Si no tomamos cartas en el asunto, en el futuro estos fenómenos serán más fuertes y se presentarán con mayor frecuencia.
Por Enrique Ortiz Tejada
Estamos por enfrentar un fenómeno de El Niño que podría ser el peor de nuestra historia. Se prevé que causará inundaciones, sequías, grandes pérdidas en la producción y posiblemente víctimas mortales. Si bien se realizan acciones preventivas, debemos aplicar medidas a mediano plazo y evitar que tengamos un futuro en el que los desastres sean la constante.
La comunidad científica nos muestra que el cambio climático aumentará la frecuencia e intensidad de estos fenómenos si continuamos produciendo el mismo nivel de emisiones de carbono –principalmente aquellas producidas por la deforestación y la degradación ambiental–. Estas alteran los ciclos de lluvias –la abundancia o falta de ellas–. Así, lo que llamamos desastres naturales parecen no ser tan naturales cuando analizamos que se producen en parte por nuestras propias acciones. Inundaciones, sequías y huaicos son algunos de ellos. ¿Qué podemos hacer para mitigar este futuro climático?
Se requieren acciones inmediatas, pero también procesos de corto y mediano plazos. En ese sentido, el plan de reducción de emisiones propuesto durante la reunión de las Naciones Unidas hace unos días es coherente y prometedor. Además, las normas y reglamentos recientemente aprobados por el gobierno –como el que regula la gestión forestal– podrían crear las condiciones para fomentar el manejo forestal y controlar una de las más altas tasas de deforestación en la región amazónica, la nuestra.
Sin embargo, en materia climática es necesario tomar pasos concretos que den señales del compromiso del Perú ante el mundo. Para reducir nuestras emisiones, es importante poner en acción los planes recientemente anunciados (como aquel para frenar la expansión de la palma aceitera y de la frontera agrícola desordenada). La creación de las áreas protegidas pendientes es otro paso concreto.
Numerosos estudios corroboran que las áreas protegidas, al igual que los territorios indígenas, son la barrera más efectiva contra la deforestación amazónica. También lo son para frenar el avance de la minería y la tala ilegal y la expansión de plantaciones de coca para el narcotráfico. Asimismo, no está de más resaltar el rol de estas áreas en la agricultura (como fuente de agua), en el turismo (más de un millón y medio de personas las visitaron el año pasado) y en la seguridad alimentaria de la población amazónica. Pero más importante aun –y quizá no tan obvio– es el rol de los bosques amazónicos y de las áreas protegidas como reguladores del clima.
La llegada del fenómeno de El Niño nos recordará que debemos proteger nuestros bosques. Para ello, un paso pendiente es la creación del Parque Nacional Sierra del Divisor, inexplicablemente estancado en el Consejo de Ministros.
El propuesto parque mantiene la mayor biomasa de carbono en toda la Amazonía, con no menos de 165 millones de toneladas métricas. ¡Esto equivale a las emisiones de 35 millones de automóviles por un año! Además, esta arca de Noé en diversidad biológica es el hogar de numerosas culturas y pueblos indígenas en aislamiento.
Hay que poner todos los esfuerzos para disminuir los impactos del venidero fenómeno de El Niño. La protección de nuestros bosques es parte de esta prevención. Como se sabe, si no tomamos cartas en el asunto, en el futuro estos fenómenos serán más fuertes y se presentarán con mayor frecuencia.
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Fuente: El Comercio