[PODCAST_#AmazoníaEsMujer] Susana, el orgullo y la fortaleza de la mujer matsigenka

El silencio y la violencia enraizada son posiblemente los principales enemigos para la mujer indígena. La gran dificultad que, una vez superada, abre un abanico de posibilidades profesionales y personales para quienes logran liberarse y ser quienes realmente quieren. Susana Binari Piñarreal, lideresa del Alto Urubamba, en la selva del Cusco, lleva más de 20 años acompañando y defendiendo a sus paisanas en ese camino difícil, pero no imposible. Conoce y escucha su historia a través del siguiente podcast de la serie ‘Amazonía Es Mujer’

Susana Binari es, en la actualidad, autoridad dentro de la comunidad nativa de Koribeni, en la selva de Cusco. Foto: CN Koribeni

Por: Beatriz García Blasco – CAAAP

17:30 | 17 de septiembre de 2020.- “En las comunidades ahorita lo que está sucediendo es al tomar; el varón y la mujer no se miden cuando toman. Lo que yo digo es que no debería haber esa cerveza, en una ley no deberían permitir la cerveza, porque es lo que trae el malestar en cada hogar, y también el masato, que es de nuestra cultura, pero a veces por la borrachera el varón maltrata a su esposa”. La violencia familiar es una de las grandes preocupaciones de Susana Binari, mujer y autoridad matsigenka de la comunidad nativa de Koribeni, en la selva del Cusco. Más allá de que este año Susana ostente el cargo de teniente gobernador de su comunidad, ella es una lideresa reconocida del Alto Urubamba, pues fue de las primeras mujeres en ocupar un espacio en las organizaciones indígenas de su pueblo y en la propia comunidad.

Hace unos veinte años, cuando Susana estaba vinculada al Consejo Matsigenka del Río Urubamba, recibió una invitación muy especial. Desde Lima, la organización nacional AIDESEP (Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana), quería contar con ella. Quería formarla. Formarla más para que, después, ella fuera una de las coordinadoras del Programa Mujer en la zona.

  • Susana, ¿cómo es la mujer matsigenka?
  • Bueno, quizás la debilidad que tiene la mujer matsigenka es que es muy callada, no afronta la realidad, y hasta cierto punto parece que le gustase el conformismo, quedarse allí y no superarse. Pero cuando la mujer ya se empodera, por ejemplo cuando asiste a algún taller o capacitaciones, ahí recién empiezan a hablar a decir lo que ellas sienten y quieren más, empiezan a afrontar las cosas.
  • ¿Y cómo es el proceso?
  • Al inicio yo me sentía apenada, porque cuando iba a hacer un taller las señoras que participaban estaban calladitas. Les decía que hablen, que digan lo que tienen que sacar de adentro, porque a veces callan y uno se siente triste. Pero en el segundo taller que se hace, poco a poco han estado soltando y ya me he sentido alegre porque una quiere que la mujer hable. Y en el tercer taller ya hemos visto que algunas eran secretarias, jefas… esto me hacía sentir más alegre todavía porque ya estaban asumiendo responsabilidades que tenían que afrontar para su comunidad y su pueblo.
  • Han pasado años desde entonces, ¿y ahora?
  • Ahora en las comunidades las mujeres son dirigentes, presidentas y jefas. Nuestras jóvenes también son regidoras en las municipalidades. Creo que en el pueblo matsigenka los jóvenes están surgiendo con fuerza y queremos que nuestros niños también los superen a ellos.

Es el silencio el principal obstáculo. La mujer calla demasiado. Esto es especialmente sensible cuando la violencia está por medio. Susana lo sabe bien, pues muchas veces ni siquiera hablar o denunciar sirve para acabar con un problema que está bien asimilado al interior de muchas familias. Ni siquiera, opina Susana, sirven los compromisos porque estos habitualmente no se cumplen. “A veces la pareja hace un compromiso, donde el varón dice que ya no le va pegar a la mujer. Pero se sigue emborrachando, porque siempre va haber un amigo que le dé y tomen, luego va ir a su casa de nuevo y otra vez habrá maltrato”, relata esta mujer de voz fuerte y convincente, “por eso yo les pongo en el documento que se firma que se comprometan a que no va volver a suceder, porque las señoras dicen que ya no pueden soportar más. De ahí se les dice que lo que ha ocurrido es para algo más grave, para denunciar, y que para la siguiente ya nadie va a intermediar, que directamente con el documento de la comunidad se irá a la DEMUNA para denunciar”.

La infancia que le marcó

“Cuando yo tenía seis añitos, mi papá fue asesinado. Las madres me recogieron, estuve en el internado y ellas me criaron. Yo agradezco eso a las religiosas y religiosos, porque a mis hermanos también los llevaron a Quillabamba”. Susana apenas recuerda a sus padres. Su papá, Esteban Binari, era un líder reconocido. Tras su asesinato Susana y sus hermanos encontraron, en las religiosas y religiosos dominicos, al padre y a la madre que la vida les arrebató.

“Casi no me recuerdo de mi mamá. Yo siempre digo que mi mamá y mi papa han sido las religiosas y religiosos, gracias a ellos he aprendido a leer, a coser, a hacer todo. Y lo más importante, los buenos valores que una madre debería enseñar a los hijos, la educación y tener ese don de compartir y apoyarnos entre nosotros”, confiesa la mujer matsigenka. De esa época Susana tiene recuerdos imborrables. Todavía siente cómo le faltó el cariño y quiénes se lo regalaron a pesar de que por sus venas no corría la misma sangre: “Las religiosas nos han dado el cariño a mí y a mis hermanos. No nos ha faltado la alimentación, el vestir ni la educación. Para mí esto siempre va estar marcado en mi mente, porque ellas son las que han estado presentes en mi vida”.

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