Por: Manolo Berjón y Miguel Ángel Cadenas (Parroquia La Inmaculada – Iquitos)
09:00| 29 de octubre de 2020.- Los medios de comunicación se hacen eco del paro en Nueva Alianza, distrito de Urarinas, provincia y región Loreto. Con una alta probabilidad se terminará solucionando puntualmente este paro. Decimos “puntualmente” porque los problemas estructurales no se tocan. El 2016 se firmó la última acta entre la comunidad y la PCM. Por supuesto, otro papel mojado más. Desde entonces, silencio. Hasta que la gente se ha cansado. Si no se soluciona bien, y eso conlleva una implicación estatal, sólo quedan dos alternativas: la frustración o la violencia. Ambas son callejones sin salida.
Pero, ¿qué nos dice Nueva Alianza? Creemos que hay varias lecciones que debemos tener en cuenta:
- Ausencia de política. Entendemos política como una búsqueda y participación en el bien común. Nuestros políticos, en el mejor de los casos, se dedican a administrar los bienes del Estado (en muchos casos con corrupción de por medio y al servicio de las transnacionales). Estos temas no entran en las agendas distritales, provinciales, ni regionales. La consecuencia es que ahora nos explotan en la cara. Faltan canales por los cuales se puedan conversar estos temas, falta Política como búsqueda y participación en el bien común.
- El tema petrolero está en horas bajas. Y esperemos que lo siga estando. El impacto al medio ambiente y pueblos indígenas está siendo excesivamente elevado. En tiempos de cambio climático es un insulto a la razón insistir en los temas petroleros. Es urgente comenzar una “transición energética”. Desde posiciones diferentes son interesantes las editoriales de El Comercio, que no es nada sospechoso, sobre Talara y Petroperú. La megaobra de Talara presiona sobre los lotes petroleros en la selva, por eso es importante para nosotros. Desconectar lo que pasa en las comunidades afectadas por la actividad petrolera de todo el entramado estatal en torno al petróleo es propio de miopes.
- Estamos asistiendo a los estertores del petróleo. Esto unido a un Estado ensimismado en temas puramente administrativos, conlleva que se puedan desencadenar “episodios violentos intensos”, como ha sucedido en Bretaña, lote 95, con la muerte de tres indígenas kukama. Lo habitual es la “violencia lenta” que ocurre gradualmente y fuera de la vista del público. Esta “violencia lenta” provoca una destrucción tardía que se dispersa en el tiempo y en el espacio. No detectar esta “violencia lenta” invisible fomenta que los comentarios en redes sociales sean tan virulentos contra los indígenas, y es favorable al sistema.
- Entre el uno y lo múltiple. El Estado necesita al uno (comunidad, federación…), con quien conversar. El Estado construye interlocutores. En este sentido, el Estado apuntala liderazgos. Es el Estado quien necesita del “uno”. Pero los pueblos indígenas son “múltiples”. No solo son múltiples en cuanto tales pueblos indígenas. En su propio ser indígena son múltiples. La comunidad es un constructo legal, pero está formada por diferentes familias o sangres. Cada comunidad se organiza como mejor le parece. Hay épocas que una comunidad elige autoridad al último que llega. Esto implica que no podrá mandar porque nadie le va a obedecer. Sucede esto cuando la comunidad prefiere que cada familia se las arregle como pueda. En otras ocasiones la misma comunidad elige a una persona de la sangre mayoritaria en la comunidad, al que obedecen, sobre todo cuando hay que conversar con los de afuera: empresas o Estado. Pero cuando el Estado convoca a reuniones e invita a las autoridades apuntala los liderazgos. Las opiniones dentro de la comunidad pueden cambiar, pero el Estado avala determinados liderazgos. También ocurre lo contrario: el Estado o las empresas buscan interlocutores ajenos a la autoridad para cuestionarla. Así es el juego del poder.
- Lo que sucede en Nueva Alianza puede estallar en cualquier otra comunidad. Insultar a los indígenas y no percibir la “violencia lenta”, además de miopía, no ayudará en el “desarrollo” de Loreto. No en vano son los pueblos indígenas quienes poseen índices de desnutrición, anemia, desescolarización, falta de infraestructuras… con peores indicadores.
Es posible hacer críticas constructivas que aporten al bien común. Sin percibir todo el entramado petrolero dejamos sin contexto las acciones de las comunidades. Esta “miopía”, afín al sistema, no ayuda nada en la construcción del bien común. Es hora de la política, de la buena política. Concluimos con varias frases del magisterio del Papa Francisco: “La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación” (Fratelli tutti, n° 15).
Y un poco más adelante vuelve a decir el Papa Francisco: “Cuidar el mundo que nos rodea y contiene es cuidarnos a nosotros mismos. Pero necesitamos constituirnos en un “nosotros” que habita la casa común. Ese cuidado no interesa a los poderes económicos que necesitan un rédito rápido. Frecuentemente las voces que se levantan para la defensa del medio ambiente son acalladas o ridiculizadas, disfrazando de racionalidad lo que son sólo intereses particulares. En esta cultura que estamos gestando, vacía, inmediatista y sin un proyecto común, «es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones” (Fratelli tutti, n° 17).