El papel de la mujer en las comunidades protagoniza la novena Muestra de Cine Indígena de Barcelona
“Desde que empezamos a organizarnos, gracias al movimiento, estamos empezando a recuperar nuestros derechos, el bosque. Han muerto tres compañeros y una compañera mujer”. Quien habla es Ángela Murillo, una de las testigos del documental Libertad tiene nombre de mujer. Murillo, como tantas otras mujeres indígenas de Honduras, lucha para que su comunidad pueda vivir en paz en su territorio. Sin miedo a verse privada de sus medios de existencia —cultivos, agua, tierras de pastoreo— por alguna empresa. Un proceso en el que las mujeres de las comunidades indígenas son protagonistas, aunque esto a veces pueda conllevar la pérdida de vidas humanas.
La última sesión de la novena Muestra de Cine Indígena de Barcelona, celebrada el domingo, ha tratado este tema. Y muchos más. Las películas proyectadas también hablan de mujeres empoderadas, protagonistas de sus comunidades. Que ejercen de periodistas locales, denunciando en Libertad tiene nombre de mujer la ocupación de las playas hondureñas por parte del negocio hotelero. Que asumen responsabilidades dentro de los Gobiernos locales de Antioquia (Colombia); mientras organizan asambleas de mujeres para tratar los asuntos de la comunidad, como en Primero que hablen ellas.
De ello habla Bashé Charole, comunicadora argentina de la etnia Qom y miembro de la Asociación Comunitaria Indígena de Comunicación Chaco (ACIC): “Primero que hablen ellas es un documental hecho por hermanos de Bolivia. Habla sobre la participación de la mujer. No fue fácil llegar a esta instancia de que ellas tengan que hablar, después de 500 años. En todas las mujeres hay un despertar en este sentido”. Su asociación, explica Charole, forma a las comunidades indígenas para que puedan filmar sus propias películas y documentales. Una labor que ACIC realiza como entidad integrante de la Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación de los Pueblos Indígenas (CLACPI), responsable del certamen junto a Alternativa Intercanvi amb Pobles Indígenes, ONG dedicada a la cooperación con los pueblos indígenas y a la promoción de modelos de desarrollo alternativos. Ella y otros comunicadores indígenas han sido invitadas a participar en los debates que se han realizado en cada sesión.
Documental ‘Libertad tiene nombre de mujer’.
Charole, de 34 años, explica que el trabajo de las mujeres en este ámbito sigue siendo peligroso, pese a que las comunidades cuentan con un número creciente de medios de información propios. Aún hay empresas que recurren a la violencia para mantener sus privilegios, asegura: “Anteriormente éramos cinco, se nos fue Juana, que fue violada y asesinada por investigar sobre el avance de la soja transgénica. Yo fui violada por presentar datos sobre las ventas de la tierra”. Pese a estas dificultades, las mujeres cada vez asumen un papel mayor en este y otros ámbitos de la vida en las comunidades indígenas. Ellas, asegura Charole, eran protagonistas antes de la colonización: “Desde el año 80 se está empezando a hacer un rescate cultural. Gracias a ello, estamos recién practicando el valor de darle a la palabra a la mujer. Por eso ahora hay mujeres al frente de las asociaciones. Yo estoy al frente de la organización de comunicación, lo que hace un tiempo hubiera sido impensable”. Un trabajo que supone reescribir “500 años” de impronta cultural. “Mi abuela me decía que el hombre era quien mandaba, cuando el pueblo Qom valoraba a la mujer porque era quien traía la vida. Había mujeres cazadoras, recolectoras de fruta”, relata la periodista.
