El primer caso oficial de la Amazonía Peruana se detectó en Iquitos pero su raíz estuvo en un albergue turístico ubicado en el distrito de Indiana, a una hora navegando por el Amazonas. A la fecha, desde allí se reportan siete muertes y una diseminación total del virus por todo el distrito, pero la falta de pruebas y de personal médico no permite tener una estadística real. Con escasa población indígena, también hay positivos en comunidades que se autoidentifican del pueblo Yagua.
Por Beatriz García Blasco – CAAAP
17:00|08 de mayo de 2020.- “Aquí ya tenemos siete muertes, pero otras muchas sabemos que están relacionadas. Y no, no son solo personas mayores, hay de todas las edades. Hemos tenido de 40, de 36, de 75…”, puntualiza el médico, Josué Martínez. El distrito de Indiana es uno de los más próximos a Iquitos, apenas una hora de navegación le separa de la capital regional y, aunque parezca mentira, hay quienes siguen transitando. Sí, a estas alturas de la ‘película’ que, ojalá, fuera de ficción, aún hay quienes todavía piensan que a ellos el COVID-19 no les va a afectar y no son realmente conscientes de los riesgos que se corren.
Y eso a pesar de que, en realidad, los primeros casos registrados en Loreto tuvieron su epicentro, precisamente, aquí. Fueron los trabajadores de un albergue turístico de Indiana y sus familiares los primeros positivos con diagnóstico oficial y, a más de cincuenta días de aquella noticia (que saltó el 17 de marzo), ahora casi todas las comunidades, casi 60 la mayor parte ribereñas, del distrito tendrían la presencia del virus. Hay que escribir en condicional porque, en lo oficial, serían ‘solo’ 40 los infectados. Es Palmeras, una comunidad que se autoidentifica del pueblo Yagua, donde casi toda la población podría estar infectada, aunque no sería la única.
Dos trabajadores del mencionado albergue son de Palmeras y, cuando se detectaron los primeros casos, fueron enviados a sus casas sin ningún tipo de conocimiento preventivo de la situación. Cuando algunas semanas después, empezaron a reportarse síntomas, el médico y la enfermera fueron a ver. “Tomaron unas muestras al azar, porque no había tantas, y todas salieron positivas”, explica el misionero César Caro. La MicroRed de Indiana, que ha tenido a la mitad de su plantilla infectada y, cuando fueron dados de alta, se infectó la otra mitad, regresó a Palmeras dos semanas después llevando más medicamentos y, sobre todo, información. “Se constató que muchísima gente ahí se ha infectado, si no todos”, valora Caro. No se tomaron pruebas por dos motivos: porque ya no había y porque, además, para entonces el laboratorista (que sigue en cuarentena) ya se había infectado también.
Palmeras no es la única comunidad infectada. “Autoidentificadas como Yaguas tenemos, a la fecha, dos comunidades donde se han tomado muestras y son positivas, Palmeras y Tinicuro”, informa el médico, “pero es evidente que hay más, indígenas o no, porque el comportamiento de la población ha sido el mismo, con desplazamientos hacia Iquitos y regresan con síntomas. En las comunidades el contagio comunitario es mucho más rápido porque en cada casa hay de 6 a 10 personas”.
El reporte de sintomatología desde las cerca de 60 comunidades, mayoritariamente ribereñas, se ha multiplicado exponencialmente en la última semana. “Ya se ha salido de control”, dice Martínez. Cuenta que, de golpe, las cerca de 40 personas que viajaban semanas atrás en una embarcación fluvial, cuyo transportista dio positivo, presentaron síntomas. Justo un día antes la MicroRed estaba dando de alta doce casos y, en cuestión de horas, llegaron los de ese grupo diseminado por varios lugares y cuyo nexo común era haber viajado en esa embarcación.
