‘Notemas de Nía Shavera’ fue el ganador del Premio José Watanabe Varas 2021 en la categoría poesía. “No intento suplantar ni reemplazar la voz de nadie. Simplemente ha venido a mí esta voz femenina para hablar de estos procesos”, explica su autor, Mario Zúñiga.
Por: CAAAP
18:30 | 25 de agosto de 2022.- ‘Notemas de Nía Shareva’ es el nombre del poemario escrito por Mario Zúñiga que ganó el Premio José Watanabe Varas 2021 en la categoría poesía. Su escrito combina belleza e identidad cultural, e invita al lector a sentir el mundo real de la Amazonía. Este poemario, -escogido entre otros 462- según su autor es “una especie de viajes en tres tiempos” que junta notas de diferentes tipos.
La primera parte contiene notas acerca de la justicia epistémica, que se relaciona con la capacidad de decir epistémicamente verdades, conceptos, teorías y teoremas. Un juego entre el relato de lo cotidiano con estas reflexiones. Se busca entender que, a través de la voz cotidiana de las mujeres, de las comunidades y del caminar; se expresan también dimensiones profundas filosóficas, matemáticas y científicas, y se genera una equidad con otras voces que normalmente se creen propietarias de ese universo epistémico.
La segunda parte es un juego donde los mitos que se relatan son en realidad reflexiones ontológicas de la existencia sobre cómo se crea el mundo, la moral y la ética. Posteriormente, se presentan relatos propiamente de lo cotidiano y lo más cercano a lo terrenal, acercándose a lo maravilloso que hay en el espacio terrenal. En ciertos momentos también hay denuncias de diferentes tipos de injusticias. Desde lo epistémico, hasta el reconocimiento como mujer, el petróleo, los impactos en los territorios y la ausencia del Estado.
Mario Zúñiga refleja, a través de su heterónima, Nía Shavera, las reflexiones sobre sus vivencias al lado de niños, niñas, mujeres y hombres indígenas, de los Andes y de la Amazonía. Con padres misioneros, vivió parte de su niñez en orfanatos acompañando la labor social de la Iglesia. Vivir en distintos lugares lo conectó profundamente con estos pueblos. Conversamos con el autor de ‘Notemas de Nía Shavera’. Aquí la entrevista:
– ¿Quién es Nía Shareva y qué significa para ti?
Nía Shavera es una heterónima. Los heterónimos son voces poéticas con personalidad propia que uno tiene para poder expresar, a través de la poesía, diferentes tipos de sentimientos. Nía significa agua en el pueblo matsigenka. Es como un concepto poético. Se le dice así al río, a la lluvia. Y Shareva es un nombre que me pusieron a mi hace muchos años, cuando tenía 14 o 15, en la cuenca del Tambo, junto al pueblo asháninka. Esta personalidad, Nia Shareva, es como una voz poética, femenina, que reflexiona su caminar en el bosque, en la ciudad, en el río..
El poemario es una combinación de notas de campo antropológicas con poesía, porque Nía es antropóloga de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Nía tiene sus hijas, es madre soltera y trabaja en la cuenca del Pastaza tratando de promover el turismo y los emprendimientos de las mujeres de distintas comunidades donde ella vive. Ella viaja de la ciudad o los pueblos intermedios hasta las comunidades y recoge lo que es la vida cotidiana de esos viajes. Así, cada poema es como una nota de campo.
– ¿Cuál consideras que es la contribución de las mujeres a la Amazonía y en tu proceso de aprendizaje como persona?
Los pueblos indígenas como ser integral, como hombres y mujeres; como bosque, como río, como plantas del saber, el universo amazónico en su conjunto; a mí me parece que influencia mucho en mí, en mi modo en que veo la vida y por tanto pienso que en conjunto dan mucho a la existencia misma. Valoro, además, a cada uno de estos sujetos y sujetas que conviven en espacios. Ellos me han enseñado más de lo que yo puedo devolverles en algún momento.
Mi escritura es desde la deuda, de una deuda constante, y desde una herida abierta porque, lamentablemente, y esto es en la experiencia de mi camino que he visto, hay algunos sujetos y sujetas que enfrentan mayor injusticia en estos procesos y mi propia lucha no alcanza a recoger sus contribuciones y problemas. En este caso las mujeres, los LGTBI, el territorio espiritual mismo, los seres del bosque, las madres del monte; son seres que están siendo avasallados por una modernidad patriarcal y capitalista, masculina y violenta que transforma estos lugares.
En algún momento han tenido instituciones que han permitido una convivencia distinta. Tal vez en el pasado, algunos tipos de instituciones, a veces para nosotros es un poco difícil de entender esto, permitían algún tipo de equidad de relaciones. Sin embargo, ¿qué sucede cuando los pueblos indígenas llegan a escenarios de desigualdades de clase, de raza, de género, de ontología? Cuando sucede eso se invierten sus mundos. Y muchas de estas personas terminan siendo presas de la injusticia total.
