Por Jonathan Hurtado
15:30|6 de noviembre de 2018.- Miguel Ángel Cadenas lleva 24 años viviendo en Iquitos (Loreto), los últimos veinte en el río Marañón. Es agustino y acompaña al pueblo indígena Kukama. Con Manolo Berjón, también agustino, alimentan el blog digital La candela del ojo, donde analizan, como casi no se hace en otro espacio, la vida en la Amazonía, especialmente la de los pueblos indígenas.
Ambos participaron del tercer encuentro territorial presinodal, evento que tuvo lugar en la ciudad de Iquitos a mediados de octubre. Participaron en dicho encuentro hombres y mujeres de los vicariatos de San José del Amazonas, Requena y, naturalmente, Iquitos.
En la siguiente entrevista, Miguel Ángel Cadenas habla sobre lo que espera del Sínodo de la Amazonía convocado por el Papa Francisco para octubre del próximo año, explica qué cambios son necesarios en la estructura de la Iglesia si se quiere atender mejor y a más gente, y, sobre todo, llama la atención sobre el rol de la Iglesia respecto a las culturas de los pueblos originarios.
-En su primera intervención cuestionaron el concepto de ‘ecología integral’, que está en el nombre que lleva este evento (y que está en el mensaje que lleva el propio Sínodo de la Amazonía), haciendo así una interesante llamada de atención. ¿Puede explicarnos por qué no es tan preciso hablar de ecología integral para el caso de Amazonía?
A ver, la ecología integral es un asunto importante, nosotros no negamos la importancia. Es fruto de la encíclica Laudato Si que es el aporte de la Iglesia católica a la conferencia que hubo en París (COP21) en torno al medio ambiente, y es un documento muy importante. Pero como es un documento para la Iglesia, entre otras cosas tiene que ver mucho con la manera occidental de mirar el mundo, y en estos temas lo que ocurre es que occidente separa por un lado naturaleza de cultura. Esa dicotomía lleva precisamente a la crisis ecológica que estamos padeciendo. En cambio, en pueblos indígenas la separación entre naturaleza y cultura no es tan nítida, mejor dicho, no existe. Por ejemplo, un chamán después de que un niño se enferma, le puede poner la arcana (el espíritu) del mono al niño para que no vuelva a enfermar. Es decir, dentro del niño está también el espíritu del mono para que de esa manera el niño esté protegido por el mono y no se enferme. Eso significa que al interior del cuerpo la distinción entre naturaleza y cultura, tal como lo pensamos los occidentales, no rige en pueblos indígenas. Por eso, nuestra propuesta es que siendo un tema tan importante la ecología integral, consideramos que el Sínodo también debería tener en cuenta otras maneras de afrontar este mismo problema, en este caso desde los pueblos indígenas.
-Otra idea que expuso es que en cuanto al tema de la cultura para los pueblos indígenas no cabe tanto el término de pérdida de la cultura, sino que es mejor hablar de transformación. Pensaba en algo que decimos mucho, que es la pérdida, por ejemplo, de las lenguas indígenas. ¿Cómo ve todo este tema?
Bueno, eso es un poco más complejo, pero digamos algunas notas. Los occidentales solemos hablar de pérdida, pero los indígenas suelen hablar de transformación, en el caso concreto de las lenguas. Las lenguas indígenas son fundamentales, todo lo que hagamos por que haya una política lingüística que favorezca las lenguas indígenas creo que siempre será bienvenido. Pero dicho eso, por ejemplo, el pueblo kukama no considera el cambio de la lengua kukama al castellano como una pérdida, sino más bien como una adquisición para poder conversar y poder vivir en este mundo donde todo se vehicula a través del castellano. Ahora bien, el castellano amazónico no es el castellano de otras regiones del mundo donde se habla castellano, y está permeado por las estructuras lingüísticas de los idiomas indígenas, en este caso del tupi guaraní del kukama. Entonces, el concepto más importante en pueblos indígenas me parece que es el tema de transformación y no tanto el de pérdida, porque los pueblos indígenas lo que hacen es tratar de incorporar lo extraño para continuar manifestándose como indígenas.
-Sobre las preocupaciones de la Iglesia se han dicho hasta ahora varias cosas. Se ha hablado de la necesidad de más sacerdotes y de más laicos comprometidos. Para usted, ¿qué preocupaciones de la Iglesia deben ser más prontamente atendidas?
