Por: Beatriz García (CAAAP)
13:50|08 de diciembre de 2019.- Ahora se trata de sumar y ser reflejo de la Iglesia misionera y en salida que pide Francisco, pues su figura imprime, en ella y en otros muchos, fortaleza y alegría por seguir caminando con la Amazonía y sus gentes. “El liderazgo del Papa hace mucho bien a la Iglesia, abre ventanas y esperemos que pronto abra puertas”, opina. Es la hermana misionera dominica Zully Rojas. Una mujer que, ante todo, escucha. De temperamento tranquilo y reflexivo, fue una de las 35 mujeres que participó en el Sínodo de la Amazonía y, desde que el 27 de octubre se diera por concluido el evento, no deja de compartir y planificar para seguir navegando hacia aguas más profundas.
- Roma quedó atrás, el Sínodo ya se celebró y ahora toca aterrizar de nuevo en la realidad, en la gente, en la Amazonía. ¿Qué decir después del Sínodo? ¿Cómo está viviendo este post sínodo?
- Sí, ya ha pasado más de un mes. ¿Y qué decir? Creo que era necesario “dejar reposar” la experiencia vivida y, ahora que ya hemos iniciado el tiempo de Adviento, es muy bueno relacionarlo desde la fe y poder, al menos, “balbucear” lo que está suscitando en mí este acontecimiento eclesial. Ambos son motivo de esperanza y de comunión. Agradezco, de corazón, esta posibilidad de compartir. Considero que desde la realidad concreta de la vida en la Amazonía, el Sínodo Amazónico ha sido verdaderamente un tiempo de gracia, de búsqueda y encuentro, que trasciende las críticas que se han hecho con respecto a él. Críticas que, por supuesto, entendemos e interpretamos dentro de la pluralidad de voces que vivimos en la Iglesia universal y en la humanidad. Haciendo un ejercicio de contemplación, desde el Adviento y desde lo acontecido en el corazón de la Iglesia en Roma, siento que mis razones de esperanza se fortalecen. Este tiempo litúrgico, en el que nos preparamos para acoger el nacimiento de Jesús y tener la gracia de dar razón de la encarnación del Hijo de Dios en nuestra historia, en nuestros pueblos, en nuestras diversas culturas. Hago mías las palabras del salmista: “El señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Alegre y agradecida por todo lo vivido y compartido, por los aprendizajes, por las nuevas amistades, por la diversidad y la unidad que somos, por los retos que tenemos. En fin, por las oportunidades de transmitir la experiencia en diversos espacios y con diversos hermanos y hermanas.
- Sobre el documento final del Sínodo, ¿cómo se ha recibido? ¿Qué percibe en el ambiente?
- He sentido una gran expectativa, mucha gente quería conocer por nuestra voz y experiencia lo que se trabajó en Roma. En nuestro vicariato ya hemos tenido asambleas zonales de Madre de Dios y La Convención, tanto en Puerto Maldonado como en Quillabamba. Ahí hemos estudiado el documento para, desde lo que ahí se indica, incorporar elementos que complementan el diagnóstico del Plan de Pastoral.
- Y también ha estado unos días por Lima, con una agenda bastante apretada, ¿verdad?
- Así es. En Lima me ha sorprendido gratamente el interés de diferentes personas y colectivos que han organizado eventos, contactando con quienes hemos participado en el Sínodo para hacer las réplicas respectivas. Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que es un indicativo del nivel de conciencia y de compromiso que vamos teniendo con la Amazonía; y lo importante es que se vive así, desde otras zonas geográficas. Es una razón de esperanza, pues sabemos que históricamente la Amazonía, en nuestro país, ha contado muy poco.
- ¿Cómo calificaría el documento final que nos dejó, como fruto, el Sínodo?
- Es una expresión colectiva de quienes participamos en el Sínodo. Expertos y expertas, consultoras, auditores y auditoras… Pero también es una expresión colectiva que nace de los aportes de miles de hermanos y hermanas que participaron en toda la etapa presinodal, en la llamada ‘escucha’ y cuyos sentires configuraron el Instrumentum Labori. Creo que, todas esas voces, están representadas en el documento final. La estructura, que cuenta con introducción, cinco capítulos y conclusión, recoge lo esencial de la realidad en la Amazonía, con sus luces y sombras. Recoge también el deseo de construir nuevos caminos como Iglesia, que reconoce la necesidad de ver y escuchar para cambiar o fortalecer las buenas iniciativas que contribuyan al Buen Vivir de los pueblos originarios.
