Se acaba el Día del Trabajo, pero no las historias de hombres y mujeres que se esfuerzan por mejorar sus condiciones de vida. Ese es el caso de Olinda Silvano, una artesana que abandonó la comunidad shipiba Paoyhan (Ucayali) con el objetivo de labrarse un futuro en Lima.
Olinda es heredera del saber de sus ancestros. Foto: Ángel Chavez.
Por Luis Pérez / Revista Rumbos
Jakon wekawe a Kin Mato Akay. Eariki Olinda, dice una activa mujer en su
lengua materna. Después de unos instantes repite su frase en español: «
Bienvenidos a Cantagallo. Soy Olinda”, traduce Reshinjabe… ¿Reshinjabe?, «sí, ese es mi nombre en shipibo. Me lo puso mi abuela y significa
la primera hija, el primer respiro«, explica animosa.
Olinda aprendiendo la sabiduría textil de su abuela. Foto: Ángel Chávez
Y es que Olinda Silvano fue el primer alumbramiento (respiro) de su madre en la
comunidad shipiba Paoyhan, en el Bajo
Ucayali. Ni bien nació, su tatarabuelo, Miguel Ramírez, que era chamán, le colocó
la corona del conocimiento. Un ritual que lo realizó desde un plano espiritual en las entrañas de la mismísima naturaleza,
luego de la ingesta de ayahuasca.
“Él me heredó sus saberes ancestrales poniéndome esa corona”, revela Olinda. Ella cuenta, además, que siempre tenía visiones extraordinariamente inexplicables y mucho dolor de cabeza. «¿Mamá por qué veo eso?», consultaba temerosa. Su madre le confesó que su tatarabuelo le cedió todo su saber.
Dar continuidad a los saberes amazónicos era el objetivo del maestro Miguel. Él sabía lo que hacía. Él sabía que dejaban en buenas manos su propósito. “Desde pequeñita me gustaba trazar líneas, pero no tenía el material para hacerlo. Mi único recurso era dibujar en la tierra o en la arena”, detalla Olinda.
La maestra traza sus visiones amazónicas. Foto: Ángel Chávez
Y esos diseños geométricos (kené o kewé) son los que aplica en sus pinturas, bordados y bisuterías (con semillas). Un conjunto de líneas, círculos y ángulos armoniosos que dan una composición visual perfecta. Un conjunto de formas que para el común de los mortales son simplemente garabatos, pero para Olinda y el pueblo shipibo, tienen un significado mayor.
“Solo los que hemos bebido ayahuasca podemos ver los ríos, los animales y las plantas que están dibujadas en los telares”, confiesa, mientras su mano sigue la voz de la naturaleza. El centro del telar es su punto de partida. Va por un caminito recto y luego pasa al otro extremo. Poco a poco los ojos atrapan un laberinto de líneas. “Es el río Ucayali”, se ufana.
Olinda trabaja con pasión. Ella lucha por visibilizar el arte amazónico que es ignorado por la gran mayoría de peruanos que no saben valorar su obra y no entienden el significado de sus trazos. “Algunas ferias han cerrado o se tiene que pagar mucho para estar ahí. El Estado debe crear políticas a favor del emprendedor artesanal”, sentencia.
Líneas, circulos y ángulos que expresan la cosmovisión y el sentir del pueblo shipibo. Foto: Ángel Chávez
Pero… “¡Shipiba puede!”, es la arenga de Reshinjabe. En ese momento las líneas de su rostro se pronuncian más y comunican felicidad, identidad amazónica y aprendizaje. “Biajaneibo bukaw”, se despide Olinda de los foráneos. “¡Hasta pronto viajeros!”, eso es lo que nos dijo.
El dato
Contacte a la maestra Olinda Silvano en la comunidad shipiba Cantagallo (fente al Mercado de Flores del Rímac); o llámela al 959 248445.