Un viaje ancestral en el Corredor Turístico Arawak donde una propuesta de turismo sostenible busca revalorar la cultura de los pueblos nativos de la Selva Central.
Por Iván Reyna
Un corredor turístico en la Selva Central está dispuesto a sorprender a los viajeros con su propuesta. Se trata del Corredor turístico Arawak, una brillante iniciativa que involucra a 15 comunidades indígenas de las etnias asháninka, nomatsiguenga y yanesha. El circuito promueve el turismo comunitario y vivencial mediante tres vigorosas alternativas que el visitante puede seguir.
La primera de ellas es la asháninka, en Chanchamayo (Junín), llamada “Comunidades y misticismo”, que implica un recorrido por el imponente puente colgante Kimiri, las espectaculares cataratas de Bayoz y Velo de la Novia, visita a las comunidades nativas de Pucharini y Pampa Michi, una vuelta por su Museo Etnohistórico y la degustación de sus exóticos platos típicos, como el enchipado (mazamorra de plátano) y el pescado al bambú. Simplemente exquisitos.
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La segunda ruta comienza en Satipo (Junín). Esta incluye a las comunidades nomatsiguengas y es denominada: Donde la cultura vive. Aquí se aprecia la demostración de teñidos de tocuyo mediante las cortezas, flores, hojas y raíces de las plantas. El turista participa de juegos ancestrales como la chotanka (vóley que se practica con pancas y plumas), las calaveritas (similar al bolero), el vaporeo (a través del vapor de agua con piedras calientes se eliminan toxinas), tiro al blanco (con arco y flecha), y una nutrida exposición sobre las bondades de las plantas medicinales.
El tercer recorrido le corresponde a la etnia yanesha, en Oxapampa (Pasco). Denominada como Por donde caminaban nuestros ancestros, en este circuito los viajeros pueden pernoctar en las comunidades nativas de Tsachopen, Mayme y Agazu, y de paso aprenden a elaborar las cerámicas y los tejidos típicos de los nativos. Nadie se va sin haber saboreado un delicioso café de calidad internacional, además de disfrutar de la comida tradicional. El recorrido también conduce a la refrescante cascada del río Entaz. En la noche se encienden fogatas para escuchar los relatos de los pobladores. Para qué más.
Este es un viaje a la frescura, a la naturaleza, a la vida misma. Una iniciativa repleta de emociones culturales basada en las danzas, la música, la pintura y las leyendas. La propuesta busca mejorar los ingresos económicos de comunidades que, históricamente, viven en situación de pobreza. Una brillante idea de aproximarse a los turistas con historias desde el corazón de la Selva Central. Una manera distinta de engreír al visitante. Que así sea.
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