En el Amazonas peruano 200 comunidades indígenas wampis se han unido y creado su propio Gobierno autónomo para defender su territorio de la minería ilegal y de los vertidos de fuel, entre otras amenazas
Por Thomas Niederberger/Jacob Balzani Lööv
10:58|20 de diciembre de 2017.- En un territorio algo mayor que la región de Murcia viven 20.000 personas. Son los wampis. Aquí no hay carreteras, y los dos principales cursos de agua —los ríos Santiago y Morona, o también Kanus y Kankin en su lengua materna— son la única vía de acceso para el comercio y el contacto con el mundo exterior. Lima, capital de Perú, se encuentra al otro lado de Los Andes, a 1.500 kilómetros de allí, en la desértica costa del Pacífico. Las familias wampis son muy individualistas y estaban acostumbradas a vivir dispersas en la selva. Hasta la llegada de los misioneros y los colegios en la década de 1960 no se trasladaron y formaron comunidades alrededor de los edificios de las escuelas.
Mientras en noviembre de 2015 los líderes mundiales se preparaban para asistir a la Cumbre del Clima en París (COP21), en una aldea de Río Santiago llamada Soledad, en pleno territorio wampi, se tomaba una decisión histórica que pasó inadvertida a los principales medios de comunicación. Los representantes de más de 200 comunidades indígenas de esta etnia anunciaban la creación del Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampis, el primero de esta naturaleza en todo el Amazonas, con su propia Constitución, su Parlamento y sus órganos ejecutivos. «Seguiremos siendo ciudadanos peruanos», afirma Andrés Noningo, de 62 años, y uno de sus visionarios líderes, «pero ahora tenemos nuestro propio Gobierno responsable de nuestro territorio. Esto nos permite protegernos de las empresas y los políticos que no son capaces de ver más que oro y petróleo en nuestros ríos y nuestros bosques». Para ello se basan en el convenio ILO 169 de la Organización Internacional del Trabajo, y en la Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos de Pueblos Indígenas del 2007, ambos ratificados por el Perú. Sin embargo, el Ejecutivo nacional no se ha pronunciado todavía sobre esta situación.
En Perú ha existido siempre una desconfianza mutua entre los indígenas y el Gobierno, como mostró la masacre de Bagua en 2009. A raíz de la aprobación de nuevas leyes que facilitaban el acceso de las industrias extractivas a las tierras indígenas, se produjeron protestas que acabaron con la muerte de más de 30 personas entre indígenas y policías.
«Tras la masacre de Bagua, las relaciones entre el Gobierno peruano y las organizaciones indígenas tocaron fondo», cuenta Noningo, que es miembro del Consejo de Ancianos de la Nación Wampis. «Cuando el Gobierno peruano habla de desarrollo», continúa, «se refiere a la explotación de nuestros recursos: oro, petróleo, madera… Esto amenaza nuestros medios de vida. Por eso hemos creado nuestro Gobierno autónomo; para asegurar que también las futuras generaciones vivan bien». La tierra wampis declarada «territorio integral» incluye el subsuelo (morada de Nunkui, la madre tierra) y el cielo (Nayaim), que creen es el hogar de los espíritus de los ancestros.
Minería ilegal y vertidos de fuel
Las concesiones del Estado y los diversos proyectos hidroeléctricos no son las únicas amenazas al territorio wampis. La fuga de petróleo de Mayuriaga, un oleoducto corroído construido hace cuatro décadas, afectó a 30 kilómetros de quebrada antes de contaminar el río Morona, de mayor tamaño, y perjudicar a toda la población que vive aguas abajo. En los trabajos de recuperación, todavía en curso, se empleará a casi 500 personas durante un año. Cada palmo de tierra y cada una de las plantas que han estado en contacto con el crudo han quedado destruidos.
Es día de pago y Michael Wampankito Ungum, de 25 años, recorre a pie los 13 kilómetros que separan Mayuriaga, su comunidad, de la fuga de petróleo. Michael es diputado del Gobierno wampis y, al igual que muchos otros miembros de su comunidad, trabaja para la compañía petrolera estatal Petroperú limpiando el escape. «Esta rama del obsoleto Oleoducto Norperuano conecta la región de Tigre, 200 kilómetros más al interior del Amazonas, con la costa, y su vida útil finalizó hace tiempo, razón por la cual las fugas son cada vez más frecuentes», describe. La comunidad de Mayuriaga ha iniciado un procedimiento para solicitar una indemnización por la contaminación de una parte de su territorio, fundamental para su supervivencia.
Al mismo tiempo, los mineros ilegales del oro están a punto de convertir esta tierra virgen en otra pesadilla peruana como Madre de Dios. Aparte del impacto directo en el paisaje, esta práctica suele incluir el uso de mercurio, cuyos residuos contaminan el agua y entran en la cadena alimentaria. En la región de Santiago, la minería del oro es muy atractiva. Utilizando una máquina se puede recoger entre 20 y 120 gramos al día, lo que equivale a entre 600 y 3.000 dólares, una cantidad de dinero muy elevada para una región económicamente marginal.
