‘Chinita’ y las mujeres ceramistas del Cenepa, más que el renacer de un arte

-La cerámica es un arte que puede salvar vidas. Puede ser el agente de cambio de todo un pueblo. Puede también ser ese ingrediente que brinda confianza en las habilidades propias y en la creatividad. Para las mujeres awajún del Cenepa, la cerámica ha sido todo eso y mucho más.

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Para hacer los diseños se usan pinceles hechos con el cabello de las propias artistas. Foto: Rif Spahni

23:03|13 de diciembre de 2016.- La cerámica ha reencontrado un lugar entre las mujeres awajún del Cenepa. Cuando todo indicaba que este arte iba a desaparecer avasallado por los ímpetus de la modernidad, la iniciativa de un grupo de ellas le insufló nuevamente vida.

Irma Tuesta Cerrón, mujer awajún de voz afectuosa y voluntad enorme, fue testigo e impulsora de este proceso que se inició en 1998, aunque la historia completa del papel que tuvo se remónte muchos años atrás.

Es el último día de noviembre y en el frio espacio de una oficina estatal en Lima, a cientos de kilómetros de su natal Condorcanqui (Amazonas),  Irma o “Chinita”, como la llaman sus familiares, amigos y amigas, cuenta cómo empezó todo.

“Por los años setenta la cerámica se estaba perdiendo, iba entrando el plástico y el aluminio, que no se rompían”, cuenta, mientras aguarda su participación en la presentación del libro Nugkui y las mujeres ceramistas del Cenepa, que expone y explica el trabajo de este grupo de mujeres.

Por aquellos años, aún adolescente, ella se movilizaba de una comunidad a otra en la cuenca del río Cenepa, cerca de la frontera con el Ecuador, con el propósito de conocer de la realidad de su pueblo.

Así, por ejemplo, se dio cuenta de que varios recién nacidos perdían la vida por falta de atención médica adecuada, y que, de otro lado, prácticas como la siembra de algunas especies que eran propias de la zona, se habían abandonado.

Por aquella época –inicios de los años setenta– hizo su aparición en la zona el grupo Desarrollo del Alto Marañón (DAM), equipo multiprofesional integrado mayoritariamente por voluntarios y voluntarias de nacionalidad española. (1)

Convencida del trabajo que este grupo venía realizando a favor de los pueblos indígenas, no pasó mucho tiempo para que Chinita se les uniera. De este modo, empezaron a trabajar de la mano con ella, conocedora de la cultura y la lengua de quienes habitaban el Cenepa.

Con el apoyo del grupo DAM, Chinita empezó a estudiar para ser técnica enfermera, tiempo después rechazó un ofrecimiento para trabajar en Lima y nuevamente empezó a visitar las comunidades.

“(En el grupo) yo era enfermera, había una ingeniera agrónomo, y otros profesionales. Hablábamos de mejorar la crianza de aves menores, de la siembra de árboles; hablábamos también de la cerámica”.

Foto: Rif Spahni

Foto: Rif Spahni

La cerámica se convirtió así, en un primer momento, en ese vehículo que la llevó a conectarse con una realidad que desconocía en parte. Por aquellos años, explica, los voluntarios españoles se encontraban reuniendo información de las comunidades.

Chinita, entonces, a la vez que motivaba a las mujeres a retomar la cerámica, identificaba condiciones que consideraba eran negativas para el pueblo awajún del Cenepa y, principalmente, para las mujeres.

Así vino trabajando algún tiempo hasta que a inicios de los ochenta decide viajar a Nieva, capital de la provincia de Condorcanqui, a la casa de su padre, para dedicarse exclusivamente a sus dos hijos, los que tuvo con Pedro García Hierro, abogado español que llegó al Perú como parte del grupo DAM.

Tuvieron que pasar varios años para que Chinita retorne al Cenepa.

“Irma quería regresar al Cenepa para poner sus conocimientos al servicio de las mujeres awajún, sobre nutrición y salud, y con el ánimo de encontrar caminos propios para dar respuesta a cambios que perturban la calidad de vida de las familias”, cuenta Frederica Barclay.

Frederica es antropóloga y doctora en Historia. Junto a Chinita, a fines de los noventa, encontraron una forma de trabajar proyectos a largo plazo con mujeres, los cuales también buscaban marcar distancia de la actuación social del Estado. (2)

Así, lograron superar los esquemas rígidos de las organizaciones no gubernamentales que se miden por presupuestos y resultados de corto o mediano plazo, y crearon el Programa de la Mujer Awajún del río Cenepa Nutrición y Salud.

Este ha venido funcionado y funciona mayoritariamente con financiamiento propio, explica Barclay.

Irma Tuesta, “Chinita”, en la presentación del libro Nugkui y las mujeres ceramistas del Cenepa. Foto: CAAAP

Irma Tuesta, “Chinita”, en la presentación del libro Nugkui y las mujeres ceramistas del Cenepa. Foto: CAAAP

Cambios dentro de las comunidades

Según explica Irma, los cambios que se han venido dando en las comunidades en las últimas décadas, han tenido como origen “la propia escuela” y la llegada de los “programas sociales”.