- ¿Recoge los grandes temas que preocupan a la Amazonía y que estuvieron presentes en el Aula Pablo VI?
- Sabemos bien que un escrito no siempre recoge la totalidad de lo que se dijo, ni tampoco agota la temática abordada. Lo importante es que hemos visibilizado, que hemos mostrado al mundo la diversidad que somos, la realidad de vida y muerte, las amenazas, las pérdidas que estamos viviendo y la urgencia de actuar ya. Los líderes indígenas han reconocido a la Iglesia como aliada en la defensa de sus derechos y tenemos que actuar en consecuencia, desde la escucha a la conversión, en las diferentes dimensiones que se señalan. Probablemente, en el proceso, iremos descubriendo nuevos aspectos y encontrando nuevos elementos que nos permitirán concretar más y mejor las sugerencias que recoge el documento final. Un documento que cobrará mayor significado con la exhortación que nos vendrá del Papa Francisco.
- Hemos escuchado muy buenas opiniones sobre la figura del Papa durante el Sínodo ¿Cómo sintió usted esa presencia? ¿Qué significó?
- Hay que destacar, en primer lugar, su cercanía y sencillez. Como buen pastor de la Iglesia, su interés y preocupación por la Amazonía. Su visita al Perú el 2018, especialmente a Puerto Maldonado, ayudó a visibilizar una realidad que duele y que, a la vez, generó una dinámica de corresponsabilidad que compromete, no solo a la Iglesia, sino también a los líderes indígenas, para sumar esfuerzos en el cuidado de la Casa Común. El Papa tuvo algunas intervenciones en el aula Paulo VI que nos confirmaban el seguimiento que iba haciendo día a día del Sínodo. Fueron pocas sus ausencias, solo los días miércoles porque debía estar en las audiencias. Sin embargo, eso no fue obstáculo, para plantear con claridad lo que esperaba del Sínodo. Más bien todo lo contrario.
- Recibía saludos, obsequios y, sobre todo, peticiones de fotos a diario, ¿no?
- Sí. Eso hay que destacarlo: su disponibilidad y, sobre todo, paciencia para recibir cada día el saludo de quienes lo esperábamos a la entrada del aula o en el tiempo de receso. Recibía con cariño los pequeños regalos que le ofrecimos, nos concedía con alegría cuantas fotos se le pedían. La forma de ejercer su liderazgo hace mucho bien a la Iglesia, va abriendo ventanas y confiamos que también abrirá puertas.
- Parece que pronto llegará su exhortación, ¿qué espera de ella?
- Tengo la esperanza de que la exhortación post sinodal sea expresión del proceso que estamos viviendo. Deseamos seguir abriendo nuevos caminos, respaldadas en el magisterio de Francisco, y con la participación del pueblo de Dios.
- El Papa Francisco y otros padres sinodales han reconocido y valorado la participación de la mujer en el Sínodo que, por cierto, su denominación oficial es ‘Sínodo de obispos’. Sin embargo, no se les permitió votar. ¿Qué nos dice al respecto?
- Creo que es expresión del proceso al interior de la Iglesia. Hemos participado, por primera vez en un sínodo 35 mujeres. Comparado con otras experiencias, hemos crecido en representatividad. Estas son las ventanas que va abriendo el Papa. El votar es un acto importante, pues a través de él se expresan con libertad las convicciones. Varias de nosotras, públicamente, hemos manifestado que nos hubiera gustado votar para apoyar lo que habíamos debatido en libertad en los diferentes grupos de trabajo, pero no se dio, esta vez. Las apreciaciones sobre las intervenciones que tuvimos las mujeres nos comprometen y seguiremos aportando al camino sinodal e incorporando los nuevos aprendizajes. Seguiremos insistiendo, siempre desde el respeto, para que nuestra participación en los diferentes espacios eclesiales sea en condiciones de igualdad.
- ¿Algún mensaje final?
- Señalé, al inicio, que este tiempo de Adviento es buen abono para volver a lo acontecido en el Sínodo, no como simple hecho de lo que fue, sino como expresión de encuentro con el Señor, que nos desafía a descubrir su presencia en esta porción de Reino, y en relación con la situación de “emergencia” en que nos encontramos. Deseo, para mí y para los hermanos y hermanas que comparten nuestra fe, que estemos vigilantes, porque el Señor sale a nuestro encuentro día a día y nos hace escuchar su voz a través de toda su creación. Afinemos nuestros sentidos para poder responder con amor y gratuidad lo que nos viene de Él, y hagamos posible la vida en abundancia para el pueblo.