Olinda Silvano, la artista shipibo-konibo que llevará su arte a México

Silvano, símbolo de resistencia en Cantagallo, pone a punto su escultura en el Parque Central de Miraflores y parte a México para participar en un foro sobre moda e identidad. Esta es su historia

Olinda Silvano, artista y lideresa shipiba de la Comunidad de Cantagallo. La senora Silvano actualmente esta pintando una tinaja gigante en el Parque Kennedy de Miraflores. Foto: El Comercio.

Olinda Silvano, artista y lideresa shipiba de la Comunidad de Cantagallo. La senora Silvano actualmente esta pintando una tinaja gigante en el Parque Kennedy de Miraflores. Foto: El Comercio.

16:17|11 de julio de 2017.- Su madre tenía 13 años y su padre solo uno más cuando ella nació. La mayor de 11 hermanos, Olinda Silvano llegó al mundo a los siete meses, pequeñita y frágil. Su abuelo le colocó ajo sacha en la nariz para fortalecerla y ahuyentar la flojera. Y en su cabeza, una corona invisible hecha con el poder de las plantas para adquirir la sabiduría y las visiones que la acompañan en su vida.

Reshijabe, su nombre en shipibo-konibo, significa «el primer suspiro». Su madre lo escogió por ser su primogénita y por haber pasado su embarazo suspirando. Nació en Paoyhan, al borde del río Ucayali, y desde pequeña, mientras cazaba peces con lanza en el río, recogiéndose el pelo como un varón, sintió la fuerza que la naturaleza le había otorgado, la misma que le ha servido para salir adelante ante las adversidades.

Tuvo sus primeras visiones de muy niña, a los 5 años. Cuando jugaba al borde del río, con los ojos abiertos o cerrados aparecían dibujos y diseños que solo ella podía ver. Al comienzo se la pasaba preguntándoles a los otros niños si veían lo mismo que ella, y todos le contestaban que no. Le preguntó a su madre y ella le respondió que tenía el don, que debía dibujar para mantener el legado de sus ancestros. Su abuela la llevó al monte para echar en sus ojos las gotas de otra planta que le permitiría ver más y mejor, gotas blancas que abrieron sus visiones y que le hicieron comprender que su destino era el arte de trazar el kené.

Reconocido desde el 2008 como patrimonio cultural del Perú, el kené es un arte ancestral que se diseña sobre piel, cerámica, madera o tela. Inspirado en la energía poderosa de plantas como la ayahuasca, la chakruna y el piri piri, el kené no es solo una secuencia de bellos diseños geométricos. Es una trama, una red de significados que hablan del cielo, de los ríos, las plantas, la salud, la enfermedad, la vida misma. Es la expresión fundamental de la identidad cultural del pueblo shipibo-konibo.

Aunque Olinda lo supo tempranamente, tuvo que hacer de todo antes de llegar a ser la artista y maestra reconocida que ahora dicta talleres y visitan los alumnos de arte de diversas escuelas y universidades. A los 15 años llegó a Pucallpa sola, sin el permiso de su padre, con la idea de trabajar para sacar a su familia de la pobreza. Antes de huir del pueblo, le susurró a su padre mientras dormía que con su primer sueldo le compraría una camisa amarilla y un pantalón. “Se los mandé por encomienda y a mí me compré una toalla. Nunca había tenido una y me sirvió doble: para secarme y cubrirme por las noches”, confiesa.

Olinda ríe emocionada recordando que su padre lloró al recibir la camisa amarilla. “En ese momento él comprendió que yo no había ido a la ciudad para hacer nada malo. Trabajé cocinando y limpiando hasta las madrugadas, pero nunca dejé mi arte”, recuerda.

Pocos años después llegó a Lima con casi toda su familia para instalarse en la comunidad de Cantagallo, donde vivió dos de los momentos más duros de su vida. Primero, la muerte de su padre que no sobrevivió a la golpiza que le propinó un grupo de matones aparentemente contratados por traficantes de terrenos. Segundo, el incendio que dejó la comunidad convertida en cenizas. Ella perdió todo el material que había producido durante mucho tiempo con la ilusión de abrir una pequeña tienda. “Pero no perdí estas manos ni las visiones que llevo dentro, eso estaba intacto, así es que comencé de nuevo”.

Símbolo de resistencia en Cantagallo, Olinda es la lideresa de una comunidad de migrantes que ha renacido de las cenizas. Su casa es un gran kené diseñado por ella misma, y su arte la ha llevado a pintar hasta las columnas del tren eléctrico, dándoles el color y la belleza que no tenían.

Recientemente, ha pasado las tardes pintando una tinaja inmensa que ha sido instalada en el Parque Central de Miraflores. Asimismo, acompañada por la diseñadora Anabel de la Cruz, se prepara para participar en México, en representación del Perú, en un ciclo de diálogos en torno a la moda y la identidad organizado por Tercera Piel, agrupación mexicana que este año seleccionó al Perú como país invitado al evento a desarrollarse del 14 al 31 de julio.

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Fuente: El Comercio

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