Una manera diferente de pensar el racismo en el Perú

Entrevista a Paulo Drinot sobre “La seducción de la clase obrera: Trabajadores, raza y la formación del Estado peruano” (IEP)

Paulo Drinot conversando con El Comercio sobre “La seducción de la clase obrera”.

Paulo Drinot conversando con El Comercio sobre “La seducción de la clase obrera”.

Por José Miguel Silva

La configuración del Estado y de la nación peruana presentó una serie de deficiencias que, aún a pesar que bordeamos los 200 años desde nuestra independencia, no han podido ser solucionadas de manera correcta, en perjuicio de las minorías étnicas, religiosas o sexuales.

Es imperativo admitir la necesidad de conocer las formas –erróneas o no—mediante las que se armó el aparato estatal que hoy nos sostiene como país. Y la publicación de  “La seducción de la clase obrera: Trabajadores, raza y la formación del Estado peruano” (IEP, 2016), del historiador peruano Paulo Drinot ayuda considerablemente en dicho propósito.

El libro es una versión editada, mejorada y traducida de la tesis doctoral que el autor sustentó en la Universidad de Oxford en el año 2000. A través de seis capítulos, Drinot –profesor de historia latinoamericana en el Institute of the Americas, University College London—explica por qué considera que la política laboral peruana de inicios del siglo XX se construyó amparándose en una forma racializada ver la sociedad.

Es así como en esta publicación del Instituto de Estudios Peruanos veremos conceptos como racismo, raza, indios, clase obrera, que quizás para muchos hoy podrían parecer desactualizados, pero que analizados de forma correcta y bajo el adecuado contexto adquieren importancia plena.

Aquí nuestra charla con Paulo Drinot.

-¿Cómo era el Perú del periodo que usted investigó para “La seducción de la clase obrera”?

Para el libro estudié el Perú de los años veinte y treinta, aunque en realidad muchos de los procesos que discuto en él vienen de más atrás. En esta época el país estaba en un proceso de transformación bastante rápida. En los años veinte se da un gobierno autoritario (Leguía) que busca implementar una serie de reformas importantes y en los treinta, pues fue una década marcada por mucho conflicto político, social y de crisis económica.

-¿Se podría decir que la idea central del libro es que la raza y el racismo han configurado la formación del Estado y las desigualdades a largo plazo en nuestro país?

Sí. Hay varias ideas en el libro pero esa es quizás la que quiero resaltar porque me parece importante entender la formación de la nación y del Estado de una manera que incorpora una comprensión de la configuración racial en el Perú. Si bien el libro se enfoca principalmente en una temática específica, que es la política laboral o cómo los gobiernos desarrollaron una política hacia el mundo obrero, lo que planteo también es que eso debe entenderse en un marco analítico mayor que tome en cuenta la configuración racial en el Perú.

-¿Qué hizo que los obreros, siendo una pequeña proporción de la población en el Perú de entonces, sean objeto de una gran atención de parte del Estado?

La manera en cómo los historiadores han tratado de estudiar este periodo es desde la perspectiva del conflicto entre obreros y empleadores, y entre movimientos políticos que buscaban representar a los obreros contra la oligarquía, los estados autoritarios. Y esta interpretación es válida y sigue siendo importante. No obstante, lo que planteo en mi libro es que además hay que entender que en esta época los obreros eran vistos como un recurso valioso, no solo en el Perú sino también en el mundo. Y vistos así, los obreros fueron entendidos como algo que debía ser protegido y mejorado.

-En el libro se menciona que parte del temor que sentían los empresarios en ese entonces iba en torno a las ‘contradicciones internas del capitalismo’. ¿Qué antecedentes tuvo este temor en otros países?

Son procesos que se ven en Europa, dentro del desarrollo del industrialismo. Por un lado el sector obrero se convierte en la fuente del progreso. Son los obreros la mano de obra que hace funcionar las fábricas. Ayudan a países como Gran Bretaña a desarrollar su potencial económico de una manera muy importante. Pero, por otro lado, los obreros también eran vistos como un peligro porque eran susceptibles a ser seducidos por ideologías llamadas disociadoras: el anarquismo, el socialismo y el comunismo. Entonces esta tensión entre el obrero como un recurso valioso y el obrero como un peligro para el desarrollo del país se da en otros países pero también en Perú.

