El 7 de mayo se confirmó el primer positivo en Santa Rosa do Purús, último municipio brasileño en la frontera con Perú. Es un joven Huni Kuin que, un día antes, ingresó en una avioneta desde Río Branco junto a 9 personas más. Irremediablemente, el temor se ha incrementado en los menos de 3.000 habitantes, la mayoría indígenas, de esta remota provincia de Ucayali, aislada completamente del territorio nacional y cuya única conexión fluvial, el río Purús, les lleva a Brasil.
Por: Beatriz García Blasco
19:00|11 de mayo de 2020.- Antes de que el COVID-19 llegara a nuestras vidas había un lugar en el Perú donde, si uno quería, podía sentirse (casi) completamente aislado: Purús. Si nos vamos al mapa de la región Ucayali hay una partecita puntiaguada, trazada en perfecta línea recta, como dibujada con regla, ¿la ven? Ahí está: es Purús. Demográficamente, es la provincia más pequeña de Perú. Tiene, según el Censo de 2017, solo 2,860 habitantes y una densidad poblacional de 0,16 hab/Km2. Durante las últimas décadas se han suscitado grandes debates sobre su conectividad, sobre la necesidad (o no) de abrir una carretera para unirla con Iñapari (Madre de Dios), ya que su principal río, el Purús, les conecta únicamente con el vecino Brasil.
Nadie, entonces, imaginaba un contexto como el actual donde estar aislados es, precisamente, la mejor opción. Pero, ¿es posible aislarse completamente de Brasil, de donde se abastecen de alimentos de primera necesidad? ¿Cómo enfrentan las autoridades y la población de ese recóndito rincón esta coyuntura? ¿Está preparado el centro de salud para atender casos por COVID-19?
Estas preguntas toman mayor interés desde que el último jueves 7 de mayo se confirmara el primer caso positivo en Santa Rosa do Purús, municipio fronterizo a pocos minutos de navegación de Palestina, primera comunidad indígena del lado peruano. “Cidade isolada no Acre confirma primeiro caso de Covid-19 em indígena de 25 anos”, titula Globo.com. Y es que hasta allí solo se llega, como a Puerto Esperanza y al resto de comunidades de Purús, de dos formas: río o avioneta. Un integrante del pueblo Huni Kuin, conocidos en Brasil como Kaxinawa, es ese primer positivo del lado brasileño y había llegado a Santa Rosa un día antes, el miércoles 6, en una avioneta junto a nueve personas más y dos tripulantes. Desde que se supo del caso todos fueron puestos en cuarentena, confirmó Pedro Kaxinawá, responsable de Salud Indígena en el municipio local.
La noticia cayó en Puerto Esperanza como un jarro de agua fría. Las autoridades que se han puesto al frente para proteger a la población, pues el alcalde y el gerente de la Subregión están en Pucallpa, sienten la presión de la población porque el miedo va en aumento. A la cabeza se ha puesto el subprefecto, Willy Gómez Márquez. “El 22 de marzo empecé a liderar la mesa de trabajo y pusimos una garita en Puerto Esperanza de forma coordinada entre Salud, Policía y Ejército para ir monitoreando la entrada a la capital”, informa. Poco a poco otras autoridades locales se fueron sumando y se acordó enviar un primer patrullaje a Palestina, justo en la frontera, con seis militares, un policía y el técnico de salud de esa comunidad. Fue el 28 de marzo. “No había logística, ni combustible, ni fueraborda…”, explica. Todo lo necesario, para los primeros 15 días de patrulla ahí, tuvo que conseguirse a través de diferentes instituciones locales. Desde Lima no había nada preparado, ni una orden clara, para cercar esta entrada de frontera.
En condiciones normales el control fronterizo no está, en realidad, en el límite con Brasil, sino en Puerto Esperanza. Es decir, hay un promedio de siete horas de surcada donde la presencia de militares es nula y es, ya en la capital provincial, donde se realiza el trámite migratorio de ingreso al Perú. A eso se suma una peculiaridad que complica también la situación: hasta cierto punto del trayecto, concretamente la comunidad Saalom de Shambuyaku, el río Purús pertenece en su margen izquierda a Perú y, en la derecha, a Brasil. Indígenas de varios pueblos (culinas, sharanahuas, curijá, mastanahuas y huni kuin) tienen doble nacionalidad, incluso reciben ayudas sociales de ambos países y, para cobrarlas, visitan de igual manera Puerto Esperanza y Santa Rosa.
