En el Día Internacional de la Mujer reconocemos la labor de un grupo de peruanas que luchan cada día por mantener vivas nuestras tradiciones desde distintas trincheras culturales.
116:15|08 de marzo de 2018.- En un terreno a las faldas de un cerro de Campoy, en San Juan de Lurigancho, la comunidad shipibo-conibo ha construido su nuevo hogar. Si las aproximadamente 20 casas que allí se ubican no estuvieran pintadas con llamativos murales con motivos shipibos, el contraste no existiría. El color (el arte) emerge en medio del polvo. No existen veredas en el desierto.
Wilma Maynas es una de las referentes de esta comunidad. Su trabajo textil y de bijutería, inspirado en la flora, fauna y tradición de su tierra, busca ser reconocido dentro y fuera del Perú. «[A nuestras obras] no solo se le debe llamar artesanía. Es arte. Hecho a mano. Nuestra intención es siempre difundir nuestro trabajo para que la gente pueda enterarse que vivimos y existimos aquí en la capital», manifiesta la artista.
A diez kilómetros de ahí, en el Rímac, Gaudina Yupari habla de su esposo, fallecido hace 11 años, como si él estuviera a su lado en ese momento. Juan Walberto Quispe Michue fue un artesano ayacuchano que tejía ponchos, textiles, hacía música y elaboraba tablas de Sarhua. Gaudina no le heredó el oficio: ella ya había descubierto el arte cuando todavía era adolescente. «Yo aprendí desde los 12 años a realizar estos trabajos. Cuando estudiaba en Sarhua, en mi escuela, me gustaba diseñar en mi cuaderno. Hacer dibujos de mujeres comiendo tuna, sacando leñas. Lo mismo con mi pollera. A los 12 años aprendí a hacerlas, porque éramos pobres y no teníamos para la tijera, hacía mis prendas y diseños con cuchillo. Era divertido».
Gaudina y Wilma participarán en el festival de artes Crea Mujer Crea, el cual reúne a 40 artistas tradicionales y urbanas para para rememorar la resistencia de las mujeres a través de su trabajo como productoras de cultura y cambio en nuestro país. El encuentro acabará el 3 de abril, pero el arte lo seguirán difundiendo el resto del año.
LA DEFENSORA DE SARHUA
Natalia Majluf lleva 22 años dirigiendo el Museo de Arte de Lima (MALI) y es posible que nunca haya recibido tantos ataques como cuando se supo que la Fiscalía y la Dirección Contra el Terrorismo (Dircote) habían retenido un lote de obras que derivan de la tradición de narraciones características del pueblo Sarhua (Ayacucho) y que habían sido donadas al museo.
Las 31 pinturas, los dos textiles del maestro Nicanor Jiménez y un retablo fueron devueltos al MALI, pero hasta el día de hoy permanecen con orden de inamovilidad mientras duren las investigaciones. En redes sociales Majluf recibió insultos y fue víctima de burdos montajes que la acusaban de «terruca». «Una se indigna cuando ve la facilidad con la que se pueden difundir mentiras y medias verdades. Muchas veces ocurre que en el extranjero conocen y se interesan más por nuestras obras que nosotros mismos. Hay mucho interés fuera por manifestaciones culturales que acá se conocen poco. Las tablas de Sarhua son un ejemplo», afirma
La directora del MALI podría elaborar una lista de logros alcanzados en todos los años que lleva en el museo, pero prefiere concentrarse en la actualidad: se han prestado obras de las colecciones Petrus y Verónica Fernandini al MET de Nueva York, están presentando una exposición de Nazca en Zurich (que se mudará pronto a Alemania) y varios proyectos internacionales en curso (la feria ARCO Madrid es uno de ellos). En pocas semanas se inaugura «Miró» una muestra que viene del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, la mayor exposición dedicada a Miró que haya circulado por América Latina.
«De lo que más me siento orgullosa es del enriquecimiento de la colección permanente y su expansión para abarcar capítulos de la historia del arte en el Perú que antes no estaban realmente incorporados a sus narrativas. Eso, para mí, es algo que ha sido una aventura increíble», confiesa Majluf.