Bueno, eso también es un tema complejo. El Papa ha escrito una carta por el caso de abusos sexuales identificando el clericalismo con el abuso de poder, el abuso sexual y el abuso de conciencia; por lo tanto, el binomio cléricos-laicos hay que volver a deconstruirlo y pensarlo de otra manera. Me parece que es mejor, es preferible pensar a partir de la comunidad; qué es una comunidad cristiana también es otra pregunta fundamental que no tiene nada que ver en la Amazonía con lo que se piensa en otros lugares. Pero de lo que yo creo que se trata, es de que el grupo humano que forma la comunidad cristiana tenga los ministerios necesarios para continuar con la labor de la Iglesia. La estructuración actual de la Iglesia no siempre ha sido así. En la Biblia aparecen muchos modelos diferentes y yo creo que el Sínodo tiene la tarea de inspirarse en algunos modelos bíblicos que permitan que pueblos indígenas y, en general, la Amazonía puedan continuar manifestándose como cristiana con otros modelos distintos al actual.
-¿Qué es la poliontología?
Digamos que la antropología amazonista actual ha hecho un cambio sustancial, lo que llaman el ‘giro ontológico’, no solo en la Amazonía sino también en otros espacios del mundo. El giro ontológico tiene que ver con la realidad, cómo abordamos la realidad. Pero no de una manera metafísica como en occidente, sino como una cuestión metodológica qué es esto de los espíritus; qué significa, por ejemplo, para el mundo actual. La poliontología es que mucha gente se maneja en dos ontologías distintas. (Philippe) Descola habla de cuatro ontologías: habla de animismo, analogismo, totemismo y naturalismo. Digamos que por lo menos la mayoritaria en la Amazonía en el animismo, y la mayoritaria en occidente es el naturalismo. El animismo es que todo tiene espíritu, el naturalismo parte de la separación naturaleza-cultura y otra serie de cuestiones. En pueblos indígenas, pero también sobre todo en la ciudad, mucha gente que se puede manifestar como naturalista, con una visión occidental, de vez en cuando utiliza también el modelo animista. Por ejemplo, no hace mucho, un sociólogo y una bióloga que forman una familia cercana a una parroquia vinieron para solicitar que fuéramos a bendecir su casa porque su hija de seis años veía espíritus. Es decir, ellos como científicos sociales están en un mundo más o menos occidental, pero de vez en cuando acuden también a un modelo animista para explicar algunas cosas que occidente no puede explicar. Por ejemplo, por qué hay ruidos en la casa. Ellos lo atribuían a algún espíritu. Entonces se necesita un chamán, en este caso el sacerdote que bendiga la casa y se puedan retirar los espíritus. Pero esto de la poliontología está recogido, no recuerdo de qué pueblo indígena, por una antropóloga brasileña que ha trabajado este asunto.
-¿Qué puede hacer la Iglesia al respecto?
La iglesia lo que puede hacer, primero, es acompañar a los pueblos indígenas, a la gente en general. Segundo, yo creo que es muy importante que la Iglesia lo que haga es afianzar la vida de las personas, porque cuando minamos la cultura lo que hacemos es desproteger a las personas, y entonces ahí es donde viene todo tipo de problemas. Por lo tanto, lo que hay que hacer es afianzar las culturas, la que la gente vive y se manifiesta. Y a partir de ahí utilizar las herramientas cristianas que pueden ayudar a la gente a vivir acá, si hay malos espíritus y la gente considera que el agua bendita puede ayudar a proteger a la gente, pues yo creo que hay que utilizar el agua bendita. La misma presencia de la Iglesia lo que hace es proteger de malos espíritus a una buena cantidad de gente; pero vuelvo a insistir, creo que lo más importante es consolidar las formas de vida culturales de la gente porque eso lo que hace es fortalecerle y que tenga herramientas propias para enfrentarse en el mundo en el que vivimos.
-Usted habló sobre los demonios, dijo que detrás de estos casos (de endemoniados) se encuentran situaciones de explotación y que al respecto la Iglesia puede hacer mucho. ¿Cómo la Iglesia tendría que abordar temas como estos que se presentan en pueblos indígenas?
