco del segundo aniversario de la presentación del Informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Desde entonces, sufrió ocho ataques.

El Memorial se inauguró con 32 000 nombres escritos a mano, que se fueron borrando con el paso del tiempo. Hoy hay 16 608 nombres de personas desaparecidas y asesinadas, y quedan muchas más por completar. Entre ellos están los nombres de hombres y mujeres indígenas que fueron asesinados durante el Conflicto Armado Interno. En la Amazonía, el pueblo más afectado fue el Asháninka y sus parientes Nomatsiguenga (del valle del Pangoa). Según el Informe Final de la CVR, fallecieron alrededor de 6 000 asháninkas sobre un total de 52 000, estimados durante el Censo realizado en 1993. La experiencia más trágica de todos los pueblos rurales del Perú.

La expresidenta de la Federación Regional de Mujeres Asháninkas, Nomatsiguengas y Kakintes (FREMANK), Luzmila Chiricente, que en aquellos años ya destacaba como lideresa, vivió en carne propia la época en la que Sendero Luminoso perpetraba masacres contra su pueblo. Ella perdió a un hijo de tan solo 14 años. “Se fue a hacer unas compras y lo llevaron. Nunca más volvió. Nunca supe si está vivo o muerto”, cuenta. En los momentos más duros, apenas 17 personas resistieron en su comunidad. Los demás huyeron selva adentro, pero ella optó por resistir porque “teníamos que defender el territorio, si nos íbamos nos lo quitaban”.

Foto: MOCICC

Bernardita Vega, expresidenta de la Mesa de Diálogo de la provincia de Satipo, en Junín, perdió un hermano y un padre. Ella logró escapar por su astucia adolescente. “Como tenía dos hermanos militares, toda la familia éramos objetivo de Sendero, por eso mi padre nos hizo huir al monte. Estuvimos metidos por más de dos meses hasta que nos pasaron la voz que iban a llevarme, así que a media noche escapé y me refugié en el convento con el Padre Castillo”, narra refiriéndose a la Misión Franciscana de su comunidad, Puerto Ocopa. Bernardita ya nunca más volvió a ver a su papá.

A inicios de los años 80, El Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso entró en la selva central, donde desarrolló un proselitismo similar al hecho en Ayacucho, con la captación de maestros y jóvenes educados. En 1993, 200 personas, entre ellos 160 asháninkas, fueron liberadas por los militares en Selva de Oro. Entre 1987 y 1990, Sendero Luminoso controló Satipo, cometiendo asesinatos contra dirigentes y raptando a niños. En 1994 se liberaron a más de 6000 indígenas de los pueblos Asháninka, Yine y Yaminahua, de los ríos Urubamba y Ucayali, en la región de Atalaya, cautivos de hacendados locales.

Según la investigación «El pueblo ashaninka frente a la violencia de masas en el Perú. Campos de internamiento, resistencias y construcción de la identidad nacional», entre 1991 y 1993 se desarrolló una contra-ofensiva militar con apoyo de los ronderos, y se rescataron cerca de 3000 asháninkas de los campos senderistas que se instalaron en comunidades refugio, y a partir de 1992 los “arrepentidos” llegaron a las bases militares o comunidades. Entre 1993 y 1994 se encontraron fosas comunes con 2000 a 3500 cuerpos. Un año después, se liberaron cerca de 5000 indígenas asháninkas de los campos senderistas.

A fines de los años 90, ya terminada la época de violencia, muchos indígenas retornaron a sus comunidades. En mayo de 2014 se descubrieron 112 restos humanos en las comunidades de Mapotoa y Yanapango (Pangoa, Satipo). Aún existen muchas fosas comunes en la selva central que son conocidas de los nativos, pero hasta hoy no hay un registro de desaparecidos, que estaría constituido por más de 15 mil personas, ni de fosas comunes.

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