“La primera acción fue ir en comisión a Brasil y entrevistarnos con las autoridades de allí para preguntar sobre sus medidas”, comenta el subprefecto, “les avisamos que mandaríamos patrulla y, aunque la idea tuvo buena aceptación, nos comunicaron que para ellos el Estado todavía no había enviado ninguna acción por emergencia y no tenían orden de cerrar sus fronteras”. Días después se detectó que colocar solo un control en Palestina era insuficiente, por el tramo de río que se comparte entre ambos países, así que se optó por enviar otra patrulla a San Bernardo, punto desde el cual ambas márgenes del río son jurisdicción de Perú y donde se identifica a todo el que pasa por allí.
Pero, ¿es posible cerrar la selva? ¿Se puede controlar el 100% del tránsito? El Estado de Acre contabiliza 1470 infectados y 44 fallecidos oficialmente. La cifra va en aumento pero, a pesar de eso, la paralización es parcial y, aunque colegios, universidades, iglesias y cines sí están cerrados, en la calle aún se respira cierta normalidad. En Río Branco, capital del Estado, hay tránsito de personas y movilidades y, en el río Purús, continúa el ir y venir de embarcaciones desde Sena Madureira y otros lugares. Además, las avionetas con destino a Santa Rosa ingresan con pasajeros de forma frecuente. Asustados por las noticias, hay indígenas de la frontera que buscan en Purús un refugio y retornan junto a sus familias, luego de que muchos optaran por irse a Brasil, donde los apoyos del Estado resultan más atractivos. Según el INEI, entre 2007 y 2017 la provincia habría perdido 886 habitantes y, en parte, este dato se explica por esa fuerte migración.
“Claro, hay zonas de la frontera donde la gente del lugar sabe cómo pasar, ellos conocen el bosque y conocen como llegar hasta Puerto Esperanza”, confirma Sor Yacqueline Félix, misionera que viene apoyando, junto a sus hermanas de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en toda la estrategia de sensibilización, prevención y coordinaciones con las autoridades locales. Ellas no solo han confeccionado 265 mascarillas con sus propias manos y han gestionado ante su congregación mil más, sino que también han elaborado materiales que, casa por casa, difunden a través de una charla de sensibilización con cada familia. Un trabajo silencioso, dicen, como el que siempre tiene la Iglesia pero, en estos momentos, todavía más intenso y coordinado para unir fuerzas entre todos. “Desde Brasil el Purús se ve como una salvación porque no tenemos casos y porque, además, está prohibido el ingreso de gente desde Pucallpa”, confirma la religiosa.
Explica que, en sus diálogos con las familias indígenas, ellos dicen que prefieren que no se les lleve nada de afuera, que sobrevivirán con su yuca, su plátano, el pescado y los animales del monte. “Sabemos que si la enfermedad entra aquí desaparece Purús, con nosotros dentro, porque no hay forma de cómo salvarse. El centro de salud está muy poco abastecido”, asegura Félix. El sector salud local cuenta con siete personas pero, de ellas, una técnica tiene diabetes y la obstetra es lactante, lo que les impide laborar con normalidad. El resto del equipo está en Pucallpa y, hacerles retornar, sería demasiado riesgoso por el alto nivel de contagio de esa ciudad. En estos últimos días dos vuelos chárter han tenido que sacar de emergencia pacientes: una preclamsia, una peritonitis y una mujer con 19 horas de trabajo de parto. El director del centro de salud informó recientemente en reunión que en la última avioneta se logró ingresar algunos medicamentos, que ya han sido distribuidos también a las siete postas del río, y cinco balones de oxígeno, pero faltan manómetros. “Seguimos esperando pruebas rápidas”, reclama el subprefecto.
En estos dos meses han llegado varios vuelos. En tres ocasiones ha entrado la Fuerza Aérea: dos para llevar combustible, en una de ellas se aprovechó para ingresar ahí las canastas de la Municipalidad (que no alcanzaron para todos y duraron muy pocos días), y otra en apoyo a los comerciantes llevando productos de primera necesidad para su venta. Desde la capital de Ucayali también entra, de vez en cuando, la empresa Saeta con víveres coordinados desde el sector comercial. En lo que respecta a Brasil, en este tiempo donde Santa Rosa no tenía positivos, se optó por permitir el abastecimiento desde allí a los botes de los comerciantes, con solo tres tripulantes por embarcación y haciendo mucho hincapié en la desinfección. El Purús, por su aislamiento, depende en exceso de Brasil, pues de allí llega azúcar, sal, aceite y otros productos de primera necesidad.
- ¿Qué protocolo están realizando?