El rol femenino, sin embargo, no es el único tema del festival. Durante cuatro días los espectadores han podido ver documentales sobre la represión a la que se ven sometidas las comunidades Tupinamba de Brasil por defender su territorio frente a las empresas; o la lucha de los indígenas de Guerrero (México) contra la concesión de su territorio a la minería. También se ha hablado en los documentales Aquí nos vamos a quedar y Aj Ral Ch´och´ de los procesos de expolio y contaminación de la tierra en América Latina, África, Asia y Europa. Y se han tratado modelos alternativos de desarrollo y bienestar con la proyección de Nar-Heb: Nuestro Territorio y Malla Malla Pewenche. En contextos tan distintos como los de Bogotá (Colombia) y el Alto Bío Bío,cerca de los Andes chilenos.
En países como Bolivia, la normativa ayuda al crecimiento de la comunicación indígena
Una selección de temáticas vinculadas por la búsqueda de un modelo de desarrollo alternativo, en equilibrio con el territorio y la voluntad de las personas que habitan en este. Y que responde a las preocupaciones del momento. Jordi Noé, coordinador de Alternativa Intercanvi amb Pobles Indígenes, explica que se ha hecho una selección de documentales “a partir de otros encuentros [cinematográficos] a nivel continental y mundial, y del conocimiento de las demandas de los pueblos indígenas”. Uno de estos temas era el “de los derechos de la mujer”, añade Noé, de 42 años. Como apunta Mariano Estrada, coordinador general de CLACPI, el contenido de la muestra acaba regido por la amplitud de los retos que afrontan las comunidades indígenas: “Lamentablemente nos gustaría dedicar un solo ciclo a un tema, pero hay mucho de lo que hablar. De propuestas de desarrollo comunitario, de visibilizar la equidad de género, de la educación y la salud comunitaria”.
La temática de los documentales y las producciones cinematográficas —en este y otros certámenes— varía en función del país. “En Colombia y Guatemala su producción refleja la necesidad de mostrar la presión de la soja transgénica. En Bolivia también, pero hay un enfoque más integral [porque el Gobierno garantiza mejor los derechos de las comunidades indígenas]. Se puede hablar de la mujer indígena, de cómo se siente el machismo. Hay un visión cultural, de la madre tierra, de preocupación por las comunidades”, explica Ivan Sanjinés, productor y creador del Centro de Formación y Realización Cinematrográfica de Bolivia (CEFREC).
Para visibilizar estos retos, las poblaciones indígenas tratan de establecer sus propios medios de comunicación. Radios y televisiones comunitarias desde los que puedan denunciar agresiones al territorio, o reflexionar acerca de sus propios problemas. Un punto en el que Estrada, mexicano de la etnia Tzeltal, es optimista. “Ha habido cambios notables en la comunicación de nuestros pueblos. En Bolivia, y también en México, donde teníamos derecho al espacio radioléctrico pero no estaba materializado. Ahora estamos exigiendo que se lleve a la práctica, para que haya un acceso a una parte”, explica Estrada, de 42 años.
Trailer del documental ‘Primero que hablen ellas’.
El panorama, sin embargo, varía de forma notable en función del Estado. En Argentina, explica Charole, el Ejecutivo quiere retirar las licencias de radio a las comunidades indígenas, revirtiendo los avances de la ley de medios, en la que se reconocía expresamente que había que otorgarlas. En Bolivia, por el contrario, la legislación “permite que los pueblos originarios tengan acceso al 17% de las radiofrecuencias, y al 17% de las radios comunitarias”, explica Sanjinés, boliviano de 48 años. El impulsor de CEFREC avanza que hay planes para “hacer una televisión nacional indígena”.
Allí donde avanza, la comunicación y el documentalismo indígenas suponen un antes y un después en la lucha de las comunidades por sus derechos. El certamen de Barcelona es una muestra de ello. Así lo recuerda Sanjinés, quien explica que hace 20 años la comunicación sirvió para poner en contacto a los grupos de indígenas del país, hasta entonces separados los unos de los otros: “Se reflexionó sobre la identidad, el idioma… a establecer contacto entre culturas. Se hizo mucha difusión y se proyectaban películas en lugares en los que nunca se habían proyectado. ¡Las comunidades pensaban que estan solas! Sirvió para reflexionar, para pensar sobre la propia identidad”.
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Fuente: El Pais