Continua el pillaje, aumenta el riesgo

Pasan los días y aun no se exponen las acciones para atender la emergencia de manera integral en la Amazonía. Mientras tanto en Ucayali, el saqueo de nuestros recursos forestales pone en riesgo a la población indígena. Urgen medidas efectivas a nivel nacional y regional.

Marina de Guerra en plena incautación. Foto: La Mula

Marina de Guerra en plena incautación. Foto: La Mula

Por: Ivan Brehaut – LaMula.pe

17:46|20 de abril de 2020.- El sábado, a través de un grupo de WhatsApp, un oficial de la Marina de Guerra informaba: “En el marco del Estado de Emergencia en el cual se encuentra nuestro país, la Marina de Guerra del Perú continúa sus funciones inherentes en contra de las actividades ilícitas que, en aprovechamiento de la situación actual de inmovilización, el crimen organizado continúa realizando dichas acciones. La BCT Sepahua en coordinación y comunicación con la BCT Atalaya, realizó un operativo en compañía de la Fiscalía de Medio Ambiente de tala Ilegal, incautando madera tipo cedro y quillobordon”

Las fotos adjuntas al mensaje lo dicen todo. Los infractores salían aparentemente de la Reserva Territorial Kugapakori, Nahua Nanti y otros, una reserva para indígenas en aislamiento (PIACI), ubicada en el límite de Cusco y Ucayali. El patrullaje emprendido por la Marina en operativos conjuntos entre las bases de Sepahua y Atalaya, nos muestran algo que ya anunciábamos.

La minería ilegal, los taladores ilegales y las mafias del narcotráfico prosiguen operando y aprovechan esta coyuntura para continuar y expandir sus operaciones, ahora que nadie los vigila y que nadie puede intervenirlos. Por lo menos, eso pensaban en Sepahua. Otros reportes de la Fiscalía Especializada en Medio Ambiente (FEMA), ahora desde Madre de Dios, indican que los mineros continúan avanzando como un cáncer sobre la desolada selva.

Pero esta vez, más allá del impacto sobre el ambiente, los bosques, los ríos, nos enfrentamos a potenciales vectores del virus desplazándose sin mayor control por inmensos espacios, llevando consigo posiblemente enfermedades como el coronavirus. La vulnerabilidad de los pueblos indígenas ante las enfermedades “occidentales”, algunas tan simples como el resfriado común, es muy alta y puede llegar a ser mortales para estos grupos. Un maderero infectado, en tierras de indígenas aislados podría causar, sin duda, una altísima mortandad entre los indígenas en aislamiento.

Por ello, los taladores ilegales que burlan los controles fluviales de ciudades como Sepahua o Atalaya, donde hoy 20 de abril se acaba de reportar el primer caso positivo para Covid-19, son amenazas tangibles para la salud de la población indígena.

La Marina de Guerra del Perú, aun con limitaciones, está apoyando efectivamente el control fluvial y debe ser reconocida por ello, al igual que la FEMA. Sin embargo, los mecanismos de control comunal, como las rondas indígenas y los comités de vigilancia comunal son ahora los llamados a cerrar los accesos y defender las fronteras ante esta amenaza invisible.

Se vienen momentos muy difíciles
La restricción del tránsito de personas en Ucayali no está funcionando. Igual que en Iquitos y otras zonas con acceso a los grandes ríos navegables, la población sigue viajando hacia y desde las ciudades, motivada por la necesidad de retornar a sus poblados de origen, la venta de productos, el acceso a salud, o salir a obtener alimentos de sus chacras, alejadas de las grandes urbes.

En Pucallpa, con varios kilómetros de ribera en el Ucayali, el control de las canoas y otras embarcaciones es particularmente difícil, especialmente por la noche. Los botes con carga están llevando pasajeros ocultos, que no reportan en los manifiestos de zarpe y que embarcan y desembarcan lejos de los puntos de control, evadiendo a las fuerzas del orden. La necesidad impulsa a las personas a abandonar sus casas y salir a buscarse el sustento. Esa es posiblemente la explicación del primer brote de COVID 19 en una comunidad nativa de Ucayali.

Si la restricción de salida de los pobladores se mantiene, debe tenerse en cuenta que si no salen a sembrar pronto, en unos meses la hambruna será masiva. Por otro lado, si bien la mejor época de pesca aun no ha llegado, el acceso a proteína es el río, al cual formalmente no pueden acceder los miles de pobladores de las regiones selváticas.

Como señalan varios artículos y pronunciamientos de colectivos ciudadanos, urge emprender una estrategia integral para atender la emergencia sanitaria en la Amazonía. Y esta no es una tarea fácil. Estamos hablando de una de las zonas de mayor diversidad ambiental y social del mundo, con miles de comunidades, distribuidas en cientos de cuencas, algunas a días de navegación desde las ciudades, con más de 40 lenguas diferentes y con variaciones culturales muy significativas. No hay lugar para recetas de escritorio, es momento de reconocer la experiencia de quienes lideran el movimiento indígena, a nivel nacional, regional y local, y de quienes han estado trabajando en el campo por décadas, y que conocen a fondo los retos que ahora enfrentan los pueblos indígenas. Indígenas y expertos de campo pueden y deben sumarse a los esfuerzos del Estado para luchar esta nueva batalla por la supervivencia de los pueblos indígenas.

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