-Un personaje que usted menciona varias veces en su libro es Ulloa Sotomayor. Él propone “redimir al indio transformándolo en un trabajador mestizo a través de la modificación de su ambiente y sus genes”. Sin embargo, tampoco es que el mestizo haya sido el ideal para la elección de los empresarios. ¿Por qué?

En el contexto histórico que estudio había una visión muy racializada de la sociedad. Se creía en jerarquías de raza y, según estas, la raza blanca era superior y después había una degradación hacia abajo. A cada raza se le atribuía ciertas características. Y los mestizos eran vistos como una raza superior a la raza india, pero también como una raza que presentaba una serie de problemas y era susceptible a ser mejorada. Entonces, en esta configuración racial bastante estricta, el obrero mestizo era preferido al agricultor indio, pero tampoco es que haya sido visto como del mismo nivel que un inmigrante europeo. El ideal para Ulloa Sotomayor y muchos pensadores como él era atraer inmigrantes europeos blancos que transformarían el país en una potencia industrial. En la medida en que eso no fue posible, la atención pasó a otros actores racializados como mestizos que podían cumplir ese papel, no al mismo nivel que los blancos pero hasta cierto punto que permitieran al país avanzar.

-Usted ha estudiado el periodo en el que más fuerte se encontraba la clase obrera, había movilizaciones y una fuerte identidad. ¿De esa clase obrera queda algo hoy?

Yo creo que poco porque la industrialización como proyecto económico y político en el Perú no se desarrolló más allá de los años treinta, cuarenta o cincuenta. No fue un proyecto exitoso como lo fue en Brasil o en Argentina. Entonces la clase obrera tradicional nunca realmente se desarrolló aquí. En los años de Velasco que hubo un intento por desarrollar la industria, aparece hasta cierto punto una clase obrera renovada, pero en los años ochenta de crisis, o en los noventa de reestructuración, este es un sector que se ve bastante afectado. El obrero tradicional, tal como lo vio Carlos Marx en el siglo XIX prácticamente no existió y hoy realmente no existe en ese sentido.

-La Sección Trabajo era la entidad encargada de ver los temas relacionados a los obreros. ¿Por qué esta oficina no acaparó también los derechos de los indígenas?

Existía otra área que se llamaba Sección de Asuntos Indígenas que se encargaba de reclamos de comunidades indígenas y sus tierras. De hecho es interesante, y lo resalto en el libro, que tanto a nivel constitucional como a nivel de agencias del Estado, el mundo obrero es separado del mundo indígena. En la constitución de 1920, aparecen dos series de artículos. Una enfocada en el tema obrero y otra en el tema indígena. Y en el Ministerio de Fomento tenías una sección de Trabajo y otra de Asuntos Indígenas. Y es por eso que en el libro planteo que en la visión dominante de esa época, un obrero no podía ser un indio y viceversa. El indio que trabajaba como obrero dejaba de ser indio y asumía una identidad distinta.

-En el libro también se menciona el tema de la vivienda de los obreros. ¿Tenía lógica la construcción de barrios obreros en un país tan grande como el Perú?

Los barrios obreros eran una respuesta al problema de la vivienda en Lima, donde la calidad de los hogares de los obreros era muy inferior. Se crearon estos barrios obreros con la idea de darles viviendas dignas, decentes, donde podrían mejorarse a sí mismos. Pero, claro, la inversión era muy pequeña. Si bien se construyeron algunos barrios obreros, no fue un proyecto con alcance nacional.

-¿Cómo surge esta asociación que hubo entre industrialización y civilización?

