Manuela Amasifuén Sangama, ceramista kichwa de Lamas, reinaugura Lluytakuna Wasi, su primer espacio propio, fruto de décadas de lucha por el reconocimiento, la justicia y la valorización del arte indígena. Este lugar, símbolo del esfuerzo colectivo de las mujeres de su comunidad, busca promover el respeto y la retribución justa por el arte amazónico, al tiempo que inspira a las nuevas generaciones a valorar sus raíces y a preservar el legado cultural de sus ancestros.
17:00 | 17 de diciembre, 2024.- El pasado 15 de noviembre de 2024, Manuela Amasifuén Sangama, destacada ceramista kichwa de Lamas, reinauguró Lluytakuna Wasi («La casa de las gentes sabias»). Este espacio, ubicado en el Wayku, no solo es un lugar para exponer y vender arte amazónico, sino que simboliza décadas de esfuerzo y la lucha por el reconocimiento del arte indígena con justicia y respeto.
Manuela aprendió el arte de la cerámica a los seis años, bajo la guía de su madre, abuelas y tías, quienes le transmitieron los saberes ancestrales. «Ellas me decían que, como mujer, tenía que aprender: cerámica, agricultura, tejido, los secretos de las mujeres… Así fui formándome», relató Manuela. Aunque tuvo que enfrentar limitaciones, como la falta de acceso a la educación formal y los desafíos de una maternidad temprana, nunca abandonó la cerámica ni su identidad cultural.
Tras vivir siete años en Yurilamas, donde participó en la fundación de la comunidad, regresó a Lamas para ofrecer mejores oportunidades educativas a sus hijos y comenzar a comercializar su cerámica. Este retorno marcó el inicio de un arduo camino, que la llevó a formar asociaciones comunitarias y a participar en concursos y ferias que impulsaron su trabajo y el de otras mujeres de la región.
Manuela destacó la importancia de las asociaciones, especialmente el trabajo conjunto entre mujeres: «Nos da oportunidades que no tendríamos trabajando individualmente. Como asociación, podemos concursar y participar en ferias. Legalmente, tenemos que estar organizadas, con un contador y todo en regla. Esto nos abre muchas puertas».
A través de este trabajo colectivo, las mujeres kichwa contribuyen a fortalecer el reconocimiento de la cerámica como patrimonio cultural. “Las mujeres aquí no paramos: trabajamos en el hogar, en la asociación, y seguimos adelante. Nos organizamos para cumplir con nuestras responsabilidades y, al mismo tiempo, fortalecer nuestra identidad cultural”, recalcó la artista.
En su local, Lluytakuna Wasi, se promueve la valorización y el pago justo para los creadores, facilitando un espacio digno para la exposición de sus piezas. Durante la inauguración, a la que asistieron representantes del Ministerio de Cultura de San Martín, así como aliadas y amigas cercanas, Manuela compartió su deseo de que las nuevas generaciones valoren sus raíces y continúen su legado. «Les digo a mis nietos: ‘Cuanto más sean profesionales, más deben valorar de dónde vienen, desde abajo hacia arriba’».
La renovación de su local fue el resultado de un esfuerzo conjunto y de nunca bajar los brazos. Tras participar en diversos concursos para obtener fondos sin resultados, el años pasado, cuenta Manuela, por fin obtuvo el impulso que necesitaba para la construcción de su local. «Me llamaron en julio y me dijeron: ‘Manuela, eres elegible’. Pensé: ‘¿Cómo voy a lograrlo?’. Pero gracias a Dios, teníamos un dinerito guardado», relató la ceramista, quien, con el apoyo de su familia, su comunidad y los fondos que ganó en el concurso, levantó el techo, construyó un baño y obtuvo su licencia de funcionamiento. Poco a poco, con mucho esfuerzo y determinación, logró remodelar su espacio de exhibición y venta.
Manuela no es solo ceramista; como muchas mujeres del Wayku, también se dedica a labores agrícolas. Ejerce, además, un rol de liderazgo en la Red de Mujeres de la Coordinadora de Desarrollo y Defensa de los Pueblos Indígenas de la Región San Martín (Codepisam), al formar parte del Consejo Étnico de los Pueblos Kichwa de la Amazonía (CEPKA).
La ceramista también ha sido maestra de varias generaciones del Wayku, transmitiendo el conocimiento y la técnica ancestral de la cerámica kichwa lamas. Su labor ha sido fundamental en la revalorización de este arte ancestral y fue protagonista en el proceso que logró el reconocimiento de la cerámica kichwa de San Martín como patrimonio cultural.
Este premio no es solo para ella, sino para su asociación y para todas las mujeres que, como Manuela, caminan juntas en la preservación de su identidad cultural. Su dedicación inspira a otras mujeres a seguir sus pasos y a continuar el legado que las abuelas han defendido durante generaciones: el arte kichwa.