Enfermos no reciben atención debido a lo inaccesible del lugar. Pese a ello, no figura en la lista de distritos más pobres
Por Oscar Paz
Si alguna vez un presidente de la República llegase a la comunidadashéninka de Dulce Gloria, Luz Mari Ruiz Santos le pediría una cocina a gas, porque cuando cae la lluvia es difícil encontrar leña. Ante la pregunta de qué es lo que más quisiera, Luz Mari dice que sería feliz con cuatro vacas para su familia y un colegio nuevo para los niños de su comunidad.
Dulce Gloria es uno de los 26 poblados nativos de Yurúa, el distrito de Ucayali –cerca a la frontera con Brasil– que no figura entre los 20 más pobres del país, pero cuyo nivel de pobreza y pobreza extrema alcanzan al 98,9% de sus 2.587 habitantes.
De ellos, nadie tiene agua potable ni desagüe, casi todos viven de sus chacras y están prácticamente aislados del resto del país, pues la única forma de salir de Yurúa es volando: un avión aterriza dos veces a la semana en el aeródromo de la capital del distrito, Puerto Breu. Pero pocos tienen los más de S/.200 que cuesta ir a Pucallpa. Y si los tuvieran, dependen de la lluvia. Hay temporadas en las que quedarse es la única opción.
Miguel Charri es el técnico a cargo –hace nueve años– de la posta de Dulce Gloria con un sueldo de S/.750 mensuales. Bajo su responsabilidad está la atención de esta comunidad y de otras once. La más lejana está a dos días de viaje en ‘peque peque’. Cuando le toca emprender estas largas travesías, en Dulce Gloria es impertinente enfermarse.
En el 2013, el parto de una joven de 18 años se complicó con hemorragias. Charri gestionó su traslado en avión pero era tarde para el ingreso de la nave. Solo quedaba llamar a los médicos de Breu, que navegaron en bote tres horas hasta Dulce Gloria. La emergencia se complicó a tal punto que fue necesario cruzar el río, de vuelta a Breu, alumbrados solo con la luz de la luna. En el trayecto, un tronco en el río casi acaba con la esperanza de rescatar a la embarazada ashéninka y a su bebe. Son los riesgos de navegar en un ‘peque peque’ de noche y de vivir en uno de los rincones más postergados del territorio nacional.
A ocho horas de Breu, por río, está la ciudad brasileña de Marechal Thaumaturgo, una comunidad fronteriza con agua potable, desagüe, luz e Internet las 24 horas, y con un presupuesto de 21 millones de reales, como S/.17 millones.
Hay cosas que cambian mucho al otro lado de la frontera. Javier del Águila asumió la alcaldía distrital de Yurúa este año. Hizo su presupuesto pensando en los S/.9 millones con los que trabajó la gestión anterior, pero el Ministerio de Economía lo recortó a S/.4,8 millones. De eso, paga S/.1,8 millones en una deuda de la gestión anterior y ejecuta la única obra física que puede: un local comunal. Lo que queda es para pagar, por ejemplo, S/.6 mil mensuales al médico del centro de salud, porque la doctora asignada y pagada por el gobierno regional se fue y no regresó.
Hay otros gastos. Por emergencias médicas, pagaron hasta S/.7.500 por cada traslado aéreo a Pucallpa. También gastan cada mes 400 galones de combustible para alumbrar Breu tres horas al día.
Y hay que sumar los viajes que el alcalde hizo este año a Lima para que el Gobierno Central mejore el aeródromo de Breu, financie el sistema del agua potable que tanto necesitan y, además, para pedir que algún programa social llegue. Pero “vuelva mañana” –dice Del Águila– es una respuesta recurrente en los ministerios.
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Fuente: El Comercio