Cuando la chacra se relega porque llega el dinero: cambios alimenticios en el Bajo Urubamba

Para la selva de la región Cusco y sus pueblos originarios hay un antes y un después del inicio del Proyecto Camisea en agosto de 2004. Una zona con grandes presupuestos donde las problemáticas sociales se han enquistado a base de políticas cortoplacistas. La misionera dominica Susana Fong, allí desde 1996, lo constata a diario sobre el terreno

 

Foto: CAAAP

Por: CAAAP

11:30 | 22 de agosto de 2022.- Desde 1996 o, lo que es lo mismo, más de 25 años. Es el tiempo que la misionera dominica Susana Fong, nacida en Piura (Perú), lleva compartiendo la vida con las poblaciones indígenas del Bajo Urubamba, entre Cusco y Ucayali. Por etapas, ha participado de las comunidades misioneras de Sepahua y Kirigueti, donde está ahora. Lo que ve, percibe y analiza casi a diario no puede explicarse sin ubicar geográficamente a esta comunidad del pueblo matsigenka. Apenas unos kilómetros o, en términos fluviales, una hora y media surcando el río Urubamba, les separan de Camisea, epicentro del proyecto gasífero más grande de Latinoamérica. Y es que, para todo el río, y quienes ancestralmente lo han habitado, hay un antes y un después de los inicios de la explotación, que inició en agosto de 2004. Esto incluye aspectos medioambientales y sociales, entre ellos los hábitos alimenticios.

“Siento que la alimentación ha empeorado en estos años, la globalización ha entrado de golpe y en exceso”, explica la misionera, “se toma demasiada comida chatarra y rápida”. Por ejemplo, el tradicional masato, que al estar hecho a base de yuca “al menos alimenta”, se ha reemplazado por cerveza, gaseosa e incluso por los licores. No es extraño, al caminar por las comunidades, toparse con decenas de botellas apiladas bajo las casas. Megantoni, donde se enmarca Kirigueti, es conocido como el distrito más rico de todo el Perú a causa de los millones que, cada año, deja el canon gasífero. A diferencia de otras zonas de la Amazonía no se puede hablar de pobreza económica, pero sí se cuestiona cómo se está utilizando la riqueza.

Ahora casi nadie tiene tiempo. “Como hay tantos proyectos casi todas las familias están involucradas y muchas apenas cultivan su chacra como ocurría antes”, explica la hermana. No hay espacio para la chacra ni mucho tiempo para cocinar. “Ahora las mamás dedican menos tiempo a la preparación de los alimentos, todo es enlatado y comprado en la tienda”, comenta la religiosa quien, ha detectado, las políticas asistencialistas, y en concreto el desayuno escolar Qali Warma, también tiene sus efectos negativos. “Los alimentos que envía el Estado llegan, sí, pero, ¿qué ocurre? Por un lado, aunque se trata de alimentos nutritivos, los niños no están acostumbrados y a veces no los toman, su paladar rechaza esos sabores. Luego está la ‘confianza’ o ‘comodidad’ de algunas mamás, que creen que, porque a sus hijos les dan desayuno y almuerzo en el colegio, ya con eso basta”, explica Fong. Sabe de lo que habla. A su cargo, en la residencia estudiantil gestionada desde la Misión, tiene a unos 50 estudiantes de Secundaria procedentes de las comunidades nativas cercanas. “Nosotros tenemos que dar alimentos complementarios porque el estudiante se cansa y aburre de comer siempre lo mismo”, afirma en relación a la poca variedad de alimentos que llegan, “antes por ejemplo llegaban cuatro o cinco menestras diferentes, ahora siempre llegan dos, y también venían unas galletas nutritivas que se comían muy bien y ahora siento que envían más harinas, fideos… esas cosas”.

Volviendo al poder del ‘todopoderoso’ dinero, en Kirigueti y las comunidades del río, que la misionera siempre visita, no faltan proyectos con altos presupuestos (a menudo de varios millones) cuyos resultados son muy cuestionables. “Es todo muy cortoplacista, desde el municipio ha habido iniciativas con crianza de aves, piscigranjas, agricultura… No se trabaja con una continuidad y un acompañamiento permanente que permita que la familia crezca y se alimente”, asegura. Habla de la necesidad de ‘personalizar’ las alternativas y, sobre todo, de ‘estar ahí’. Aspirar a que estas comunidades sean proveedoras hacia el resto del país es muy complicado por la lejanía y los costes del transporte (salir a los mercados de Lima demora de tres a cuatro días y llegar a Cuzco implica atravesar el peligroso Pongo de Mainique), así que apostar por alimentarse, no gracias al dinero, sino al poder del trabajo agrícola a pequeña escala se antoja mucho más realista. “No soy experta en esto, mi rama es la salud, pero hay que apoyar a las familias y enseñarles cómo cultivar cada mes o dos meses, ir plantando y cosechando variedad de productos para que así su dieta mejore”, considera. Parece imposible que en el distrito más rico del Perú haya anemia y desnutrición, pero basta un paseo para observar a más de un niño con su ‘barriguita’ hinchada o su cabello debilitado y excesivamente claro ante la falta de vitaminas.

De la mano va la desintegración familiar que la misionera observa día tras día. Abandonos, alcoholismo, violaciones, maltrato. Desde mediados de los 90 la situación ha cambiado demasiado. “Como Iglesia seguimos con ese gran reto de trabajar por las familias”, insiste. Un trabajo de ‘hormiga’ en un contexto adverso porque, mientras el dinero sigue cayendo (como si de una fuerte lluvia se tratara), los helicópteros que sobrevuelan la zona y las grandes barcazas que surcan el Urubamba espantan a los animales. Y mientras los bolsillos se llenan, los corazones y los valores, muchas veces, se empobrecen. Pareciera una lucha de David contra Goliat en el que la globalización arrasa con todo lo que encuentra a su paso, aunque, insiste la hermana, “también a veces encontramos esas familias, esas mamás y papás que comprenden la importancia de una buena alimentación, de trabajar la chacra y de cuidar la selva, así sea una minoría”. Son esas luces en medio de la oscuridad que mantienen viva la esperanza y la ilusión.

Y pese a las dificultades, la religiosa sigue en primera línea. Apostando por la educación, por la salud, por el cariño, por la familia. Apostando por el amor al prójimo como mejor sabe hacerlo: estando ahí. Porque, como ella misma dice, “no se puede amar y no se puede dar lo que no se conoce”.

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