Hace poco, hará 20 días, un mes, hemos escrito un asunto sobre endemoniados en San José de Saramuro (Loreto), viendo todo el entramado petrolero que hay detrás de todo eso. Yo creo que ahí hay dos cosas: para la Biblia los endemoniados es un asunto importante y Jesús lo que hace es liberar a las personas del demonio; lo mismo ocurre acá en la Amazonía: hay espíritus buenos, espíritus malos. A partir de la época de los jesuitas se comienza a hablar de demonios que son espíritus malos que pueden poseer a la persona, y detrás de eso siempre hay explotación. Una manera de mirarlo es una explotación, puede ser explotación laborar, explotación sexual, puede ser explotación económica, puede ser explotación cultural, puede ser explotación lingüística… hay múltiples cuestiones que hay que mirar. Yo creo que hay que mirar al fondo y saber qué es lo que está pasando para poder intervenir. En ese sentido, es cercano, digamos, a lo que los católicos hablamos de temas de justicia y paz; pero solo mirado desde ahí no comprenderíamos muy bien todo este tema de los demonios porque está planteando una cosmología donde hay múltiples espíritus y donde las personas pueden ser poseídas por esos espíritus. Por lo tanto, volvemos otra vez al tema de la ontología y ahí la Iglesia lo que puede hacer es acompañar, rezar, utilizar el agua bendita, sin detrimento de ver la estructura de opresión que hay detrás, porque si no, nos quedamos en algo anecdótico, que no permite que la gente tenga una vida digna.
-Un punto que está surgiendo en los encuentros territoriales es cómo incluir la cosmovisión o las formas de ver el mundo de los pueblos indígenas a las prácticas que son propias de la Iglesia, ¿cómo cree que esta inclusión se pueda dar?
Yo no estaría tan de acuerdo en eso porque eso significa que la estructura eclesial es la que va organizar cómo integrar todo ese tipo de cosmovisiones; más bien lo que ocurre es que la gente ya lo integra, la gente amazónica perteneciente a pueblos indígenas y es católica. Y lo que tenemos que mirar es cómo lo hace, apoyar las cosas que son fundamentales para esos pueblos y permitir que el espíritu se manifieste a través de ellos y vaya dirigiendo el proceso, lo cual significa que nuestro papel es de acompañamiento no de dirección, de indicar por dónde van las cosas.
-Usted destacó el papel de los animadores cristianos, dijo que son el rostro amazónico de la Iglesia, y les dio las gracias, como a Ribelino. Una necesidad que tienen es la de sentirse más acompañados por la Iglesia, piden más formación. ¿Cómo la Iglesia podría acompañar, mejorar su relación con ellos o fortalecerlos?
Yo creo que hay que cambiar la estructura de la Iglesia, tal como estamos no podemos atender a la gente. Tenemos parroquias inmensas con sacerdotes que son varones, célibes que tienen que atender cantidades inmensas de territorio, a veces también varios pueblos indígenas y es absolutamente imposible… entonces eso hay que cambiarlo. Para mí ha sido una bendición poder llegar a la Amazonía y encontrar personas como Ribelino, Pepe también que está acá, y muchos otros que me han ido enseñando cómo es la vida en el pueblo Kukama. Y yo creo que esa integración nos puede ayudar a todos, los ayuda a ellos, puede ayudar también a los que venimos de fuera y eso ayuda a la formación y a la vivencia de la Iglesia. Pero la estructura tal como está debe cambiar, sino no podemos continuar.
-¿Cómo piensa usted que los pueblos indígenas ven a la Iglesia?
Eso es una pregunta compleja, porque no hay una visión como pueblo, cada persona tiene una visión distinta; entonces hay gente que está más cercana a la Iglesia y que está más o menos de acuerdo con lo que hace la Iglesia. Otra gente está más lejana y tiene, digamos, un poco más de indiferencia, y otra gente pues no está tan a favor. Por ejemplo, las sectas evangélicas consideran a la Iglesia como un enemigo que es un tema muy importante para pueblos indígenas. Entonces algunos indígenas se apropian de eso para poder continuar manifestándose como indígenas. Yo creo que la Iglesia no debe tener complejos, debe estar en medio de la Amazonía, ofrecer lo que puede ofrecer, acompañar. Y cuando hay críticas pues pensar lo que nos están diciendo porque hay cosas que hay que cambiar y lo demás hay que aguantar, aguantar el tipo como todas las personas.
-Finalmente, ¿qué es lo que usted espera del próximo Sínodo de la Amazonía?
Del Sínodo espero muchas cosas, pero así, resumido, una de las cosas que espero es que haya más conexión de la Iglesia, de unos con otros. Hasta ahora estamos muy atomizados porque la Amazonía es inmensa. Cada uno está en un territorio muy disperso, con poca comunicación. Entonces una de las cosas que espero es que haya más integración, más comunicación al interior de la Iglesia, qué están haciendo los distintos grupos. Otra cosa que espero es una estructuración eclesial diferente para poder proclamar el evangelio de Jesús en estas culturas que son diferentes a otros espacios, no solo a Europa sino también incluso a Lima y a otros espacios distintos. Y otra de las cosas que espero es que los pueblos indígenas se apropien del cristianismo católico y puedan dirigir la Iglesia en las próximas décadas. Eso significa no solo un rostro amazónico e indígena sino también un corazón indígena en la Iglesia.