MUJERES DE LA MÚSICA
«El aporte que creo que hemos dado a la cultura es el referente de que una mujer puede estar al frente de una banda de rock», afirma con seguridad Claudia Maurtua, vocalista y líder de la banda Ni Voz Ni Voto. Hace algunas semanas causó revuelo al asegurar que la ausencia de bandas femeninas en los grandes festivales obedece a temas empresariales y no a falta de consideración.
La posición de la cantante y guitarrista es clara: «La mujer en el rock… obviamente no seré la primera ni la última. En el Perú y el mundo hay muchos referentes clásicos y de nuestros tiempos. Incluso hoy en día hay una figura femenina que va creciendo. Yo creo que no importa el tema del número, sino que basta con que haya una propuesta interesante».
En en 20 años de trayectoria, Maurtua ha grabado cinco discos con Ni Voz Ni Voto y uno con el proyecto Cantautoras, el cual comparte con Magaly Luque y Caroline Cruz. Es madre de dos hijos, esposa y rockera. «Ser mujer en el rock es tener la actitud de mostrar lo que te gusta porque así la gente te va a querer. Uno como artista, sea hombre o mujer, debe tener en cuenta eso».
Giovanna Núñez, mejor conocida como La Lá, tiene una visión mucho más radical del Día de la Mujer. «Siempre me ha parecido que los días conmemorativos son días que recuerdan algún aspecto de la sociedad que ha sido pisoteado. Por ejemplo, es el Día de la Mujer porque ella está en un lugar no privilegiado. Es como decir: ‘vamos a recordarte que estas personas tienen que ser reivindicadas'».
La Lá llamó a su segundo disco «Zampa puta» como una forma de sensibilizar sobre la violencia de género utilizando dos insultos que las mujeres reciben comúnmente. Aunque su música no es por naturaleza contestataria (fusiona la música tradicional con el indie), sí le ha servido como un vehículo de influencia. Echar mano del arte para hablar de temas importantes.
«Para mí siempre ha sido un poco controversial celebrar el Día de la Mujer, pues lo que se quiere es recordar una lucha, pero es importante recordar que estamos en una situación de desigualdad y de permanente riesgo», sostiene. Siempre le quedará el canto, el cual ejercerá este 8 de marzo junto al gran Manuelcha Prado en el Teatro Municipal.
EL CISNE BLANCO Y UN MILLÓN DE NIÑOS LECTORES
«Hay películas, como ‘El cisne negro’, que pintan que en el ballet todo es horrible. Pero no es así». Lucy Telge prefiere comparar a las bailarinas de ballet con aquellos deportistas que tienen que esforzarse para lograr sus objetivos físicos. Con 60 años de carrera a cuesta, su voz se nutre en la experiencia, aquella que comparte con sus dirigidos en el Ballet Municipal, el cual fundó hace 35 años. «Los deportistas, por supuesto, no tienen que poner arte y sentimiento cuando tienen que correr y saltar. Los bailarines tienen que ser, al mismo tiempo, artistas», comenta.
Telge está convencida de que la cultura es un factor importante para la sociedad y su historia. Por eso ha sacado adelante el Ballet Municipal y lo difunde realizando funciones gratuitas en los conos de Lima y otras con entrada reducida en teatros. «¿Cómo se animarían las personas a incursionar en el ballet si no lo conocen?», se pregunta.
Es probable que Lucy Telge tenga una edad cercana a la que tenía la abuela de Teresa Boullon cuando le leía cuentos sin saber leer, tan solo mirando imágenes. «Leer me ha salvado la vida», asegura la líder de Un Millón de Niños Lectores, iniciativa que persigue quizás la más noble de las causas: implementar bibliotecas públicas para que los niños puedan ejercer su derecho ciudadano de leer en libertad.
«Nos dimos cuenta de que la razón por la que no hay bibliotecas en las escuelas o en los municipios no es por falta de usuarios o porque somos un país pobre, sino por decisión política», asegura Boullon.
