Palabras del autor, con motivo de la presentación de la segunda edición de su libro Diccionario Amazónico. Voces del castellano en la selva peruana, publicado por el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP) y Tierra Nueva.
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Alberto Chirif – Foto: CAAAP.
¿Qué es el castellano regional? Muchos pueden pensar que es solo un conjunto de palabras curiosas para designar objetos, lugares, creencias y prácticas culturales particulares de la región amazónica. Y aunque es esto es también mucho más. Es, en realidad, una estructura lingüística organizada, con características y normas determinadas, a pesar de que no estén escritas, para expresar la vida social y cultural de una parte importante de la población amazónica.
Digo de una parte importante y no de la población amazónica en su conjunto porque, como sostengo en la introducción a este libro, no existe un solo castellano amazónico, sino varios; y aun entre aquellos que más se parecen, como los hablados en Amazonas, Loreto, San Martín y Ucayali, existen variaciones en léxico, en entonación y en sintaxis que están todavía por ser estudiadas. Y si bien algo se ha escrito sobre ellas, por lo menos, a nivel de vocabulario, para dar cuenta de estas diferencias, no existe ningún trabajo acerca de los castellanos amazónicos de Junín, Pasco o Madre de Dios, tal vez porque estos no son tan evidentes cono los de Ucayali y Loreto, que se distinguen rápidamente por su entonación.
Perú es un país de castellanos múltiples y a los amazónicos hay que sumar los de diversas regiones andinas y costeñas. En todos los casos existe un trasfondo común, que es el enriquecimiento del castellano a partir de las lenguas indígenas de dichas regiones, vigentes unas y desaparecidas otras, que influyen en su vocabulario, sintaxis y fonética; y, por supuesto, de su diversidad paisajística y cultural.
Vuelvo al castellano amazónico de Loreto, San Martín y Ucayali, los que más se parecen entre sí, para referirme a la preocupación alguna vez expresada por el padre José María Arroyo en su excelente artículo “Notas sobre el habla de Loreto”. Él reclamaba: “no hay los documentos históricos con los que constatar la evolución de un proceso normal que se inicie con la introducción del castellano, enlace con su evolución y expansión escalonada y se cierra con la apoteosis final de su enseñoramiento en la selva. Nada de eso. El fenómeno del castellano es una ‘epifanía’ sin ‘navidad’. Es la erupción súbita de un volcán lingüístico que entra en actividad”.
Considero que al padre Arroyo le faltó paciencia para seguir las pequeñas huellas que comenzaron a aparecer en el siglo XVII, con el avance del quechua en San Martín y Amazonas, y en los ríos que descienden del Ecuador hacia el Perú, como el Morona, el Pastaza, el Corrientes, el Tigre y el Napo. Este avance del quechua comenzó con la difusión de vocablos propios de esta lengua, como lo registran algunas crónicas de la época de los misioneros jesuitas, y siguió con la expansión de las lenguas mismas.
La difusión del quechua tuvo resultados diversos en los distintos lugres por donde se expandió. En los ríos antes mencionados, se impuso sobre las lenguas habladas por las poblaciones locales, como las de origen záparo, e influyó sobre las de otras familias lingüísticas. En el Marañón no suplantó a la lengua kukama, pero el proceso coincide con el retraimiento de esta lengua como producto de varios factores, como la inmigración de población castellanizada procedente de San Martin. La pérdida de importancia del kukama hablado es un proceso que culmina en la época del auge del caucho, a finales del siglo XIX e inicios del XX, y con la implantación de escuela publicas que imponen el castellano y prohíben a los niños hablar esta lengua indígena. Los procesos históricos hay que reconstruirlos a partir de los datos que ofrece la realidad y solo se vuelven evidentes cuando un estudioso los sistematiza, pero no se anuncian por sí mismos.
Lo que acabo de decir me lleva a hacer una reflexión adicional. El castellano regional ha reemplazado al kukama en el mundo de las comunidades, que es el ámbito en el cual esta manera de hablar adquiere su mayor vigencia y riqueza. Es un castellano influido por las prácticas culturales propias de este pueblo que se desarrolla en ambientes acuáticos de grandes ríos y cuerpos de aguas de diferentes características y denominaciones (cochas, tipishcas, aguajales, barreales, restingas, caños y sacarita, por mencionar los más importantes) y de diversas técnicas de aprovechamiento. Se ha convertido de este modo en un elemento de identidad de los kukama porque expresa su mundo de creencias y de relaciones sociales, así como las particularidades del medioambiente en que se desenvuelve la vida de este pueblo. Considerado de esta manera es exacto afirmar, como lo hace el lingüista Gustavo Solís, que el castellano regional es una lengua indígena.
La edición que hoy presentamos, como se anuncia en sus créditos, es corregida y aumentada. La corrección ha implicado la lectura cuidadosa del texto original para enmendar errores y algunos horrores de la primera —no logro explicarme cómo pude proporcionar algunas cifras sobre la población de ciertos pueblos indígenas amazónicos—. Además de faltas tipográficas, he tratado de explicar cada entrada de la manera más clara posible, lo que me ha llevado a hacer un minucioso examen de la redacción, a lo largo de un año de trabajo. Este examen ha incluido tanto el cuerpo central del diccionario, como el anexo que aparece al final de este, donde doy cuenta de conceptos biológicos, de procesos ambientales y de elementos del paisaje que ayudan a configurar un panorama más comprensivo sobre el bosque amazónico.
En lo que concierne al aumento, esta segunda edición ha incorporado unas 150 nuevas entradas que provienen principalmente de tres fuentes: los libros Nosotros los napurunas, del padre Juan Marcos Mercier, y Nuestra Palabra, de Jean Patrick Razón y Alberto Chirif, sobre relatos del pueblo Bora alusivos a la época del caucho; y términos nuevos que he recogido a lo largo de los ocho años transcurridos desde que se publicó la primera edición. En la introducción he aumentado también consideraciones que permiten afirmar que no existe un castellano amazónico sino varios, así como algunas hipótesis acerca del momento y la manera cómo se fue configurando el castellano que prevalece en las tierras baja de la Amazonía peruana; y, por último, he incluido a otras personas en la dedicatoria: mi último nieto y dos personas —ambas ya fallecidas— que considero que han tenido importancia clave para el desarrollo de nuevas estrategias de conservación del bosque amazónico: José López Parodi, impulsor de lo que hoy es práctica habitual de conservar las riquezas naturales utilizándola con inteligencia y respeto, algo que en su momento le costó duros enfrentamientos con burócratas defensores de la conservación armada; y Peka Soini, a quien llamo el “señor de las taricayas”, por haber diseñado y puesto en práctica una efectiva estrategia para reproducir esta tortuga acuática en lugares controlados y liberar luego las crías en su medio natural.
Mi más sincero agradecimiento a los editores y a todas las personas que he consultado para que esta obra sea posible.
Iquitos, diciembre 9, 2024