Recordando a Cristian, a un año de su asesinato

El 17 de abril de 2019 la comunidad La Petrolera, en Loreto, vivía uno de sus episodios más trágicos. Un capítulo de su historia comunal que se teñía con la sangre del joven monitor ambiental Cristian Java y de cinco comuneros heridos. Un crimen provocado por el divisionismo comunal que provocan las compensaciones económicas por parte de las empresas y que, un año después, sigue impune.

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Por: Nancy Verónica Shibuya – Coordinadora del CAAAP en Iquitos

15:30|17 de abril de 2020.- Una luz de vida se apagó, fugazmente, hace hoy justo un año. Era un joven lleno de vitalidad y con un objetivo que pocos a su edad tienen. En cumplimiento de sus funciones como monitor ambiental de la comunidad nativa La Petrolera, en la Quebrada Patoyacu – Río Chambira (en la provincia y región Loreto), comunidad afiliada a la Asociación Cocama de Desarrollo y Conservación San Pablo de Tipishca – ACODECOSPAT, ese joven fue asesinado. Su vida fue robada por una familia azuzada por intereses económicos vinculados a actividades extractivas algo que, en la zona, es un común denominador.

Cristian Java Ríos dejó a un niño pequeño y a una familia que, hasta el día de hoy, no ve justicia sobre su pérdida. También a una comunidad entera que vive los estragos amargos de perder a uno de los suyos. Él murió en unas tierras contaminadas por el petróleo, en una zona olvidada por el Estado, pero sigue presente para quienes conocimos de su desprendimiento, de sus ganas de aprender, de su risueña sonrisa, de sus enérgicas opiniones. A un año de su partida, nos queda el sinsabor de continuar siendo testigos de una violencia estructural que seguirá cobrando vidas, que seguirá marginando y tardará en curar heridas profundas como su ausencia.

Como es de conocimiento público, algunas empresas petroleras pagan un monto de dinero a las comunidades a cambio de trabajo comunal. Es en contraprestación a  acciones como, por ejemplo, el desbroce de las áreas cercanas a los ductos. En este caso en particular, en la comunidad La Petrolera, estas retribuciones económicas colectivas originaron que un grupo de comuneros decidiera, por voluntad propia, formar una nueva comunidad dentro del mismo terreno comunal. Cabe precisar que la comunidad La Petrolera y el anexo Bellavista cuentan con título comunal expedido por el ente competente hace más de dos décadas y que, como bien se encuentra regulado en nuestro ordenamiento jurídico, no puede otorgarse un título de propiedad comunal sobre uno ya existente. Sin embargo, a pesar de su nulo reconocimiento legal, la empresa petrolera presente en la zona realizaba negociación informal con ese grupo de comuneros. Personalmente, considero que este tipo de actitud no es más que el vil actuar de funcionarios que lo único que buscan es el quiebre del equilibrio organizativo comunal. ¿Con qué finalidad? Para que, como de costumbre, termine ganando la empresa, distrayéndose así la mirada sobre lo que realmente importa: la calidad de vida de los centenares de comuneros que habitan en la zona y que afrontan, día a día, los impactos socio ambientales de la actividad petrolera en sus territorios.

Entonces, ¿cómo no indignarse si, desde que se comunico la muerte de Cristian y se reportó que tanto el Apu como otros comuneros estaban heridos, no existe en la zona ni un centro de salud para brindar primeros auxilios? ¿cómo no indignarse si ni siquiera había un botiquín comunal? ¿cómo no indignarse si se requirió apoyo a la empresa petrolera para poder evacuarles con un helicóptero y este pedido fue negado por existir al mismo tiempo una protesta en otra zona? Solo les quedó recurrir a una clínica ubicada en la cuenca del Chambira (Tucunaré) para ser auxiliados.

Es ahí que la impotencia nos embarga al saber que la vida de un buen joven se apaga en tan solo un segundo y que la de los otros cinco hermanos estaba en peligro. No es justo. Todos pasaron horas de incalculable angustia para poder trasladar a los heridos a la capital de provincia, la ciudad de Nauta, y siendo finalmente referidos a Iquitos. Este calvario, para ellos, continúa.  

Mientras eso ocurría, el cuerpo sin vida de Cristian yacía en la iglesia en la comunidad. La policía más cercana no podía asistir a realizar las diligencias preliminares. No tenían combustible. La Fiscalía, mientras tanto, elegía entre sus fiscales a quién designaba para el levantamiento de cadáver pues, si no hay evidencia de un cuerpo, no hay delito a ser sancionado. Dos días tuvieron que pasar para que una delegación acudiera y se realizaran las diligencias de acuerdo a ley. Trabajos asumidos, en lo logístico, por la organización Acodecospat en colaboración con sus aliados a pesar de que, por la peculiaridad de los hechos, tendría que haber sido asumido por el ente estatal. Sin embargo eso no importó. Todos queríamos colaborar para que se agilizara el proceso y se procediese conforme a la norma nacional, todo tras la decisión de la asamblea comunal porque ellos muy bien podrían haber optado por aplicar la justicia indígena y un año más tarde no tendríamos que seguir lamentando la falta de diligencia en las actuaciones fiscales.

A un año ya de ocurrido los hechos, y a cuatro meses desde que la investigación fiscal fuera declarada compleja con actuaciones poco diligentes, el sentir comunal es que el defensor de la legalidad está preocupado por defender su puesto y no a quienes debería. El sentir es que tenemos un Estado que no les representa, con funcionarios y autoridades que pasan efímeramente sin dejar huella. Y es que, el olvido, se evidencia con estas acciones. Sí, es momento de que esto termine pues la impunidad no es remedio ni cura de esta enfermedad, es solo el aliciente para invocar hechos similares en la zona. Sí, porque ¿cuál sería la enseñanza hasta ahora? El “aquí no pasó nada”. ¿A esto debemos llegar? ¿A operar con la ley del talión? La respuesta es clara: No.

El recuerdo de Cristian es el de un monitor ambiental caído; el de un asesinato hasta hora impune; el de una familia herida e incompleta y una comunidad acompañada de tristeza. Cristian, eres el recuerdo de aquellos amigos que, en el camino, buscarán justicia frente a tu muerte.

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