Sus habitantes aducían que los niños, entre otros cambios que experimentaban, no estaban comiendo a sus horas y los alimentos que les proporcionaban a través de los citados programas eran rechazados al generarles malestares en su salud.

Entonces, era necesario volver a cada comunidad y la cerámica estaba ahí una vez más para prestar su brillo, pero esta vez con el apoyo de Ana Uribe, artista colombiana que se unió al Programa de la Mujer Awajún, a fines de los noventa.

De este modo, Chinita junto a un grupo de mujeres y de algunos hombres retomaron el trabajo de hacer que las comunidades vuelvan a sus prácticas artísticas ancestrales, y con el valioso soporte de Ana redescubrieron sus habilidades y conocimientos para la cerámica.

De esta forma, no solo se trataba de moldear figuras con la arcilla, sino también de dar color, buscar la mejor tierra, cortezas,  trazar las más exactas líneas; todo ello en base a recursos principalmente que se pueden obtener de la propia naturaleza, de su propio entorno.

Entonces lograron dar un paso más. Ya no solo se trataban de piezas hermosas a la vista y el tacto, sino que también debían ser funcionales, explica Ana. “Nosotros introducimos el para qué” volver a la cerámica.

Consiguieron crear ollas de cerámica que cocinaban a vapor. Elaboraron piezas que servían para dar la cantidad adecuada de alimento a los niños, entre otras innovaciones.

En palabras del antropólogo Alberto Chirif, Chinita y el grupo de trabajo que organiza “ha conseguido incorporar la belleza a la vida cotidiana que es algo que pocas sociedades tienen”.

El deslucido plástico que en un momento se impuso en esta parte de la selva peruana, entonces perdió terreno, y la funcionalidad y belleza de cada pieza en cerámica empezó a mostrar todo su fulgor.

Así, el programa de mujeres recaló en una nueva etapa.

Ana Uribe, artista colombiana, que junto a Chinita ha trabajado con las mujeres del río Cenepa. Foto: CAAAP

Ana Uribe, artista colombiana, que junto a Chinita ha trabajado con las mujeres del río Cenepa. Foto: CAAAP

Mientras Chinita, incansable, animaba a las mujeres a volver a la maleabilidad de la arcilla, Pedro García, o “Perico”, como lo llamaba su entorno más cercano, capacitaba  sobre “derecho y territorio” a los comuneros.

Más tarde, se pasó de capacitar y autocapacitar en cerámica, a impartir nuevos conocimientos sobre plantas medicinales, nutrición,  biodiversidad, reforestación, mejoramiento de la crianza de los niños, e incluso contabilidad, esto último para facilitar el justo intercambio comercial de las piezas.

El trabajo emprendido por Chinita y Perico, y el total del equipo, condujo, como era su objetivo, a brindar confianza a las mujeres en sus habilidades y creatividad. Pero también, según relata Chinita, a ya no depender del varón como ocurría antes.

“Al principio el hombre era el que manejaba el poquito dinero; ahora son las mujeres las que deciden qué vestido comprar”, dice Chinita, esta vez frente al público que asistió al centro cultural de la Cancillería peruana.

Más temprano, sobre la cerámica y su potencial como agente de cambio, Chinita reafirma que este arte ha hecho bastante por las comunidades del Cenepa.  Ante la pregunta de si la cerámica puede salvar vidas,  Chinita responde afirmativamente.

Entonces narra lo que –hace memoria un segundo– venía ocurriendo por los años noventa. “Había muchos suicidios, porque los hombres salían de su comunidad y las mujeres no soportaban el engaño. El suicidio era de mujeres y jovencitas”, cuenta.

Si bien el engaño de sus parejas no era el único motivante, como se puede leer en la bibliografía sobre el tema (3), Chinita estaba convencida de que podía existir una cura.

Esto la llevó, explica, a hacer numerosas consultas con expertos en el tema, incluso fuera del país. Al no encontrar respuesta, no vio mejor salida que buscar la manera de que más mujeres se involucren con la cerámica.

“Lo que hice fue decirles que entren a la cerámica, porque era como una terapia”, dice Chinita. A partir de ahí, según precisa, los suicidios se redujeron.

Hoy, las piezas que elaboran las decenas de mujeres que forman parte del Programa de la Mujer Awajún, se han expuesto en competencias internacionales. También adornan colecciones privadas.

Sobre la historia de las comunidades awajún del Cenepa se sigue investigando y escribiendo. Chinita y todo el equipo que la acompaña, sin duda, ya ha registrado buena parte de ella.

Notas:

(1) Querido Perico, Pedro García Hierro, defensor de los derechos de los pueblos indígenas. Editado por Alberto Chirif (2015). Libro dedicado a la vida y obra del abogado español que falleció en julio del 2015.

(2) Nugkui y las mujeres ceramistas del Cenepa. Editado por el Programa de la Mujer Awajún, el Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (IWGIA) y Nouvelle Planète (2016).

(3) Suicidio adolescente en pueblos indígenas. Tres estudios de caso. UNICEF (2012).

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