«El gran desafío es asumir la necesidad de un desarrollo sostenible»
El lugar en el que vivo, en plena selva amazónica, y el tema de la Campaña de la Fraternidad Ecuménica, Casa Común, Nuestra Responsabilidad, con el que diversas Iglesias de Brasil hemos reflexionado durante esta Cuaresma, me lleva, al iniciar el tiempo de Pascua, a pensar en la importancia de entrar, a partir de nuestra fe, en una dinámica que nos permita tomar conciencia sobre la necesidad de resucitar la Vida de un Planeta que, si no cambia de dirección, está abocado a la muerte. Además de esto, y como un aspecto que refuerza todavía más esta preocupación, este año el Sábado de Aleluya coincide con el Día Mundial del Clima.
El gran desafío es asumir la necesidad de un desarrollo sostenible, aspecto sobre el cual los detentores del poder político y económico van tomando conciencia sobre su importancia. De hecho, el año 2015 fue de intenso debate sobre el cambio climático y la Conferencia Sobre el Clima, celebrada en París y promovida por la ONU, fue un momento propicio para debatir en diferentes ámbitos sobre la necesidad de justicia ambiental.
Lo que es meridianamente claro es que el actual modelo de desarrollo tiene como consecuencia la destrucción del Planeta Tierra. Esta propuesta socio-económica, basada en el consumo y el lucro, provoca el sufrimiento de las camadas más pobres de la sociedad, que ven su vida cada vez más deteriorada y amenazada.
Salvando las distancias, pues no es tan simple trasladar experiencias locales al ámbito universal, podríamos intentar descubrir caminos de desarrollo sustentable en la experiencia vital de algunos pueblos indígenas amazónicos, donde las «virtudes ecológicas» aparecen de forma más explícita y que tradicionalmente han sabido establecer una relación de sana convivencia con la Madre Tierra, basada en el respeto y el amor por aquella que es, por encima de todo, fuente de vida, y no algo a ser explotado hasta la extenuación como es vista por los ojos del mercado.
Como cristianos somos llamados a tener actitudes proféticas, a partir de un cambio de actitudes personales que puedan ser una referencia en la vida de la sociedad de la que formamos parte. En este sentido, la actitud del Papa Francisco en su última Encíclica, Laudato Si: Sobre el Cuidado de la Casa Común, es una referencia válida, pues en sus palabras hace una llamada, no sólo a los cristianos, sino a la humanidad en general, a asumir el desafío de proteger la Casa Común, que tenga como consecuencia la unión de todos en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral.
El obispo de Roma defiende en la Encíclica que las cosas no son propiedad exclusiva de nadie y sí donación de Dios. Desde ahí, la fe en Jesucristo, cuyo elemento fundamental es la creencia en la Resurrección, debe llevarnos a apostar por la Vida para todos y no sólo para grupos reducidos, privilegiados por instrumentos muchas veces inhumanos y basados en sentimientos insolidarios. Apostar y defender estos elementos es una clara forma de ir en contra de Aquel que asumió la muerte y resucitó para que todos tengan Vida en abundancia.
El sentimiento comunitario, bien sea a nivel local, como sucede en muchos pueblos originarios amazónicos, que lleva a pensar en el nosotros como elemento básico de la convivencia humana, o a nivel global, tiene que ser mandamiento primero y fundamental en la vida de todo cristiano, de todo creyente, de todo ser humano. Hay elementos que superan los sentimientos de fe y la Resurrección del Planeta, el cuidado de la Casa Común, es uno de ellos.
En este sentido, Francisco nos dice en su Encíclica que «el desafío urgente de proteger nuestra Casa Común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar». Por eso es necesario que abramos nuestra mente para recuperar aquellos elementos que pueden ayudar a que las cosas cambien y que la Vida continúe estando presente entre nosotros y no se acabe por el egoísmo de algunos. Ser cristiano, creer en la Resurrección, nos hace ver que es necesario mirar hacia el futuro con esperanza y no centrarse, desde actitudes inmediatistas, únicamente en el presente.
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Fuente: Religión Digital