Cortesía
23:50|01 de febrero de 2017.- El Estado declaró hoy como Patrimonio Cultural de la Nación a los conocimientos, saberes y prácticas del pueblo Awajún asociados a la producción de cerámica, ante el trascendente valor artístico y cultural de su evolutiva y preponderante trayectoria.
El Ministerio de Cultura destaca también que la cerámica Awajún ocupa un importante lugar en el arte amazónico por la expresión de su cosmovisión ancestral.
Así lo indica la Resolución Viceministerial Nº 009-2017-VMPCIC-MC, publicada hoy en el boletín Normas Legales del Diario Oficial El Peruano.
En el universo Awajún, el arte de producir alfarería es producto de la relación dinámica entre el conocimiento de las mujeres y los elementos disponibles en el entorno, requiriendo el respeto de aspectos rituales, de acatamiento de ciertas restricciones para la extracción de los recursos y de saberes basados en narraciones míticas.
Los aspectos rituales están relacionados con los cuidados especiales que se prodiga a los espacios donde se encuentran los materiales y a las plantas que proveen los insumos.
En cuanto a las restricciones que deben respetarse, cabe mencionar que no deben extraer arcilla las mujeres en periodo de menstruación o embarazadas y los hombres y mujeres que han tenido relaciones sexuales recientemente.
En cuanto al universo mítico, es central la relación con Nugkui, personaje mítico, madre de la tierra, quien enseñó a las mujeres awajún a vivir en armonía con la naturaleza, transmitiéndoles los saberes necesarios para sembrar, cuidar de las plantas y de las semillas, criar a los niños y atender y mantener unida a la familia.
El proceso de producción de la alfarería Awajún se desarrolla en tres fases: primero, los elementos del bosque se recolectan; a continuación, se transforman en vasijas por el modelado y la cocción; finalmente, se caracteriza a las vasijas con diseños que expresan su utilidad y les dan sentido y belleza.
Resulta necesario que las alfareras demuestren respeto por Núgkui para evitar que esta se sienta maltratada o celosa, y que castigue a las mujeres perjudicando su producción.
La recolección
Comprende el acopio de la arcilla o dúwe en lengua Awajún. Antes de la extracción, el yacimiento es liberado de hojas y piedras. La arcilla extraída es envuelta en hojas y trasladada en una canasta. La naturaleza también suministra la corteza de distintos árboles para la preparación de ceniza que se agregará a la pasta cerámica y que actúa como fundente, permitiendo la cocción a altas temperaturas.
Algunos otros insumos que se recogen son las hojas de diversas plantas –yuca, cocona, entre otras- que se frotan en el interior de las vasijas para impermeabilizar la superficie o los látex de distintos árboles que sirven también para sellar las vasijas y evitar la porosidad o para dibujar diseños sobre las mismas en una mezcla con vegetales, ceniza o arcilla seca.
Finalmente, se recogen frutos –como el achiote–, madera para producir carbón y arcillas de colores que se utilizan –en mezcla con algunos aditamentos– para elaborar las pinturas de colores negros, ocres y cremas que caracterizan a las vasijas awajún.
Transformación
El proceso de transformación se inicia con la preparación del dúwe o arcilla. En el proceso de amasado, la arcilla es mezclada con distintos tipos de yuku, cenizas que dan lugar a diversas pastas cerámicas. Con la pasta cerámica lista, las artesanas proyectan las piezas a elaborar.
Para el modelado de las piezas, las mujeres se sientan sobre un asiento bajo o en el suelo, de tal forma que la posición del cuerpo permita que los muslos y el estómago sostengan el tátag (tabla sobre la cual se coloca la pasta) para que las manos queden libres para el trabajo de la arcilla.
Primero desarrollan la base redonda o apújkamu, luego se forman pequeños cordones de arcilla llamados nanét que son acoplados sobre el borde de la base, uno sobre otro, hasta lograr la altura y la forma deseadas. Después, con la ayuda del kúiship (instrumento para modelar las paredes de las piezas), las ceramistas unen entre sí los nanét; alisando tanto el interior como el exterior de la pieza.