Son una serie de ideas que empiezan a circular a comienzos del siglo XIX. La industrialización es vista como una etapa superior de la evolución humana. El control de los recursos naturales y de su transformación en productos manufacturados que van a mejorar a la población en general. Pero en el caso concreto peruano aparece como una solución al carácter indígena y agrícola del país. La industrialización, además, tiene un efecto transformador no solo a nivel de la economía sino también a nivel cultural. Lo que te planteaba antes: el indio que pasa a ser obrero deja de ser indio, se ‘mejora’ racialmente.

-Un momento importante en el libro es la creación del Seguro Social (SS). Un ente con “dimensión civilizadora”, pero que a la vez segregaba mucho…

La idea detrás del seguro social era proteger a ciertos grupos, pero estaba muy enfocado en el obrero. Si bien en la manera cómo se presenta el SS, no se excluye abiertamente al indio, lo cierto es que estaba diseñado de tal manera que solo los obreros podían acceder a él. Y esto es algo que, en cierto modo, reproduce cómo se desarrollan los seguros sociales en Europa, que también están enfocados en ciertos obreros, los considerados dignos de recibir el apoyo del Estado.

-¿Se podría decir que la política del Estado sobre los obreros que mencionas en tu libro se prolonga posteriormente al periodo que tú estudiaste, y quizás a lo largo de lo que resta del siglo XX?

En el libro me quedo en los años cuarenta más o menos. Creo que cambia luego la situación porque el país cambia en sí. A partir de los grandes procesos migratorios de los años cincuenta, esta visión que describo en mi libro ya es más difícil de sostener. La problemática pasar a ser otra, la migración, de la relación entre Lima y las provincias. Aparecen nuevas fuerzas políticas y sociales. Creo que hay ciertas continuidades pero también muchas diferencias.

-La idea final que me deja el libro está relacionada a la marginación histórica de los indígenas. ¿Existe posibilidad de revertir esto en un país en el que ni siquiera hay un movimiento y menos un partido que represente a los indígenas?

Es difícil. Creo que hubo ciertos desarrollos positivos. Me parece que la presencia de  personas indígenas en el Congreso es un paso importante, y desde el Ministerio de Cultura hubo iniciativas interesantes en el tema de la interculturalidad, y programas para combatir el racismo. Creo que son pasos importantes. El problema de fondo es no ver el valor intrínseco en gente que tiene otros modos de vivir. El tema, y que hasta cierto punto trato en mi libro, está en la imposibilidad de imaginar al indio como un sujeto válido en sí. Su valor residía únicamente en su capacidad de transformarse en otra cosa. Pero en tanto que indio su valor era negado. Creo que eso sigue siendo cierto en gran parte. Seguimos viendo a los indígenas como gente que no aporta, o que lo hace como algo folclórico o que puede contribuir al turismo. El indio no es percibido como un ser intrínsecamente valioso. Y hasta que esa mentalidad no cambie, tenemos mucho camino por recorrer.

-Usted nació en Perú y viajó a Europa desde muy chico. Hace unas semanas una candidata cuestionó a Vargas Llosa que opine viviendo fuera del Perú hace algunos años. ¿Qué tan válida le parece esta crítica?

No creo que el lugar de residencia sea fundamental. Lo que vale es la trayectoria de cada uno, su interés por el país. Yo me dedico a estudiar la historia del Perú. Es cierto que vivo afuera. Serán otros los que decidan si mi aporte vale algo o no, pero no cree que se pueda ningunear lo que hace uno en función de dónde vive.

-Más de una década después de la salida de Alberto Fujimori de la presidencia, casi el 50% de peruanos han votado por segunda vez consecutiva por la opción que lo representa. ¿Le parece que el fujimorismo, su arrastre y su proyección ocupan un nicho que los historiadores no han tocado todavía?

Absolutamente. Me parece que ese es un desafío no solo para los historiadores, sino para los científicos sociales en general, el entender el fenómeno del fujimorismo. Son dos elecciones seguidas donde el fujimorismo ha demostrado un impacto muy fuerte en la sociedad y no hemos desarrollado las herramientas que necesitamos para entenderlo.

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Fuente: El  Comercio

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