Durante su visita al colegio Augusto Gutiérrez del asentamiento humano San Juan de La Libertad en el 2012 Teresa Boullon conoció a 426 madres comprometidas con la educación de sus hijos, pero que no tenían las herramientas necesarias para desarrollar su creatividad. El problema, lo supo entonces, era el sistema: no existe un departamento de bibliotecas escolares en el Ministerio de Educación.
«La gente cree que la lectura no es importante, que los niños que van a ser ingenieros no deben impulsar esa habilidad. No es así, debemos dejar esa creencia de lado», comenta.
El camino parece cuesta arriba. Se necesitan -afirma Boullon- 60 mil bibliotecas a nivel nacional. Un Millón de Niños Lectores ha implementado, hasta el momento, 45 (entre escolares y municipales) en Arequipa, Trujillo, Virú, Huánuco, Puno y otras ciudades. Luego de repasar cifras, Teresa recuerda: «Soy hija de una mujer que puso toda su esperanza de progreso en la educación que me brindó y trabajó durísimo para que eso sucediera». Hoy en día ella pone toda su esperanza de progreso en un millón de pequeños lectores.
LA ÉTICA DE LA MODA PERUANA
En Lourdes Chambi convergen lo tradicional y lo moderno. Estudió diseño de modas en Chio Lecca, pero proviene de una familia que siempre se dedicó a los textiles. Se graduó presentando una colección inspirada en la cultura aymara, homenaje consciente a los orígenes de su familia.
Destaca en Chambi la honestidad y la búsqueda del reconocimiento del artista textil peruano. Ella asegura que, si se trabaja con textiles peruanos en el ámbito de la alta costura, lo correcto es caminar de la mano de los artistas tradicionales y no apropiarse de su obra.
«Es importante reconocer que un trabajo le pertenece a esos pobladores y su región, no que se diga que le pertenece a tal o cual diseñador. Por ejemplo, decir ‘Lourdes Chambi presenta textiles puneños’ no sería correcto. Sería mejor decir que presenta textiles inspirados en trabajos puneños. Es una cocreación. Hay formas más éticas y sustentables de trabajar el diseño de modas con textiles peruanos de la mano de los artistas tradicionales», manifiesta Chambi.
La diseñadora forma parte del colectivo Trenzando Fuerzas, el cual une a diferentes artistas dedicadas a la difusión del arte textil. «No es difícil hacer cultura, pero se debe investigar y hacer un buen trabajo de campo. Así, una colección no pasa solo como una con diseño étnico, sino que se convierte en un aporte a la cultura. Por ejemplo, Nati Muñoz hizo un proyecto con arte textil shipibo. Y digo proyecto porque implicó talleres con las mismas artistas de las comunidades y otras diseñadoras con videos explicativos, exposiciones, venta, pasarela. Esa es la forma correcta de hacerlo».
Actualmente Lourdes Chambi maneja su propia marca de ropa, llamada Somos Libres.
ALEGRÍA EN LA CIUDAD
Melissa prefiere no revelar su apellido, pero tiene un sobrenombre peculiar: Meki Gol Azzoo. Uno de sus murales en el Centro de Lima fue pintado de amarillo por el actual alcalde, hecho que le hizo darse cuenta de cuánta diferencia puede hacer el color de un mural en la vida de una persona.
«Los artistas normalmente no nos damos cuenta [de la reacción de la gente ante nuestro trabajo] porque pintamos y nos vamos. Pero cuando Luis Castañeda Lossio borró todos los muros, atropellando la cultura del arte urbano, hubo una reacción de la gente. Me di cuenta que transmitimos cultura a la gente y esta la ha hecho parte de su cotidianeidad y eso es un reflejo de cómo el arte impacta en las personas. Generas algo en ella y eso es lo importante», comenta Melissa.
Una sonrisa. Eso es lo que busca robar Melissa con sus murales. Como reza esa suerte de declaración de principios del proyecto Nómadas al que pertenece junto al artista Nemo: «irrumpir contra el caos de la calle con una estética que te invite a pensar en la naturaleza y en una visión de concientización con el entorno».
Es muy probable, casi seguro, que el Perú necesita más mujeres como Melissa (a) Meki Gol Azzoo.
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Fuente: RPP Noticias