Orgullosamente indígena, nació y creció a orillas del Amazonas. Se inició en el liderazgo indígena hace más de 30 años. Sin estudios, pero con las ideas muy claras. Igualdad y defensa de la cultura y el territorio. “El Estado no nos trata como seres humanos, no piensa en los pobres, nos estamos consumiendo lentamente”, afirma. Ella es Zoila Ochoa Ríos, vocal de la Junta Directiva de Aidesep. ¿Quieren conocerla un poco más?
16:37|31 de marzo de 2019.- Cuando el discurso se simplifica utilizando términos del día a día, entendibles por todos, resulta mucho más rico. Por eso es verdaderamente enriquecedora una conversación tranquila con la señora Zoila Ochoa Garay, a quien llaman cariñosamente Doña Zoilita. Su sonrisa acogedora invita a saber más de su vida y de su cultura. Más de 30 años como lideresa indígena del pueblo Huitoto le avalan. Cuando empezó en estas ‘batallas’, con 19 años, “a las justas sabía leer y escribir”. Una muestra de que hay quienes no han necesitado títulos para saber cuál es su camino. Hoy es vocal de la directiva de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP) después de haber sido jefa de su comunidad y su federación en la región Loreto.
Hubo un día en que a doña Zoilita un paisano le gritó en medio de la asamblea comunal. “Pero, ¿cuándo te vas a civilizar?”, le preguntó. Era el año 2000 y la comunidad nativa Centro Arenal, a apenas 30 minutos en bote de la ciudad de Iquitos, a orillas del Amazonas, debía resolver un conflicto interno. La mitad del pueblo no quería ser nativo pero unas 12 familias, entre ellas la suya, se resistían a perder su cultura. Y doña Zoilita contestó, convencida de cada una de sus palabras: “Yo hace rato que estoy civilizada, pero no pierdo mi cultura, son cosas diferentes”.
También hubo otro día, en que doña Zoilita le hablaba a su pueblo de la igualdad. Sí, porque antes “los hombres huitoto decían que la mujer sólo servía para la cocina, lavar, ver a los hijos, ir a la chacra… ese era el rol de la mujer, no le daban espacio en las juntas directivas ni las asambleas”. La unión de muchas y la defensa de los derechos han ido abriendo, afortunadamente, nuevos espacios para las mujeres indígenas. Pero ese día, en que doña Zoilita les explicaba sobre la igualdad de derechos, otro paisano (varón, otra vez) se paró y le dijo: “¡A ver si las mujeres tienen el mismo derecho y cargan un horcón!”. Y de nuevo le tocó defenderse. “Señor, no hablamos de igualdad de fuerza, sino de igualdad de derechos donde hombres y mujeres debemos estar al mismo nivel”, trató de explicarle con calma.
Pese a estos episodios, doña Zoilita asegura que nunca ha notado que le faltasen el respeto. “Yo no siento vulneración, ni el bullying que siempre hablan”, afirma, “seguramente he sufrido mucho bullying pero nunca me ha afectado”. Ha sido así desde el colegio. Describe que Centro Arenal está rodeada de caseríos colonos, así que cuando los estudiantes tenían que ir al barrio aledaño, solían sentirse mal. Les decían “ahí llegan los nativos”. Y les afectaba en su ánimo, se sentían inferiores y menospreciados. Pero ella no. “Si me dicen huitota o nativa, ¿qué pasa? Nada, solo me están recordando mi origen, para mí es como si me dicen buenos días. Yo sigo con mi vida. Es como si dicen ‘ahí viene esa flaca’. Es que soy: flaca, huitota, nativa…”, comenta entre risas.
En tono más reflexivo, opina que estos sentimientos provienen de la falta de conocimiento. “Muchas comunidades indígenas no hacen el esfuerzo de estudiarse interiormente y se dejan influenciar por todo lo que les dicen que es mejor, sin saber que lo nuestro no es mejor ni peor… sólo diferente, y la diferencia enriquece”, asegura. De las malas experiencias que nos comenta llegó la decisión, hace casi 20 años, de no recibir familias de colonos en la comunidad. “Antes sí abríamos las puertas, pero nos dimos cuenta de que venían a querer implantar, a decir que la cultura no nos ayuda, que no trae dinero, a poner otras cosas en la cabeza de la gente”, enumera, “incluso hablan de que no vamos a poder vender los terrenos… pero no saben que los indígenas no estamos acostumbrados a vender tierra, que es comunal, es de todos, “que es algo sagrado, la Madre Tierra que nos alimenta”.
Hidrovía Amazónica: El olvido de los pobres (otra vez)
“Hemos llegado a entender que ese proyecto no va a ser para los pobres, ese proyecto está para la gente que tiene dinero y va a afectar mucho a la población”, asevera doña Zoilita cuando se le pregunta por su opinión sobre el Proyecto Hidrovía Amazónica que pretende incrementar el comercio entre Iquitos y Pucallpa mediante un costoso dragado del río Amazonas. Como habitante de la zona, es afectada directa. Anticipa que las grandes embarcaciones producirán oleajes constantes y la población ya no podrá hacer su vida. “Desaparecerán los peke-pekes por temor a los accidentes, la gente ya no podrá salir a pescar ni hacer su vida normal, afectará directamente a la alimentación de las familias”, cuenta, “¿acaso el Estado piensa en nosotros?”.
Y de ahí su mensaje, el que repite siempre que tiene oportunidad, a ver si llega hasta la clase política, hasta los altos cargos del Gobierno central: “Que nos consideren como seres humanos, sentimos, pensamos y queremos que nos respeten, porque nosotros vivimos allá, no vamos a vivir en la capital. Las ciudades no sienten lo que nosotros sentimos, lo que nos afecta en la alimentación diaria… y lentamente nos estamos consumiendo. El Estado debe considerarnos como seres humanos”.