-En su más reciente edición, la feria mantiene su propósito de salvaguardar los saberes y prácticas artísticas ancestrales de los pueblos de la costa, sierra y selva. La feria atiende de 10 de la mañana a 8 de la noche.
02:20|19 de diciembre de 2016.- Como parte de la exposición-venta de arte “Ruraq maki, hecho a mano”, el Ministerio de Cultura (Mincu), en Lima, acogerá hasta el 20 de diciembre el espléndido y dedicado trabajo de más de cien colectivos de 22 regiones del país.
En uno de los puestos, quienes vayan podrán apreciar el trabajo de Karina Tananta Sánchez que expone su obra y la de varias mujeres de la comunidad shipibo de Cantagallo, la cual a inicios de noviembre fue devastada por un incendio.
Ella exhibe mantas y bolsos bordados con los diseños geométricos del kené, arte original del pueblo shipibo. También expone piezas como collares y pulseras hechos de semillas.
Cada vez que el ritmo de la atención se lo permite, Karina avanza en el bordado de una pequeña tela que –explica– servirá para el forro de un tipo de agenda que también ofrece al público.
También de pueblo shipibo es Doria Cumapa Campos. Ella ofrece decenas de mantas teñidas y bordadas. Algunas las recuperó de lo que dejó el incendio en Cantagallo.
Ante la pregunta que de quién han aprendido a bordar y pintar, ambas contestan que “de nuestras abuelas”, y aclaran que lo que ellas saben se lo transmitirán luego a sus hijas y nietas.
En la misma sala –Ruraq Maki ocupa dos espacios del primer piso del Mincu– también expone su obra el pintor shipibo Roldán Pinedo López o “Shöyan Sheca”, que al castellano él traduce como ‘ratoncito inquieto’.
Al igual que sus compañeras, el pintor nacido en la comunidad de San Francisco, en Ucayali, comparte un espacio con sus colegas pintores de Cantagallo, comunidad que hoy busca resurgir, literalmente, de las cenizas.
Hasta su puesto llegan visitantes nacionales pero también varios extranjeros. Roldán lleva más de veinte años pintado visiones de ayahuasca y escenas costumbristas. Lo acompaña Robert Rengifo, pintor, también shipibo, a quien considera su maestro.
“Mi primera exposición fue el año 1999 en la Sala del Colegio Real (de la universidad San Marcos)”, recuerda Roldán. Destaca luego, con cierto orgullo, que él es capaz de pintar “sin bosquejo, de frente aplicando la pintura” sobre la lona o el lienzo.
En otro de los pasillos que se han creado por las filas de piezas y piezas de arte, se ubica Flora Rodríguez Arauzo, de la comunidad asháninka de Pankirentsy, en Purus, esa provincia que en el mapa da la impresión de estar incrustado en el Brasil, en el extremo este de la región Ucayali.
Flora forma parte de la asociación de mujeres artesanas Mabu Hiwe, o mujeres artesanas, la cual se creó “para recuperar nuestra artesanía ancestral que se estaba perdiendo”, según relata.
En su puesto ofrece vistosos collares, pulseras, bolsos con la iconografía de los pueblos que habitan la zona de Purus, en total ocho pueblos, de acuerdo a su conteo.
“Desde mi niñez me dedico a elaborar estos adornos. En la asociación somos como 60 socias y ahora queremos mejorar para poder exportar”, dice muy convencida.
En Ucayali también se desarrolla la Asociación de Madres Artesanas “Kari Isa Xanu”, término cacataibo que quiere decir ‘mujer bonita’. Esta organización funciona en la comunidad de Yamino, en la provincia de Padre Abad.
Según Clementina Estrella Odisio, la asociación surge en el 2008 con el fin de “trabajar lo que han hecho nuestros abuelos y nuestras abuelas”. Y aclara que recién hace dos años han logrado formalizar sus documentos para hacerse más conocidas.
“Kari Isa Xanu” lo integran actualmente 18 madres. Desde hace algún tiempo han pasado de hacer bolsos y otros adornos, a trabajar el bombonaje, planta que como insumo final asemeja a la paja y que luego de procesar sirve para hacer prendas y utensilios como paneras o hasta sombreros.
“(Al bombonaje) se le coge del cogote, luego debe estar cocinado, lo soleamos dos días, luego lo pasamos a un cajón donde lo blanqueamos con azufre y luego los tejemos con aguja. Podemos hacer paneras, pero se puede hacer mucho más”, reconoce Clementina.
En la segunda sala del “Ruraq maki” expone la familia de Sandra Pacaya Panduro, hija de Dora Panduro Silvano, destacada ceramista que falleció hace solo unos días, el 5 de diciembre.
“Ahora estamos en el puesto sus hijas, somos nosotras la que haremos lo que ella hacía, lo que es el arte, la cerámica y lo que son las telas bordadas”, dice.
Sandra vivió de pequeña con su madre y toda su familia en la comunidad shipibo de San Rafael, en el distrito de Masisea, en Ucayali. En el 2009 el Instituto Nacional de Cultura distinguió a su madre como personalidad meritoria de la cultura peruana.
Ahora Sandra sigue sus pasos. Muestra su talento con la cerámica. Es capaz de moldear pequeños animales, muñecas, casitas. También hace platos, collares con semillas.
Explica que la cerámica tiene su tiempo. “En diciembre no podemos quemar la cerámica por la lluvia”, dice. Explica que para tener un buen acabado es necesario trabajar con tierra bien seca, condición que la lluvia no permite.
Añade que los mejores meses para trabajar son mayo, junio hasta agosto; y cuando no se puede producir, lo que hacen es dedicarse a otras tareas como hacer servilletas, manteles, collares, llaveros.
Así como Sandra, Clementina, Flora, Doria, Karina y Roldán, hay decenas de expositores en el “Ruraq maki, hecho a mano”, todos y todas con una historia que contar y con hermosos trabajos.
Se trata de la más importante exposición venta de arte popular tradicional organizada por el Ministerio de Cultura. El evento culmina el 20 de diciembre, y atiende de 10 de la mañana a 8 de la noche. La dirección es Av. Javier Prado Este 2465, San Borja. El ingreso es libre.