Para ello, las artesanas se ayudan con la saliva, llamada usúk que, además de lubricar y facilitar el modelado, es considerada un ingrediente que aumenta la calidad de las vasijas, tanto en acabado como en durabilidad. En la costumbre Awajún, utilizar usúk es un medio para transferir capacidades.
Secado y cocción
Una vez que se ha dado forma a la pieza, se inicia la etapa de secado que se da en dos momentos. En primer lugar, las vasijas se dejan al sol y luego se colocan en una canasta que se suspende sobre una hoguera por varias semanas, hasta que penetre bien el calor. Esta técnica se llama uyuwámi en Awajún.
El siguiente paso es la cocción que se hace sobre fuego y en un lugar abierto. Las artesanas colocan tres o cuatro palos medianos de leña dura, en forma de estrella, dejando en el centro un espacio para la leña seca, la cual también es empleada para tapar las piezas y así proporcionarles mayor calor. En ocasiones se realiza una segunda cocción.
El tiempo de cocción depende de la cantidad de cerámica que se coloque, durando usualmente entre una y dos horas, o hasta que se consuma la leña. El éxito en la cocción depende del respeto mostrado hacia Núgkui, a quien no le gusta que miren las piezas durante el proceso ni que se envidie la cerámica ajena. Es por ello que las ceramistas evitan que personas ajenas se acerquen a mirar la cocción de su producción.
Caracterización
El proceso de caracterización es fundamental en la tradición Awajún, según la cual todas las vasijas tienen niimé, atributo que se refiere al aspecto, color y carácter de cada pieza.
El fruto del achiote es el insumo que tradicionalmente se ha usado para los rojos de la cerámica Awajún, mientras que el negro se obtiene del carbón y los ocres de las tierras de colores. La técnica del dibujo con barbotinas, tierras de colores, se desarrolló hace un poco más de diez años en un taller en el río Cenepa, y ha reemplazado el uso del achiote que suele ser más difícil de fijar.
Chachamamu
El nombre para los dibujos en la cerámica Awajún es chachamamu, que significa “cualquier pintado que tenga”. Dibujar chachamamu es una forma de personalizar las vasijas, dotándolas de señales que mantienen el vínculo con las ceramistas que las produjeron. Cada mujer dibuja un chachamamu especial para su esposo o sus hijos adultos. Es muy importante que las vasijas para masato cuenten con chachamamu, sobre todo en acontecimientos sociales.
Originalmente solo se pintaban en vasijas sadas por personas importantes, denominadas wáimaku, quienes a medida que iban bebiendo el masato, descubrían el dibujo en el interior de sus recipientes. Se dice que los jóvenes que no hayan tenido una visión propia sobre su vida, mueren si es que llegan a beber de ahí.
Cada chachamamu tiene uno o varios nombres. Estos pueden variar según la ceramista que los realiza. Además, pueden combinarse varios diseños en una pieza. Generalmente, consisten en formas geométricas estilizadas asociadas a elementos de la naturaleza como cerros, estrellas, peces, partes de animales, plantas, hojas, entre otros.
La alfarería Awajún es una forma de mantener un vínculo con el dékamu (conocimiento profundo sobre la selva) entre generaciones de mujeres. Las ceramistas comparten su arte dentro de las redes familiares, pero, al mismo tiempo, también mantienen secretos y transmiten ciertos conocimientos solamente para las personas que les son más cercanas. Las ceramistas intercambian conocimientos al encontrarse, reproduciendo así aspectos de la alfarería de otras colectividades. Estos intercambios de conocimientos en la sociedad promueven el desarrollo y la vigencia de la alfarería Awajún.
Las piezas más características de la producción alfarera Awajún son las siguientes:
- pinig, pocillo redondo para beber;
- yukún, pieza en forma de copa, para beber guayusa;
- ichinak, olla para cocinar;
- amámuk, vasija con cuerpo de aros progresivos, para contener masato.
Se trata de piezas que destacan por su sencillez formal y el refinamiento de sus diseños y de sus acabados.
Al fortalecerse la producción artesanal, se ha producido también un fortalecimiento de la identidad, ya que los conocimientos ancestrales están íntimamente ligados a la cultura y a la continuidad de su lengua, pues los insumos, las herramientas, las técnicas y las piezas se denominan en lengua Awajún.
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