«Cultivamos esta tierra desde la época de mi abuelo», recuerda Rogelio Padilla, de 43 años, mientras enseña cómo era antes la chacra de su familia. «Cuando llegaron los mineros ilegales, se comportaron como si la tierra fuese suya». Las chacras son parcelas de tierra ancestrales que pertenecen a la comunidad pero que las familias individuales utilizan temporalmente. Durante el día, la familia suele dedicar el tiempo a trabajar en la suya. Los cultivos habituales son, entre otros, la banana y la yuca, que constituyen los componentes principales de la dieta wampis.
Además, cada vez son más habituales las pequeñas plantaciones de cacao que permiten cambiar parte de la producción por dinero. Aunque este último no es fundamental para sobrevivir, es útil para comprar gasolina para los medios de transporte, ropa, paneles solares, y cada vez más para la educación superior de los hijos. Cuando se destruye un bosque que podría mantener a generaciones de personas es imposible cuantificar las pérdidas para la comunidad.
Las quebradas son cruciales para la vida diaria de las comunidades wampis como fuente de agua potable y de pescado. La seguridad alimentaria no es un problema en la zona, y un territorio bien conservado puede proporcionar sustento a toda la población, lo que hace que las tierras tengan un valor incalculable. A los wampis les gusta decir que los bosques son su «supermercado». La selva amazónica recibe el sobrenombre de «pulmones del planeta» por su capacidad para fijar el dióxido de carbono y mitigar el cambio climático. Un estudio de la Universidad de Stanford calcula que esta selva almacena cerca de 17.000 toneladas de carbono superficial, más de tres veces las emisiones anuales de Estados Unidos.
No todos los peligros provienen del exterior. Tras décadas de homogeneización cultural, gran parte del conocimiento indígena corre el riesgo de caer en el olvido, y la Constitución de la Nación Wampis aspira a conservarlo. La cultura wampis pone de manifiesto el profundo apego de este pueblo a la naturaleza. Para ellos, los bosques y las montañas son sagrados, y esconden cascadas en las que los aspirantes a guerreros visionarios buscan orientación durante el ritual de la ayahuasca.
Hoy en día, los jóvenes están confusos y desorientados entre el modelo de sociedad de consumo que aprenden en el colegio y los valores tradicionales que les enseñan sus padres, afirma Kefren Graña, un exmaestro de 45 años y ministro de Educación de la nación wampis. Kefren fomenta el uso de plantas alucinógenas como un medio fundamental para restablecer la conexión con la naturaleza. «La ayahuasca, el tabaco y el toé son nuestra universidad».
Las visiones son fundamentales para la cultura wampis. Así las describe Andrés Noningo: «Nuestros ancestros se dieron cuenta de que los animales hablaban y de que hasta la tierra se movía, y se preguntaron de dónde venían esos animales, cuál era el origen del aire que respiramos, quién cuidaba de los árboles, cuál es el origen de la vida. Para buscar el conocimiento, nuestros visionarios pasaban hasta tres meses en la selva. Ellos nos enseñaron que los animales y los árboles son gente como nosotros, y que tienen guardianes que los protegen. Por eso, nuestros antepasados pudieron enseñarnos dónde viven los animales, dónde se reproducen, qué tierras son fértiles y cuáles son improductivas, dónde cultivar y cómo cazar respetuosamente utilizando nuestros anent, los cantos sagrados que aseguran que tratamos a todos los seres vivos con dignidad».
Guerreros convertidos en estadistas
Después de más de 50 reuniones de las comunidades y de 15 asambleas generales, el 29 de noviembre de 2015 nació en esta aldea remota el Gobierno Indígena Autónomo de la Nación Wampis. Su creación se anunció al mundo a través del primer correo electrónico enviado desde Soledad. La comunicación, dependiente sobre todo de una serie de estaciones de radio y de una red de teléfonos públicos estatales por satélite, desempeña un papel cada vez más importante en la zona. Wrays Pérez, de 55 años es el presidente (pamuk) del Gobierno Autónomo de la Nación Wampis. El Congreso está compuesto por 96 representantes de todas las aldeas, y la Constitución tiene 40 páginas con disposiciones detalladas sobre los derechos y los deberes del Gobierno y sobre la administración del territorio y la cultura.
Hoy por hoy, los guerreros visionarios de la actualidad se han convertido en estadistas y han sentado un nuevo precedente en el Amazonas al crear un Gobierno indígena autónomo. «Mientras Perú y otros países hablaban de cómo proteger los bosques tropicales en la Conferencia del Clima de París», dice Wrays Pérez, de 55 años, presidente electo de la Nación Wampis, «nosotros dimos un paso concreto para contribuir a este objetivo mundial».
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Fuente: El País/Planeta Futuro