La dolorosa decisión: cerrar la comunidad a tu propio hermano

Varias decenas de personas, quizás ya cientos, han llegado a pie a Bagua. Muchos son indígenas awajún y wampís, cuyo destino final son las comunidades de Condorcanqui que, antes de la Curva del Diablo, se topan con un control y el protocolo de pruebas rápidas y cuarentena. Pero en la selva de Amazonas la mayoría de las comunidades les ruegan que no regresen para tratar de evitar el contagio de la población

Jóvenes indígenas con destino a la provincia de Condorcanqui. Foto: R. Kampagkis

Jóvenes indígenas con destino a la provincia de Condorcanqui. Foto: R. Kampagkis

Por: Beatriz García Blasco (CAAAP)

11:40|29 de abril de 2020.- Desesperación. Así se llama el impulso que lleva, a diario, a cientos de personas a tomar una mochila con lo básico, cargar a los niños y bebés, y echar a andar. Uno de esos puntos de llegada de caminantes es Bagua, puerta de entrada a la selva del departamento de Amazonas. Una ciudad, desgraciadamente, que todo el Perú conoce por los trágicos sucesos de diez años atrás y que hoy recibe a decenas de personas cada día queriendo regresar a sus casas. Rostros, en gran parte, del pueblo awajún, y también wampís, que decidieron regresar por un mismo motivo: sobrevivir.

Responsabilidad. Es lo que piden, desde la provincia de Condorcanqui, la mayor parte de las comunidades indígenas awajún y wampís a sus paisanos. Uno de ellos es el apu Elifelet Shavit, que en declaraciones a Radio Kampagkis de Santa María de Nieva, decía: “Hemos tomado el acuerdo de no permitir que ingresen en nuestra zona, han estado estudiando, algunos están trabajando, y aquí no tenemos médicos especializados. Hemos tenido una preocupación, nuestros hijos en Lima, Húanuco, Chiclayo, Piura… Les decimos que permanezcan ahí, donde estén, hasta que pase la cuarentena y, si vienen de aquí a, por ejemplo, cuatro meses, igual no debemos permitir que ingresen porque en la comunidad nosotros siempre decimos, como awajún, así no tengan esa enfermedad, aunque no estén contagiado, siempre pensaremos y diremos que la traen. Habrá alarma”.

Miedo y dolor. Y es que decidir cerrar la puerta a tu hijo, a tu sobrino, a tu hermano, duele. Un dolor que, entre otros, ha confesado el presidente del Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampís, Wrays Pérez, desde el río Santiago: “Es una decisión muy complicada, es algo difícil de decidir, nosotros lamentablemente hemos decidido no aceptar a estos jóvenes. Creemos que es mejor que se queden allí, y trataremos de atenderlos con comida allí para evitar cualquier infección. Lamentamos la decisión, entendemos la situación de las personas. Pero es la que han tomado la mayoría de las comunidades. Nos duele mucho tomarla, pero  tenemos que evitar que, después de haber estado cerrando nosotros todos los ingresos, ellos vengan con el coronavirus y pueda ser una decisión fatal”.

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El último lunes cinco de esos indígenas awajún, oriundos de Condorcanqui, que lograron por diferentes medios llegar a Bagua dieron resultado positivo en la prueba del COVID-19. Extraoficialmente se indica que ya son más. El protocolo en la zona inicia en el puesto de control ‘Corral Quemado’, ubicado más allá de la famosa Curva del Diablo. Allí se controla el ingreso de personas y se les somete a la prueba rápida. Todos, sea cual sea el resultado, son puestos en cuarentena de forma, lógicamente, diferenciada. A la mayor parte de los indígenas, que se dirigían selva adentro, les han llevado hasta el coliseo cerrado de Bagua. Los positivos están en los camarines (vestuarios), y los negativos en otra zona del mismo recinto.

“Lo que resulta preocupante es que en un primer momento se había determinado una serie de hoteles para esta cuarentena. Lamentablemente, muchos de estos se han negado luego de cerciorarse que existen muchos casos positivo de COVID-19”, relata desde Bagua Gerson Danducho, coordinador del CAAAP en Amazonas, “y lo que resulta aún más preocupante es que a las personas de pueblos indígenas se les discrimina y les están haciendo pasar la cuarentena en lugares que no se encuentran adaptados, sin camas ni baños”. Los lugares no cumplen las mínimas condiciones de higiene, ni se garantiza una buena alimentación. De hecho, ante la situación, las autoridades de Bagua, cuyo alcalde ha renunciado al comando COVID-19 argumentando la falta de apoyo del Gobierno Regional, ‘tiran la pelota’ a los alcaldes de las diferentes partes de Condorcanqui. La situación es sumamente compleja, pues algunos de estos caminantes puestos en cuarentena, se dice que más de 20, ya se habrían fugado. Se pide también, para ellos, vigilancia policial.

Plataforma Provincial de Defensa Civil ante la Pandemia por el COVID-19 de Condorcanqui. Foto: R. Kampagkis

Plataforma Provincial de Defensa Civil ante la Pandemia por el COVID-19 de Condorcanqui. Foto: R. Kampagkis

Quienes han llegado hasta Bagua no solo lo lograron a pie, sino también jalados en camiones de mercancías e incluso, cuentan, efectivos policiales se habrían compadecido de algunos de ellos y les habrían hecho avanzar algunos tramos en sus patrulleros. También hay quienes se han aventurado, a pie, en el bosque y han arribado a sus comunidades de destino, a sus casas. “Han llegado en la noche, pero no se sabe cómo ni por dónde. La ruta no es clara, pues de Corral Quemado para adentro no hay quién lleve a las personas, solo deben caminar. De Bagua a Imaza hay controles, pero las personas se meten por la selva y por allí pasan. A Nieva también han llegado en camiones de frutas y  verduras, todo producto de la desesperación por ver cómo sobrevivir”, explica Danducho luego de recabar, verbalmente, varias versiones de contactos en la zona.

Un riesgo que todos tienen en mente son las personas que, aún autorizadas para el tránsito, puedan entrar contagiadas. En específico, se piensa en los choferes de los camiones (ya se registró un caso de este tipo en Copallín), así como los miembros de las fuerzas de seguridad, entre otros. Pero si algo preocupa son aquellas personas, indígenas o no, que aún presentando síntomas de la enfermedad se han puesto en viaje. Aunque han logrado disminuir los síntomas de la enfermedad gracias a la aspirina y tratamientos naturales a base de productos como limón, ajo o kión, siguen siendo portadores de la enfermedad y, por lo tanto, fuente de contagio.

Pedir responsabilidad a quien está desesperado no es fácil. Urgen ayudas para paliar el hambre y frenar el contagio. Un contagio que, ya algunos lo advierten, no sería solamente una tragedia por culpa del virus invisible que ha puesto a todo el mundo en guardia, sino por otros escenarios que juegan un papel relevante en la cosmovisión indígena.

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