- La orden que se dio es que cada embarcación tenía que hacer la filmación del proceso de desinfección en la frontera, con la supervisión de la patrulla de Palestina. El personal debe estar con sus mascarillas, guantes y manga larga y desinfectar producto a producto, caja por caja y saco por saco. Al llegar a Puerto Esperanza igual, el mismo proceso. Y lo mismo en el aeropuerto cuando han llegado los vuelos, pero los productos vienen en cajas y costales, por eso exhortamos a las tiendas a que desinfecten producto por producto con sus guantes al desempacar, porque no sabemos cómo lo han manipulado en Pucallpa al momento de adquirirlo.
- ¿Y ahora, al conocerse el primer caso en Santa Rosa?
- Ahora vamos a tomar la decisión de cortar durante 20 o 30 días el transporte, dependiendo de la evolución de Santa Rosa, pero tenemos que ver cómo no desabastecernos. Tenemos que tomar esa decisión. No podemos permitir que el virus ingrese ni a través de personas ni de productos.
- ¿Una gran responsabilidad proteger al Purús?
- Sí, hacemos lo que podemos y con los medios que tenemos y, además, contamos con la presión de la población, porque aquí todos sabemos que de entrar un caso será catastrófico, no estamos preparados, ni desde la parte de salud ni desde el punto de vista social.
A pesar de su baja población, Purús alberga ocho pueblos indígenas: Huni Kuin (o cashinahuas), culinas, curijás, mastanahuas, amahuacas, sharanahuas, yines y asháninkas. Las hermanas misioneras recogen el agradecimiento de la gente en cada visita y aseguran que “nos gustaría hacer más, necesitamos más tela para tener más mascarillas reutilizables”. Cuentan que lo que ha sido imposible atender es el pedido de las gigantografías solicitado por la Federación de Comunidades Nativas de Purús (FECONAPU), porque se pensó mandar a hacer en Pucallpa pero la situación de allí no lo permite. A la espera de más mascarillas –el alcalde estaría gestionando 4.000 más-, de las que lograron las religiosas se envió, a cada comunidad, 20 unidades para el uso de quienes deban ir a Puerto Esperanza para algún trámite o vender sus productos. En el plano educativo las dos emisoras, una de la Municipalidad y otra de la Parroquia, están averiadas, así que el ‘Aprendo en Casa’ se transmite solo en la capital, a través de tres altoparlantes. También hay perifoneo constante sobre las medidas de prevención desde un motocarro que recorre tres veces al día el pueblo.
Todo esfuerzo es poco porque al Purús se le agregan dos problemas: los varados en Puerto Esperanza y los varados en Pucallpa. Al momento de declararse el estado de emergencia se estaban ejecutando tres obras grandes en Puerto Esperanza, la del hospital, la del colegio secundario y la del colegio inicial. Entre 40 y 50 trabajadores, algunos de Pucallpa, otros de San Martín, se quedaron atrapados allí y, al no estar en planilla y pertenecer a una subcontrata, están sin cobrar. “Con las hermanas estamos viendo cómo apoyarles, porque ya no tienen para comer”, informa Gómez Márquez. Del otro lado, unos 400 purusinos desean retornar a casa porque, en Pucallpa, tanto el albergue de la municipal donde hay un grupo como los hospedajes y cuartos cercanos donde se alojan los demás son, desde hace semanas, un foco de contagio evidente. Hace semanas se detectaron cuatro casos positivos ahí, pero aseguran que son varios más.
“No se les puede hacer ingresar porque nosotros aquí no podemos cumplir el protocolo para tanta gente, no tenemos un local, no estamos preparados, sería hacer un daño inmenso a toda la población. Sabemos que desde allí se denuncia y se reclama, pero no se puede poner en riesgo a toda la gente”, reconoce el subprefecto. Indica que están tratando de hacer las cosas bien, pero ante un enemigo invisible como es el COVID-19 esto es, cualquier cosa, menos sencillo. Por si fuera poco el esfuerzo, cuenta, habría autoridades locales que se valen de su cargo para que sus allegados puedan violar la cuarentena. Según indica, la pareja del fiscal provincial, natural de una comunidad de la margen derecha y perteneciente a Brasil, habría pedido permiso para ir hasta Palestina. Se le concedió pero la vieron paseando por Santa Rosa y, por ello, se le negó el retorno. “Ahora me comunican que la señora ha pasado por la noche escondida y estamos en ese problema, es muy lamentable que autoridades no ayuden, porque esto no lo estoy haciendo por mí, sino por todos”, lamenta el subprefecto.
¿Cómo podrá enfrentar, de llegar, la enfermedad? Para este recóndito rincón del país vivir de espaldas al vecino país es muy complicado y, en el contexto actual, con un incremento constante de los positivos en Acre y con la normativa de movilidad y tránsito muy poco afectada allí, las decisiones políticas podrían, sin lugar a dudas, influir de forma directa y catastrófica allí. ¿Cuánto tiempo más resistirá el Purús libre de COVID-19?