Esta semana solo se han recibido dos balones de oxígeno, algo evidentemente insuficiente. “No hay tratamiento, no hay oxígeno. Si la gente se enferma en las comunidades va a pasar como con los ticunas de Bellavista, se van a morir. No hay cómo atenderse, ni aquí ni en Iquitos, porque allí de frente les mandan a por su balón de oxígeno, tienen que ir a por uno, haciendo largas colas, 3.500 soles, 11 horas y cuando se acaba igual mueren”, lamenta el misionero. Y el médico va más allá. Dice que el Hospital Regional de Loreto directamente, ya no les recibe pacientes. Además, para el reducido personal sanitario es complemente imposible atender tantas comunidades a la vez, además de la ciudad. No queda otra que reforzar la vigilancia, pedir oxígeno y medicinas, “desde lo más básico, desde el paracetamol que ya nos resulta insuficiente”, e informar.
Para eso, para informar, es que en pocos días una comitiva está ‘barriendo’ el distrito, por sectores. El alcade o un regidor, el juez de paz, el subprefecto, el misionero y el médico llevan varios días rompiendo la cuarentena para llegar a todos los sectores: el río Amazonas, así como las quebradas Vainilla, Manayacu, Manatí y Santa Cecilia. Aunque en muy pocos lugares tienen televisión y señal celular, la radio sí llega a todos lados pero, aún así, palpan la gran desinformación y, sobre todo, el gran “lío y confusión”. También quienes, aun sabiéndolo todo, van a Iquitos a aprovechar la oportunidad de venta de productos a un mayor precio. Luego está el tema de las ayudas del Estado. “La modalidad de hacer llegar esas ayudas ha generado un problema gravísimo. La pobreza impulsa a la gente, porque se pueden permitir el lujo de guardar la cuarentena a rajatabla. Aunque tengan su yuca, su plátano y su pescado, ya no tienen arroz, fósforo, jabón, cloro… y tienen que ir a comprarlo, es lo que ellos más nos dicen”, manifiesta Caro.
En su blog personal, el misionero describía hace unos días cómo se realizaban las visitas informativas de la comisión: “En Santa Teresa acudieron unas cuarenta personas; nos fuimos a la canchita de la escuela, un sitio amplio donde poder guardar la distancia social. Los vecinos se colocaron en filas, como si fuera la formación de los lunes por la mañana para cantar el himno nacional”; “Observo las miradas por encima de las mascarillas y percibo mucha solemnidad y gravedad. Queremos informarles de qué es el coronavirus, cómo se propaga, cómo protegernos, etc. Pero sobre todo transmitirles la seriedad de la situación, porque sabemos que si no están un poco impactados no van a respetar las instrucciones de seguridad e higiene”.
El misionero y vicario de San José del Amazonas arranca sus palabras ante las comunidades con una clara advertencia. “Estamos en peligro”, les advierte. Y es que cuentan desde Indiana que, en realidad, el tránsito fluvial no ha parado casi en ningún momento. Solo en las dos últimas semanas, ante la gravedad y el colapso en Iquitos, ha habido un descenso pero, en las semanas anteriores, el tránsito por el río era evidente. Relatan una policía sin medios para controlar a tantas personas. Los piquetes con brigada ciudadana han llegado tarde, muy tarde, cuando el virus ya había entrado hasta la cocina, es decir, hasta todo el distrito. Si algo es clave en esta ‘guerra contra el COVID-19’ es la organización y de ella depende evitar un mayor número de contagios. “Los caseríos que están mejor organizados y controlan más a la gente para las entradas y salidas, están en mejores condiciones”, evalúa el misionero, “en los que están más enfrentados entre ellos y se entienden peor, la gente ha salido a Iquitos y hay mas síntomas, más sospechosos”, comenta.
Indiana no es más ni menos, sino otro más de los distritos amazónicos que parecen estar a merced del destino y de la suerte porque, estar cerca de la ciudad, con el colapso que se tiene en Iquitos, no es garantía de casi nada.