– ¿Cómo asumes la carga de escribir con una voz femenina?
Lo hago con mucho respeto. No soy representante de las mujeres. Jamás lo sería ni me atribuiría eso. Pido disculpas siempre por haber tomado una voz femenina en la poesía. No intento suplantar ni reemplazar la voz de nadie. Simplemente ha venido a mí esta voz femenina para hablar de estos procesos. Debería ser una indígena la que está hablando. Pero tal vez esto contribuya pequeñamente en mirar que hay un universo femenino importantísimo.
No soy el único, ni el primero; ni seré el último en hacer esto: hay un montón de investigadoras, de poetas, de mujeres indígenas que ya lo vienen haciendo. Hay un universo de mujeres y lideresas indígenas que se han posicionado y ganado premios internacionales. Poco a poco están comenzando a poner el tema de la mujer y del género como uno importante para poder restaurar el territorio. Esta restauración tiene que venir por muchos lados, no solamente por lo económico, sino también del género, la cultura, lo espiritual y lo ontológico. Y lo que hago, de alguna manera, es observar, desde una mirada femenina, un poco de esa riqueza y valorarla.
Como hombre también es bien difícil deconstruirse. Traemos y traigo una carga de machismo constante y siempre el escenario normal nos coloca a nosotros como voz pública, como voz política, como voz artística. Y siempre es necesario retroceder o ver qué es lo que se puede hacer con las compañeras o simplemente apartarse cómo ellas lo vean. Sigo errando, sigo siendo una persona que solo por ser hombre, nada más, genera daños y desigualdades. Esperemos que, en algún momento, las transformaciones estructurales que tengamos a través de las luchas nos permitan tener voces más equitativas. Eso es gran parte de las luchas, más allá de la mía (aunque también mía por mis sobrinas e hijo y amigas), es la de las mujeres.
– ¿Cuál es la conexión que has hallado entre la Antropología y la poesía?
Hago poesía mucho antes de conocer la Antropología. La Antropología más bien me alimenta, porque indaga mundos que para occidente son extraños, pero que la antropología nos ayuda a verlos como coetáneos, muy nuestros. Como persona, venía yo de compartir mundos que habían invertido mi lado urbano, porque yo conviví con pueblos indígenas desde niño y muy joven, con hombres y mujeres asháninkas que me enseñaron gran parte de la existencia de la vida, del pensamiento, de la perspectiva que ellos tienen. Esa sorpresa y cambios forman parte de lo que sería la poesía. Mi escritura después se alimenta ya de muchas lecturas. No soy un lector experto o especializado en poesía, leo cosas raras que se escribe en laantropología y otras ciencias, también leo mucho de otros pueblos en otras latitudes, y claro leo bastante sobre Amazonía. Es esa lectura múltiple la que alimenta más mi sorpresa o mi encantamiento sobre las cosas cotidianas o reales.
– En toda tu experiencia, ¿cuándo empiezas a ver la realidad de las comunidades amazónicas afectadas por el petróleo?
El tema lo conocí cuando estaba por terminar la carrera y me llevaron a la zona del Pastaza. Entré a hacer planes de vida junto con el pueblo quechua del Pastaza y visité, en el año 2009, el Lote 1AB. Además, había una petrolera en la mitad del Pastaza que también estaba explorando. Justo habían encarcelado a varios indígenas y me encargué de hacer los peritajes antropológicos para el juicio de algunos hermanos. También trabajé junto con las comunidades sus planes de vida durante casi dos años. Prácticamente viví en esta zona durante mucho tiempo.
De ahí también se alimenta bastante mi conocimiento sobre los pueblos, de adulto, con las lecturas de antropología amazónica ya con una mirada distinta a la de mi adolescencia y niñez. Es ahí donde me conecto con la lucha petrolera y trabajo siendo acompañante de las federaciones indígenas que pelean sus derechos contra las empresas extractivitas y después contra el Estado, con el fin de generar algunos acuerdos importantes como la consulta previa, el derecho al agua, el reconocimiento de los impactos petroleros, los desastres ambientales… Mis hermanos y hermanas son y han sido mis maestros y maestras. Y sigo aprendiendo. Esto no se acaba. Dentro de poco voy a volver a entrar a la zona a seguir escuchando y aprendiendo de ellos, porque uno nunca deja de hacerlo.
‘Notemas de Nía Shavera’ se puede adquirir escribiendo al correo fondoeditorial@apj.org.pe, con opción a recojo en el Centro Cultural Peruano Japonés, en Lima, o envíos a nivel nacional.
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Mario Zúñiga (Trujillo, 1979) es antropólogo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Actualmente es acompañante de la plataforma PUINAMUDT. Desde hace 12 años investiga temas de derechos de pueblos indígenas, hidrocarburos, gastronomía y arte. Además, es coautor de Sin derechos no hay consulta, La sombra del Petróleo, Para prender el silencio, y autor del poemario Despedidas cotidianas.