Olinda Silvano dejó su hogar en Ucayali a los 16 años y su arte la ha llevado hasta la lejana Rusia. En estas últimas semanas ha sido una de las artistas que ha representado al Perú en la Feria ARCO de Madrid donde ha tenido la oportunidad de saludar y cantar ante el Rey Felipe VI y la Reina Letizia
10:04|07 de marzo de 2019.- Era la madrugada del 4 de noviembre del 2016. Olinda Silvano, como muchos de los otros migrantes shipibos que llegaron a la gran Lima, descansaba de las labores del día. Eran poco más de las 23:00 horas, cuando unos gritos la despertaron.
“Perdí todas mis obras de arte en el incendio: pinturas, cuadros, mantas…”, nos cuenta mientras mira sus manos llenas de líneas como tatuajes en su piel. “Quería abrir una tiendita de abarrotes con la venta de todo lo perdido. Al verme sin nada de lo que tenía trabajé vendiendo cachangas, papas rellenas y arroz con leche. Hasta fui profesora de Inicial”, recuerda Olinda, quien, gracias a su arte shipibo-konibo acaba de cantar en Madrid, para los mismísimos reyes de España, en la popular ARCOMadrid 2019.
“El arte me ha hecho conocer países que en mi vida hubiese visitado: Brasil, México, Ecuador…, hasta Rusia” afirma Olinda, entusiasmada hasta los tuétanos e incrédula por ver, por segunda vez, a sus majestades don Felipe VI y doña Letizia. “Fue un buen reencuentro con los reyes, les canté desde el corazón, a ellos les gusta mi canto”, añade.
Mujer amazónica
Madre de cuatro hijos, esposa. hija y dirigente shipiba, esta artista peruana nació en el centro poblado de Paoyhan, Bajo Ucayali. Su madre le dio la vida a la edad de 13 años y su padre solo tenía un año más, algo muy común en la selva peruana. La vida hizo que llegara a la madurez más temprano de lo normal y su cosmovisión la obligó a ver un futuro lejos de su querida comunidad.
“Me fui de casa a los 16 años. Trabajé en Pucallpa y en 1995 llegué a Lima con muchos otros artistas. No me arrepiento de ninguna decisión radical que tomé”.
El arte ancestral de los shipibos, sobre todo en Ucayali, comienza por preservar su lengua y las costumbres entre las mujeres de su comunidad: la pintura en mantos que funcionan como lienzos de colores que se extraen de los elementos naturales, hasta las vasijas y cuadros con temas de la selva, con un verde predominante y líneas sobre el rostro que elevan la belleza de las damas y son el deleite visual para los caballeros de la comunidad.
“Nosotras, las mujeres artistas, viajamos y compartimos nuestros conocimientos en diversas universidades del mundo. En un par de meses nos dirigimos a la universidad de Valencia, para asistir a un conservatorio sobre el arte shipibo”, comenta.
“Represento a la mujer amazónica, desarrollo el arte tradicional que viene desde nuestros abuelos, y por ese arte he conocido lugares tan bonitos como el Museo de Antropología de Vancouver, Canadá, donde dejamos nuestra identidad cultural de pueblo shipibo konibo del Perú”.
La familia de Olinda siempre la señaló como «callejera», como una mujer rebelde, aunque ella dice que el arte es la responsable del camino que su vida siguió. Incluso, piensa que el arte la sanó desde el incendio en Cantagallo.
Cenizas e inspiración
Ella afirma, metafóricamente, que desde las cenizas en las que quedaron sus obras creció una planta con su trabajo y su inspiración, y el fruto de la misma es su peregrinaje que la ha llevado a conocer tantos lugares: “No importa de dónde vengas, no importa tu edad, el arte puede cambiar tu vida”, dice y añade que no tiene dinero, y que tampoco ahora es la joven rebelde que salió de su pueblo shipibo, pero que gracias al arte conoce el mundo.
“Mujeres del mundo, yo les digo que no importa lo que nos digan y no importa la discriminación, nosotras sabemos lo que somos y lo que hacemos, nos tenemos que querer en primer lugar, y con eso salimos adelante con nuestras familias”.
Nadie sabe hasta dónde el arte shipibo llevará a Olinda. Nadie sabe si sus palabras, llenas de determinación y sin comas o puntos finales, son producto de su valía como mujer o son el producto de las cicatrices que la vida le ha dejado.
Tampoco sabemos si algún día esas imágenes dejarán de aparecer en sus bellos murales. Lo que sí sabemos, de lo que sí estamos seguros, es de que el día de la mujer no representa a un ser humano comúnmente llamado el sexo débil. El día de la mujer representa la valentía y el coraje de una persona que tiene la inmensa audacia de nadar en contra de la corriente.
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Fuente: La República